HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
Aldo y Mila regresaron a casa después de un día lleno de tensiones y preocupaciones.La presencia de seguridad, que había sido ordenada por sus padres, estaba aún más palpable.Aunque intentaron evitarlo, sabían que era necesario, pero el hecho de tener guardias vigilando constantemente fuera de su hogar les hacía sentirse incómodos, como si su vida ya no fuera propia.La paz que alguna vez tuvieron se desvanecía lentamente, sustituida por un constante sentimiento de alerta.Pero, los dejaron afuera de la residencia, nadie podía violar su intimidad.Al entrar en la casa, Mila sonrió, intentando hacer que el ambiente se relajara un poco.—Se le antoja algo a nuestro bebé, creo que es… ¡Chocolate! —dijo con una suavidad que solo ella podía transmitir, buscando que el estrés del día se disipara al menos un momento.Aldo la miró, la gratitud en sus ojos por su presencia calmante, pero su mente no podía despejarse de las preocupaciones que lo atormentaban.Sin embargo, al abrir la puerta, t
En el hospital, la angustia de Aldo no hacía más que crecer.Mila fue llevada rápidamente a urgencias, y los médicos comenzaron a atenderla con rapidez.Él no podía dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir, en cómo había estado al borde de perder a la mujer que amaba.El miedo se le apoderaba, la idea de perderla lo destruía por dentro.Finalmente, la doctora salió del área de urgencias.—Ella está bien, solo fue el susto. El bebé está bien, no se angustien. —Las palabras de la doctora le trajeron un alivio momentáneo, pero Aldo no podía dejar de sentirse culpable por lo ocurrido.Paz, al llegar junto a su esposo Terrance, los miró con preocupación.—Aldo, te lo suplico, vengan a vivir con nosotros. Es la única forma en que podamos tener calma. —dijo con un tono de voz suave, pero lleno de desesperación.Aldo no lo dudó ni un segundo.Tenía tanto miedo de perder a Mila y a su hijo que aceptó sin pensarlo.Era lo que necesitaban, al menos por ahora. La seguridad de su familia era lo
Cuando Vivian regresó a Vila Real, el miedo la consumía.Cada sombra, cada ruido, cada rostro desconocido en la calle parecía una amenaza. Su paranoia crecía con cada paso, con cada golpe de su propio corazón desbocado.Alquiló un pequeño departamento en un edificio modesto, apenas un refugio en el que esconderse.Dos habitaciones: una diminuta sala con comedor, y el otro espacio que servía de dormitorio. No necesitaba más. Solo un techo, solo tiempo… solo una oportunidad de seguir adelante sin que la encontraran.Frente al espejo, contempló su reflejo con angustia.Su largo cabello, tan característico, era un riesgo. Debía deshacerse de todo lo que la identificara, pero… no podía. Hubiera preferido teñirse, pero estaba embarazada y había leído que los químicos podrían hacer daño.¿Y si lastimaba a su bebé?Suspiró con frustración, apretando los labios. No podía darse el lujo de ser reconocida. La peluca oscura y rizada que tenía en las manos era su única opción.Con dedos temblorosos,
Mila y Aldo estaban en la sala de ultrasonido, tomados de la mano, con el corazón latiendo a toda velocidad.El embarazo había llegado a casi siete meses, y aunque para muchos el tiempo parecía volar, para Mila era como si cada día se arrastrara con una lentitud desesperante.Esperaba con ansias la llegada de su pequeño, contando las semanas, los días, las horas.La doctora pasó el gel frío sobre su abdomen y comenzó a mover el transductor con suavidad.La pantalla cobró vida con la imagen de su hijo, y Mila sintió un nudo en la garganta.Cada latido del corazón del bebé resonaba en la habitación como una melodía sagrada, fuerte y firme, llenando cada rincón con su existencia.—Todo va muy bien —anunció la doctora con una sonrisa—. Su pequeño niño está creciendo fuerte y sano.Mila dejó escapar un suspiro entrecortado. Su pecho se infló de alivio y felicidad.Aldo, sin poder contener la emoción, llevó la mano de su esposa a sus labios y la besó con ternura. Sus ojos brillaban con una m
