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Las gemelas, Mila y Mia, vieron a su papá, Terrance, y por un momento, sus ojos se iluminaron con una chispa de esperanza.Sonrieron brevemente, pero la sonrisa desapareció tan rápido como llegó.Sin poder contenerse, se lanzaron a sus brazos, pero los sollozos no tardaron en llegar.—¡Papito! —gritaron al unísono, señalando hacia el edificio que aún ardía en llamas—¡Mami se cayó! ¡Ya no se levantó, papi! ¡No respirábamos! —dijo MilaEl corazón de Terrance se detuvo por un segundo.El miedo lo envolvió de inmediato, un terror profundo que no se podía describir con palabras.Su cuerpo, por instinto, abrazó a las niñas con más fuerza. No importaba que el fuego siguiera devorando todo a su alrededor; ellas estaban seguras en sus brazos, pero aún sentía que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.Uno de sus guardias se acercó, buscando las órdenes de su jefe, pero Terrance estaba fuera de sí.Su voz, quebrada, pero firme, resonó con furia.—¡Cuida a mis niñas como si fueran tu propia vida!
Deborah lo miró con los ojos llenos de miedo y retrocedió dos pasos.—¡Terry!Pero él no estaba dispuesto a escuchar excusas. Su mirada era un abismo de furia contenida.—¡Discúlpate con mis hijas! ¡Ahora! —rugió, su voz retumbando en la habitación como un trueno.—Pero…—¡Ellas no son tus hijas!La voz de Randall se alzó con una frialdad gélida, cortando el aire como un cuchillo.El tiempo pareció detenerse.Terrance se giró con la respiración entrecortada, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de incredulidad y rabia.Randall sostenía unos papeles en la mano con un gesto triunfante.—¡Aquí está la prueba! —sentenció, con un destello de satisfacción cruel en la mirada—. Las gemelas son mis hijas.El corazón de Terrance se detuvo un segundo.Luego, sintió una ola de furia subirle por la garganta, abrasándole la piel.—¡Mientes! —su voz retumbó con tal fuerza que las niñas se estremecieron.Las gemelas rompieron en llanto.—¡No, padrino! —Mila se aferró a su camisa, con el rostro empapa
Terrance levantó a Paz con delicadeza, como si sostuviera un cristal a punto de romperse. Sus manos temblaban, su corazón martilleaba en su pecho mientras la colocaba suavemente sobre la cama del hospital.La enfermera y el doctor llegaron a toda prisa, pero él no quería soltarla. No podía.—Señor, debe salir —indicó el médico con tono profesional.Terrance apretó los dientes, su mirada oscura y tormentosa recorrió el rostro pálido de Paz antes de asentir y retroceder, obligándose a salir de la habitación.Apenas la puerta se cerró tras de sí, se encontró de frente con Randall.La furia le recorrió el cuerpo como un relámpago.—¡Vas a pagar por esto! —rugió, lanzándose sobre él.Randall no tuvo tiempo de reaccionar cuando un puño lo golpeó directo en la mandíbula, haciéndolo tambalearse.No se defendió. No está vez.—¡Nunca has querido a Paz! —bramó Randall, fulminándolo con los ojos—. Siempre quisiste a tu adorada Deborah, quédate con ella, pero olvídate de Paz.Randall se llevó una
Paz sintió que se quedaba sin aire, como si el aire de la habitación se hubiera evaporado en un instante.Su pecho subía y bajaba frenéticamente mientras luchaba por mantener la calma.Un grito resonó en su garganta, pero no salió. En lugar de eso, la rabia la invadió.¡Deborah! ¿Cómo se atrevía? Su cuerpo tembló, pero decidió que debía pelear, que no podía ceder.Con una fuerza que no sabía que poseía, sacó lo último que le quedaba y empujó a Deborah con todas sus fuerzas.La puerta se abrió con un golpe seco, y la mujer, sorprendida, cayó al suelo, soltando un grito teatral, tan exagerado que Paz apenas podía soportarlo.Terry y las gemelas irrumpieron en la habitación en un instante.—¡¿Qué pasó?! —preguntó Terry, su voz cargada de angustia.Deborah, entre sollozos, se incorporó y miró a Terry con ojos desorbitados.—¡Terry, ayúdame! Mi hermana me empujó, me dijo que quería que abortara a mi bebé... ¡Qué era lo mejor!Los ojos de Paz brillaron con furia. Una ira que había estado con
