AlinaTal vez enojarme con Lucian no sea la mejor manera de sobrellevar las cosas, pero no sé de qué otro modo reaccionar cuando me siento tan frustrada por no poder hacer nada ante la situación. La tensión en el aire es palpable mientras observo a mi esposo, preparándose para partir en una misión que podría determinar el destino de nuestro reino; pero también el mío propio.Ya no solo se trata de mí, ahora mi hijo y el reino entero se encuentran en un gran peligro, y todo en lo que puedo pensar es en que me siento como una inútil. Mis manos tiemblan ligeramente mientras aprieto la tela de mi vestido, lucho contra las lágrimas que amenazan con emerger en mis ojos. La responsabilidad de liderar en su ausencia recae sobre mis hombros una vez más, pero no es eso lo que me preocupa sino su seguridad. Saber que hay la posibilidad de que la plata acabe con su vida es lo que me llena de incertidumbre y miedo.Me refugio en las sombras del castillo mientras lo veo partir, su figura se desvane
Ningún lobo del vasto reino habría podido sospechar lo que se maquinaba bajo las tierras de Dunwic. Desde aquella fatídica noche en la que Lucian estuvo a punto de acabar con la vida de Circe, la bruja rubia se había ocultado en su guarida, esperando y luchando por recuperarse de las heridas que amenazaban con ser mortales. En tiempos pasados, un zarpazo como el que el rey le había infligido habría sido un mero contratiempo para Circe, cuyos poderes mágicos la habrían sanado con relativa facilidad. Matar a una bruja, como bien sabía Lucian, no era una tarea sencilla. Sin embargo, esta vez, había una diferencia significativa. Circe no se encontraba en su apogeo, y la fatídica noche en que persiguió a Alina, había gastado la mayor parte de sus poderes y energía para llevar a cabo su venganza. Las cosas no le habían salido como ella esperaba. La poca magia que le quedaba tras su enfrentamiento se había empleado para mantenerla con vida, aunque de manera agonizante. Ahora, postrada en su
LucianPartir sin decirle adiós es lo más doloroso que he tenido que hacer desde que creí que se había ido para siempre. Quise regresar a ella, quise decirle que no me importaba si me odiase, porque todo esto lo estoy haciendo para salvaguardar su vida y la de nuestro hijo por nacer; pero al final no lo hice.Sé que ahora quizá me odie, pero cuando haya acabado con los insurgentes y recuperado la estabilidad de todo el reino, entonces ella me perdonará.Aun así, mis pensamientos intrusivos no me dejan en paz. En los dos días que llevo de camino hacia el reino de los humanos en Eldoria, no he podido dejar de pensar en Alina. Por esa razón me encuentro realmente distraído y la verdad es que una parte de mí solo desea regresar a su lado.No obstante, el pensamiento se disipa cuando veo a lo lejos las grandes murallas que separan a Eldoria del resto del bosque. Aparentemente todo está en calma, yo diría que demasiada.La general Ela y el resto de los lobos de su escuadrón han venido conmi
LucianEl frío viento de la noche me azota mientras contemplo la luna que se alza en el oscuro cielo de Eldoria. Mis pensamientos son turbios y mi corazón palpita errático dentro de mi pecho.Los gritos desesperados de los humanos que nos atacaron se han acallado de repente, dejando el castillo que alguna vez le perteneció a Arthur, sumido en un silencio sepulcral que le helaría los huesos a cualquiera.Alina… secuestrada, alejada del castillo lunar y llevada a quién sabe dónde. Circe ha traspasado la línea, y no descansaré hasta rescatarla y castigar a la bruja que osó arrebatármela. Si antes estaba dispuesto a mostrarle algún tipo de piedad, ahora eso queda absolutamente descartado.Escucho los pasos de Ela apresurados, la loba llega hasta donde me encuentro, entre los escombros de la pared hecha añicos por el cuerpo del humano que acabo de degollar.—Mi señor… —suspira aliviada—… está bien.—La han secuestrado.—¿Qué? —pregunta sin comprender mis palabras.—El maldit0 hermano gemel