En el hospitalEl aire en la sala de espera era sofocante, cargado de ansiedad y miedo.Eugenio caminaba de un lado a otro sin descanso, pasándose la mano por el cabello una y otra vez.Sus pasos resonaban en el suelo como un metrónomo frenético, marcando el ritmo de su angustia.—Dios… —murmuró entre dientes, cerrando los ojos con fuerza—. Mia, por favor…No podía perderla. No otra vez.El recuerdo de haberla dejado ir en el pasado aún lo atormentaba, y ahora la idea de que algo pudiera estar mal con ella lo destrozaba. Sus manos temblaban, su respiración era errática.—¡Por qué tardan tanto! —explotó, golpeando la pared con el puño.Paz intentó calmarlo, pero antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió de golpe.Un médico apareció con rostro serio.—¿Son familiares de Mia Eastwood?Eugenio sintió cómo el corazón se le detenía un segundo.—Sí… sí, yo soy su esposo —dijo casi sin aire.—¿Qué le pasa a mi hija? —intervino Terrance con urgencia.El doctor suspiró, dándoles un mom
Días después, Gabriel viajó a Portugal.La distancia no aliviaba el dolor, solo lo hacía más palpable.El investigador le había dado una pista, una teoría sobre cómo Vivian había llegado hasta allí, viajando en un pequeño barco, el mismo día que casi la alcanzaba.Cada pieza del rompecabezas encajaba, pero la verdad solo hacía que Gabriel se sintiera aún más perdido en su propio sufrimiento.Si Vivian hubiera estado allí, su vida habría sido muy diferente. ¿Cómo podía haber sido tan ciego?Cuando llegó al pueblo costero, lo primero que hizo fue dirigirse al único hospital de la zona.Si Vivian estaba allí, sola y sin recursos, este debía ser el lugar en el que habría información de ella.De inmediato, se acercaron a las enfermeras y al director del hospital, quienes, después de una breve conversación, cedieron y entregaron los registros de las mujeres embarazadas de veinte semanas o más.Lo que Gabriel no sabía era que Vivian estaba precisamente allí, a punto de someterse a una revisió
El corazón de Vivian latía con una furia desbocada, retumbando en su pecho como un tambor de guerra. Estaba atrapada. Su mente gritaba en un torbellino de pánico mientras sus dedos temblorosos se aferraban a su vientre.«¡Qué destino tan cruel! Después de tanto esfuerzo por escapar, justo ahora el destino lo pone frente a mí…»Contuvo la respiración, obligándose a mantener la calma mientras la doctora tecleaba en la computadora.—No recuerdo a ninguna paciente llamada Vivian, señor —dijo la mujer con serenidad, sin sospechar la tormenta que estallaba en el interior de su paciente—, pero puedo indicarle cuántas mujeres embarazadas de veinte semanas o más he atendido.El hombre no respondió de inmediato.Se inclinó levemente sobre el escritorio, su imponente presencia cargada de un aura fría y peligrosa.Sus ojos afilados recorrieron el consultorio con una mirada calculadora, como si pudiera percibir su miedo, su agitación… su presencia.Vivian sintió un escalofrío recorrerle la columna.
Vivian retrocedió, su respiración entrecortada, su pecho subiendo y bajando con rapidez mientras el miedo le oprimía el corazón.Su mente le gritaba que corriera, que escapara, pero sus piernas estaban ancladas al suelo. No podía seguir negándolo. Ya no podía escapar todo el tiempo como un ladrón, entonces, le mirò fijamente, con rabia, con desesperación.—¡Déjame en paz! ¡Déjame ir! —su voz salió firme, pero su interior temblaba.Él negó de inmediato, su mirada ardía con una mezcla de desesperación y determinación.Ella era su Vivian, sin importar cuanto intentó ocultarse, ahora estaba frente a èl, sonriò levemente, estaba feliz de verla, pero que ella quisiera escapar aún ahora, dolía como el infierno.—¡Nunca! ¿No entiendes? ¡Te quiero a ti y a nuestro hijo en mi vida para siempre! Sé que me equivoqué, que fui lo peor para ti, pero te juro que he cambiado. Perdóname, Vivian. Nunca volveré a lastimarte.Ella soltó una risa amarga, sus ojos se llenaron de un brillo helado.—¿Perdón? —