Paz empujó a Terry con fuerza, y su mano se estrelló contra su rostro en una bofetada sonora que resonó en el aire.Los ojos de Terry se abrieron en sorpresa, pero no dio un paso atrás, mirándola con una mezcla de desconcierto y algo más profundo.—¿Ya no te gustan mis besos? —preguntó, su voz grave, cargada de algo entre el reproche y el dolor—. ¿Prefieres los de Randall?Paz soltó una risa amarga, casi incrédula, ante la pregunta.¿De verdad pensaba que ella aún sentía algo por él después de todo?—Tal vez. Vete, Terry. —Las palabras salieron frías, pero el dolor que sentía por dentro se reflejaba en su tono, aunque trató de esconderlo.Terry no se movió, su mirada se endureció.—No me iré sin mis hijas —su tono se volvió más firme, más desafiante, como si su decisión estuviera más allá de la discusión.El rostro de Paz palideció al escuchar esas palabras, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.De repente, el aire se volvió más denso, como si una sombra se posara sobre ella.—¡No
La puerta se abrió de golpe y la voz de Randall retumbó en la habitación como un trueno.—¡Aléjate de Paz!Terry apenas tuvo tiempo de girarse cuando sintió el impacto del empujón de Randall, haciéndolo retroceder tambaleante.La furia destellaba en los ojos de Randall, su cuerpo entero irradiaba hostilidad.El resentimiento, la rabia contenida durante años, explotó en un instante. No hubo advertencias ni titubeos; solo puños cerrándose y lanzándose con fuerza brutal.Terry reaccionó, bloqueando un golpe y devolviéndole otro directo a la mandíbula. La pelea fue rápida y violenta, golpes secos resonaban en la habitación mientras los dos hombres forcejeaban, cegados por la furia.Paz intentó gritar, pero su cuerpo debilitado no le permitió emitir más que un susurro.Todo se volvió un torbellino de movimiento y caos hasta que la voz autoritaria del doctor perforó la tensión como un bisturí.—¡Basta! ¡Salgan ahora mismo! La paciente necesita descanso.Ambos hombres se separaron con dificul
Paz sintió que el aire se le atoraba en la garganta al leer los documentos.Su pulso se aceleró, y el papel temblaba entre sus dedos.—¡No te atrevas, Terrance! —Su voz vibró con furia, pero también con un miedo latente que la hacía sentirse pequeña.Terrance sonrió con aire de triunfo. Se acercó con paso lento y seguro, como si ya hubiera ganado la guerra.—Ayer dijiste que aún me amabas, Paz… Ayer me besaste.Los ojos de Paz se abrieron con incredulidad, como si él acabara de escupir la mayor de las mentiras y se estremeció.—¡Jamás! ¡Mientes!Pero Terrance negó con la cabeza, su mirada fija en ella, como si pudiera ver a través de sus defensas.—Lo hiciste, y lo sabes.Paz sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No recordaba nada de la noche anterior…¿Era posible que…? No, no podía ser.Apretó los dientes, con la respiración agitada.—Terrance, no te amo. Te odio.Él rodó los ojos, como si su respuesta fuera predecible.—Da igual, Paz. Está claro que, si quieres ver a tus hijas
Terry llevó a Paz a la habitación con el cuidado de quien sostiene algo frágil, pero en su interior, la tormenta no cesaba.En el salón, el ambiente estaba cargado de tensión. Deborah se abrazaba a su madre con desesperación, mientras su padre intentaba calmarla.—¡No la soporto! —sollozó, con la rabia destilando de su voz—. Papá, ella me quiere robar otra vez a Terrance.El eco de unos pasos firmes se escuchó en la estancia.Antes de que alguien pudiera reaccionar, Terrance irrumpió como un vendaval y, sin previo aviso, su puño aterrizó en el rostro del señor Leeman con un golpe seco.El hombre apenas tuvo tiempo de procesar el impacto antes de caer pesadamente contra la mesa.—¡Terrance! —chilló Deborah, llevando las manos a la boca.Pero Terry apenas le dirigió una mirada antes de soltar con frialdad:—¡Váyanse de aquí!Su tono no admitía réplica, pero Deborah no estaba dispuesta a ceder.—¡Terry, no puedes hacer esto! Olvidas que nos casaremos… ¡Que tendremos un bebé!Terrance la m