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Terry llevó a Paz a la habitación con el cuidado de quien sostiene algo frágil, pero en su interior, la tormenta no cesaba.En el salón, el ambiente estaba cargado de tensión. Deborah se abrazaba a su madre con desesperación, mientras su padre intentaba calmarla.—¡No la soporto! —sollozó, con la rabia destilando de su voz—. Papá, ella me quiere robar otra vez a Terrance.El eco de unos pasos firmes se escuchó en la estancia.Antes de que alguien pudiera reaccionar, Terrance irrumpió como un vendaval y, sin previo aviso, su puño aterrizó en el rostro del señor Leeman con un golpe seco.El hombre apenas tuvo tiempo de procesar el impacto antes de caer pesadamente contra la mesa.—¡Terrance! —chilló Deborah, llevando las manos a la boca.Pero Terry apenas le dirigió una mirada antes de soltar con frialdad:—¡Váyanse de aquí!Su tono no admitía réplica, pero Deborah no estaba dispuesta a ceder.—¡Terry, no puedes hacer esto! Olvidas que nos casaremos… ¡Que tendremos un bebé!Terrance la m
—¡No eres la gran cosa! —Paz escupió las palabras con desdén, su mirada encendida de rabia y desafío—. Hay hombres mejores que tú, Terrance.Cada sílaba fue como un cuchillo directo al ego de Terry. Sus músculos se tensaron, sus puños se cerraron. Nunca nadie se había atrevido a hablarle así, y menos la mujer que alguna vez le había pertenecido en cuerpo y alma.Paz giró sobre sus talones, lista para largarse, pero no pudo dar ni dos pasos antes de que él la jalara con fuerza, atrapándola entre sus brazos. Sintió la solidez de su pecho contra el suyo y la humedad de su piel desnuda. Un escalofrío le recorrió la espalda.Sus dedos rozaron sus abdominales al intentar zafarse, pero fue un error: el contacto la hizo recordar noches de pasión, promesas rotas, y el deseo que aún ardía entre ellos.—¡Terrance, suéltame! —bramó, luchando contra el temblor en su voz.—¿Acaso tanto te gusta Randall? —El tono de Terry estaba cargado de veneno y celos.Paz sonrió con burla. Lo estaba golpeando jus
Terrance obligó a la mujer a confesar cada detalle.La desesperación en sus ojos, las súplicas, el temblor de su voz… Todo le confirmaba que no había ninguna mentira en sus palabras.El peso de la verdad lo golpeó como un puño directo al pecho, dejándolo sin aliento.Cuando salió de la bodega, estaba hecho una furia. Su mandíbula estaba tensa, sus puños apretados con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.La rabia ardía en su interior como un incendio imposible de apagar.Subió a su auto y condujo a toda velocidad hasta la mansión de los Leeman.Apenas cruzó la entrada, el ambiente cambió.El rostro de Deborah se iluminó al verlo, creyendo, ingenuamente, que había regresado por ella.—¡Terry, volviste! —exclamó con voz dulce, acercándose con manos temblorosas—. Por favor, aclaremos todo. ¡Yo te amo!Pero antes de que pudiera tocarlo, Terrance la sujetó de los brazos con fuerza.Sus dedos se clavaron en su piel y el miedo se instaló en los ojos de la mujer.—¡Terrance! ¿Q
—Randall, no puedo… ¡No puedo escapar toda la vida! —La voz de Paz temblaba, pero su decisión estaba tomada—. Además, no puedo hacerlo contigo…—¡Paz, por favor! —la suplicante voz de Randall se rompió en la línea—. Yo te haré feliz, lo juro.Ella cerró los ojos, sintiendo un nudo en la garganta.Durante años, su vida había sido un torbellino de sacrificios y humillaciones. Ahora, estaba al borde de una decisión que no podía tomar a la ligera.—Lo siento.Y colgó.El peso de esas dos palabras cayó sobre ella como un yunque.Sabía que Randall la amaba, pero su corazón estaba roto, destrozado por el hombre al que alguna vez le dio todo.El celular vibró en sus manos.Con el ceño fruncido, vio la notificación. Era un mensaje del teléfono de Terry.Con el pulso acelerado, lo abrió.Su mundo se desplomó.Era una foto.Deborah tomaba a Terry de la mano mientras hablaba con el doctor.“¿Lo ves? No importa lo que pase, Terrance siempre está conmigo. Incluso tú, estando convaleciente, no eres s
