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Paz empujó a Terry con fuerza, y su mano se estrelló contra su rostro en una bofetada sonora que resonó en el aire.Los ojos de Terry se abrieron en sorpresa, pero no dio un paso atrás, mirándola con una mezcla de desconcierto y algo más profundo.—¿Ya no te gustan mis besos? —preguntó, su voz grave, cargada de algo entre el reproche y el dolor—. ¿Prefieres los de Randall?Paz soltó una risa amarga, casi incrédula, ante la pregunta.¿De verdad pensaba que ella aún sentía algo por él después de todo?—Tal vez. Vete, Terry. —Las palabras salieron frías, pero el dolor que sentía por dentro se reflejaba en su tono, aunque trató de esconderlo.Terry no se movió, su mirada se endureció.—No me iré sin mis hijas —su tono se volvió más firme, más desafiante, como si su decisión estuviera más allá de la discusión.El rostro de Paz palideció al escuchar esas palabras, y un escalofrío recorrió su espina dorsal.De repente, el aire se volvió más denso, como si una sombra se posara sobre ella.—¡No
La puerta se abrió de golpe y la voz de Randall retumbó en la habitación como un trueno.—¡Aléjate de Paz!Terry apenas tuvo tiempo de girarse cuando sintió el impacto del empujón de Randall, haciéndolo retroceder tambaleante.La furia destellaba en los ojos de Randall, su cuerpo entero irradiaba hostilidad.El resentimiento, la rabia contenida durante años, explotó en un instante. No hubo advertencias ni titubeos; solo puños cerrándose y lanzándose con fuerza brutal.Terry reaccionó, bloqueando un golpe y devolviéndole otro directo a la mandíbula. La pelea fue rápida y violenta, golpes secos resonaban en la habitación mientras los dos hombres forcejeaban, cegados por la furia.Paz intentó gritar, pero su cuerpo debilitado no le permitió emitir más que un susurro.Todo se volvió un torbellino de movimiento y caos hasta que la voz autoritaria del doctor perforó la tensión como un bisturí.—¡Basta! ¡Salgan ahora mismo! La paciente necesita descanso.Ambos hombres se separaron con dificul
Paz sintió que el aire se le atoraba en la garganta al leer los documentos.Su pulso se aceleró, y el papel temblaba entre sus dedos.—¡No te atrevas, Terrance! —Su voz vibró con furia, pero también con un miedo latente que la hacía sentirse pequeña.Terrance sonrió con aire de triunfo. Se acercó con paso lento y seguro, como si ya hubiera ganado la guerra.—Ayer dijiste que aún me amabas, Paz… Ayer me besaste.Los ojos de Paz se abrieron con incredulidad, como si él acabara de escupir la mayor de las mentiras y se estremeció.—¡Jamás! ¡Mientes!Pero Terrance negó con la cabeza, su mirada fija en ella, como si pudiera ver a través de sus defensas.—Lo hiciste, y lo sabes.Paz sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No recordaba nada de la noche anterior…¿Era posible que…? No, no podía ser.Apretó los dientes, con la respiración agitada.—Terrance, no te amo. Te odio.Él rodó los ojos, como si su respuesta fuera predecible.—Da igual, Paz. Está claro que, si quieres ver a tus hijas
Terry llevó a Paz a la habitación con el cuidado de quien sostiene algo frágil, pero en su interior, la tormenta no cesaba.En el salón, el ambiente estaba cargado de tensión. Deborah se abrazaba a su madre con desesperación, mientras su padre intentaba calmarla.—¡No la soporto! —sollozó, con la rabia destilando de su voz—. Papá, ella me quiere robar otra vez a Terrance.El eco de unos pasos firmes se escuchó en la estancia.Antes de que alguien pudiera reaccionar, Terrance irrumpió como un vendaval y, sin previo aviso, su puño aterrizó en el rostro del señor Leeman con un golpe seco.El hombre apenas tuvo tiempo de procesar el impacto antes de caer pesadamente contra la mesa.—¡Terrance! —chilló Deborah, llevando las manos a la boca.Pero Terry apenas le dirigió una mirada antes de soltar con frialdad:—¡Váyanse de aquí!Su tono no admitía réplica, pero Deborah no estaba dispuesta a ceder.—¡Terry, no puedes hacer esto! Olvidas que nos casaremos… ¡Que tendremos un bebé!Terrance la m