AlinaTres días encerrada entre estas húmedas paredes. Tres días que se sienten como tres mil años. Al principio tenía la esperanza de que Lucian apareciese en cualquier momento y me rescatase de esta tortura, pero después del segundo día me di cuenta de que eso no iba a suceder.Él no tiene idea de que Nyssa me ha secuestrado, y aunque lo supiera, de todos modos, no llegaría a tiempo para salvar mi vida y la de nuestro hijo.Unos terribles calambres azotan mi cuerpo y me hacen retorcerme en suelo húmedo de la prisión. Sé que moriré pronto, pero ni siquiera por estos tres días ellos se han apiadado de mí. Mi estómago gruñe por el hambre y las piernas y los brazos me tiemblan por la falta de agua, ni tengo energía ni para defenderme a mí misma de este lastre.La poca luz que se cuela por la entrada es lo único que me deja saber el tiempo que pasa. Ahora mismo sé que está por anochecer, y por lo que le escuché decir a Circe, esta es mi última noche.Pronto, escucho los pasos apresurados
LucianEl momento en que Circe arrastra a Alina con ella al vacío sucede en una fracción de segundo, pero para mis ojos, es como si todo ocurriese con la lentitud de un caracol arrastrándose por los troncos de los árboles.Despego mis pies del suelo y brinco, extendiendo desesperadamente mi mano hacia Alina. Sin embargo, por alguna razón, siento que no llegaré a tiempo. El grito de Alina, lleno de terror, resuena en mis oídos y me saca de mi aturdimiento.Apresuro el paso, mi corazón late con fuerza, pero incluso mi acelerado esfuerzo parece insuficiente. Ella se precipita al vacío, al igual que Circe, y la desesperación se apodera de mí.—¡No, Alina! —grito y me lanzo al abismo sin dudarlo ni un solo segundo.La gravedad nos separa a una velocidad vertiginosa, nuestros ojos se encuentran en la caída libre. No puedo permitir perderla. Estiro mi mano hacia ella, pero ni siquiera con mi transformación siento que pueda llegar a tiempo. Alina, resignándose a su destino, cierra los ojos. P
AlinaEl alivio por sentirme segura de nuevo se esfuma tan pronto como llega. Pues el dolor que me hace retorcerme y doblarme en dos, amenaza con el futuro de mi hijo y de mi vida misma. Nuevamente me cargan hasta el sofá de felpa de color rojo vino que se encuentra en el salón de descanso de las brujas.Leofric hace todo su esfuerzo por ayudarme, e incluso, Sorin aparece con la comida, que, a pesar de llenar mi estómago, no consigue más que darme un poco de fuerzas.El dolor se siente como una corriente ondulante que desciende desde la parte de arriba de mi abdomen y se irradia hasta mis piernas.—¿Qué es lo que le ocurre? ¿Circe se le ha hecho algo? —pregunta Lucian caminando de un lado a otro como fiera enjaulada.—Mi señor, me temo que no es eso. Alina ha estado bajo demasiado estrés, esto podría tratarse de una amenaza de aborto —concluye Leofric.Un profundo mundo se forma en mi garganta a punto de explotar. No puedo perder a mi bebé, no puedo. Miro a Lucian con los ojos cristal
Lucian Sorin no exageraba cuando me dijo que debía verlo por mí mismo, pues, si me hubiera relatado lo que tengo frente a mis ojos, probablemente no les hubiera dado crédito a sus palabras. A pesar de que envié a mis lobos a rodear el perímetro, de alguna forma los humanos y las brujas han logrado colarse y ahora, un enorme ejército que ni siquiera puedo contabilizar se ha levantado ante nosotros y se encuentra a varios kilómetros de distancia, listos para atacar. Jamás pensé que mil años después de la primera gran guerra, y de haber vivido tiempos de paz bajo el reinado de mi padre; una nueva guerra se desarrollará aquí mismo, en el reino de Vidramortis. Mi piel se eriza sin que lo pueda controlar. Por mucho que mis lobos superen en fuerza y agilidad a los humanos, ellos cuentan con el apoyo de las brujas, y, además, las espadas resplandecientes que blanden en sus manos son un aviso de que no están hechas de cualquier material… es plata mágica. Ni en mis peores pesadillas imaginé