—¡¿Qué dices?! ¡Paz escapó con mis hijas! —Terrance sintió que la sangre se le helaba. Su mandíbula se tensó, su respiración se volvió errática—. ¡Encuéntrenla! ¡No me importa cómo lo hagan, pero la quiero de regreso a mi lado!El teléfono casi se resbaló de su mano, y su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo retumbando en sus oídos.«Paz, ¿por qué me haces esto? ¿Cómo puedes arrancarme a mis hijas de esta manera?», pensó con desesperación. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el auto. Martín iba tras él, con el ceño fruncido.—Señor, debe calmarse…—¡No me digas que me calme! —rugió, abriendo la puerta del coche de golpe—. Eres un inútil, ¡no debiste alejarte de mi esposa e hijas!Martín tragó saliva y se subió sin discutir.Al llegar a la mansión Eastwood, Carter ya los esperaba, cambiando de lugar para tomar el volante.—Martín, toma otra ruta. Carter y yo intentaremos un camino distinto.Solo quedaban tres guardias con ellos. Terrance apenas podía pensar con claridad.La i
El sonido seco de la bofetada resonó en la noche como un latigazo.—¿Quién demonios crees que soy? ¿Tu amante? —escupió Paz con furia, su mano aun temblando por la fuerza del golpe.Terrance, con la mejilla ardiendo, la miró con una mezcla de sorpresa y dolor.Sus ojos oscurecidos reflejaban algo más que enojo: una determinación que no se rompería con un golpe.—¡Eres mi esposa! —su voz fue un rugido contenido, un lamento y una afirmación al mismo tiempo.Paz sintió su pecho comprimirse, pero la rabia era más fuerte.Su respiración estaba agitada, su mirada, envenenada por la desconfianza.—¡Tienes el descaro de llamarme así después de todo lo que hiciste! —sus puños se cerraron con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la piel—. ¿Cómo te atreves a tratarme de esta forma, Terrance?El hombre no apartó su mirada de ella.En sus ojos se asomaba algo feroz, casi desesperado.—¿Y tú? ¿Cómo te atreves a alejarme de mis hijas? ¿Cómo puedes apartarme de ellas como si no existiera?Paz rio,
Las palabras se asentaron en la mente de Paz como un veneno lento, desgarrándola desde adentro."¿Mi propio padre? ¡Mi propio padre fue el culpable de todo lo que sufrí! Me incriminó… y defendió a mi hermana…"El dolor era como un hierro candente en su pecho, quemándola con cada latido de su corazón.Su mirada se nubló con una mezcla de furia y tristeza. Sentía que algo dentro de ella se rompía una vez más.Terrance tomó su mano con ternura, pero ella la apartó con un brusco movimiento, como si su tacto le quemara.—¿Perdón? ¿Crees que es tan fácil perdonar? —su voz tembló, pero no por debilidad, sino por la ira contenida.Se levantó de la cama, encarando a Terry con ojos centelleantes de rabia y decepción.—¡Me lastimaste! No creíste en mí. Me enviaste a una celda como si fuera una criminal, como si no valiera nada para ti. ¿Y ahora vienes con un simple ‘lo siento’? —soltó una risa amarga—. Terrance Eastwood… ¡Eres un hombre patético! No te voy a perdonar. ¡No te perdonaré nunca!Giró
Deborah estaba frente a Patricia, con la espalda erguida y la mirada afilada.A pesar de que debía guardar reposo absoluto por su embarazo, el odio que ardía dentro de ella le impedía quedarse quieta.No importaba el riesgo, no importaba el cansancio; lo único que importaba era destruir a Paz.Patricia la observaba con una media sonrisa, sosteniendo una copa de vino entre los dedos.Su reputación la precedía: primogénita de un magnate, carácter inestable, una mujer que en otro tiempo habría sido su rival, pero que ahora se convertía en su mejor aliada.—¿Qué piensas hacer con Paz? —preguntó Deborah, su voz era un susurro venenoso.Patricia bebió un sorbo y luego sonrió con malicia.—Esa mujer… —sus ojos brillaron con frialdad—. Cuando termine con ella, deseará estar muerta. Nadie se mete con el hombre que es mío.Deborah sonrió y alzó su copa.Ambas brindaron por su siniestro plan, sellando el destino de Paz con un tintineo de cristal.***En la cabañaLa noche transcurría en un cálido