—¡No eres la gran cosa! —Paz escupió las palabras con desdén, su mirada encendida de rabia y desafío—. Hay hombres mejores que tú, Terrance.Cada sílaba fue como un cuchillo directo al ego de Terry. Sus músculos se tensaron, sus puños se cerraron. Nunca nadie se había atrevido a hablarle así, y menos la mujer que alguna vez le había pertenecido en cuerpo y alma.Paz giró sobre sus talones, lista para largarse, pero no pudo dar ni dos pasos antes de que él la jalara con fuerza, atrapándola entre sus brazos. Sintió la solidez de su pecho contra el suyo y la humedad de su piel desnuda. Un escalofrío le recorrió la espalda.Sus dedos rozaron sus abdominales al intentar zafarse, pero fue un error: el contacto la hizo recordar noches de pasión, promesas rotas, y el deseo que aún ardía entre ellos.—¡Terrance, suéltame! —bramó, luchando contra el temblor en su voz.—¿Acaso tanto te gusta Randall? —El tono de Terry estaba cargado de veneno y celos.Paz sonrió con burla. Lo estaba golpeando jus
Terrance obligó a la mujer a confesar cada detalle.La desesperación en sus ojos, las súplicas, el temblor de su voz… Todo le confirmaba que no había ninguna mentira en sus palabras.El peso de la verdad lo golpeó como un puño directo al pecho, dejándolo sin aliento.Cuando salió de la bodega, estaba hecho una furia. Su mandíbula estaba tensa, sus puños apretados con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.La rabia ardía en su interior como un incendio imposible de apagar.Subió a su auto y condujo a toda velocidad hasta la mansión de los Leeman.Apenas cruzó la entrada, el ambiente cambió.El rostro de Deborah se iluminó al verlo, creyendo, ingenuamente, que había regresado por ella.—¡Terry, volviste! —exclamó con voz dulce, acercándose con manos temblorosas—. Por favor, aclaremos todo. ¡Yo te amo!Pero antes de que pudiera tocarlo, Terrance la sujetó de los brazos con fuerza.Sus dedos se clavaron en su piel y el miedo se instaló en los ojos de la mujer.—¡Terrance! ¿Q
—Randall, no puedo… ¡No puedo escapar toda la vida! —La voz de Paz temblaba, pero su decisión estaba tomada—. Además, no puedo hacerlo contigo…—¡Paz, por favor! —la suplicante voz de Randall se rompió en la línea—. Yo te haré feliz, lo juro.Ella cerró los ojos, sintiendo un nudo en la garganta.Durante años, su vida había sido un torbellino de sacrificios y humillaciones. Ahora, estaba al borde de una decisión que no podía tomar a la ligera.—Lo siento.Y colgó.El peso de esas dos palabras cayó sobre ella como un yunque.Sabía que Randall la amaba, pero su corazón estaba roto, destrozado por el hombre al que alguna vez le dio todo.El celular vibró en sus manos.Con el ceño fruncido, vio la notificación. Era un mensaje del teléfono de Terry.Con el pulso acelerado, lo abrió.Su mundo se desplomó.Era una foto.Deborah tomaba a Terry de la mano mientras hablaba con el doctor.“¿Lo ves? No importa lo que pase, Terrance siempre está conmigo. Incluso tú, estando convaleciente, no eres s
—¡¿Qué dices?! ¡Paz escapó con mis hijas! —Terrance sintió que la sangre se le helaba. Su mandíbula se tensó, su respiración se volvió errática—. ¡Encuéntrenla! ¡No me importa cómo lo hagan, pero la quiero de regreso a mi lado!El teléfono casi se resbaló de su mano, y su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo retumbando en sus oídos.«Paz, ¿por qué me haces esto? ¿Cómo puedes arrancarme a mis hijas de esta manera?», pensó con desesperación. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el auto. Martín iba tras él, con el ceño fruncido.—Señor, debe calmarse…—¡No me digas que me calme! —rugió, abriendo la puerta del coche de golpe—. Eres un inútil, ¡no debiste alejarte de mi esposa e hijas!Martín tragó saliva y se subió sin discutir.Al llegar a la mansión Eastwood, Carter ya los esperaba, cambiando de lugar para tomar el volante.—Martín, toma otra ruta. Carter y yo intentaremos un camino distinto.Solo quedaban tres guardias con ellos. Terrance apenas podía pensar con claridad.La i