65. Ella es mía

Axel dejó de correr en cuanto llegó al precipicio. Su lobo aulló con fuerza y luego volvió a su forma humana, mirando al hombre que se encontraba frente a él con una sonrisa ladina que le hizo ver que estaba ahí y no era precisamente para hablar.

— Por lo que veo, siempre sales en busca del bienestar de tu esposa —dijo Hunter—. ¿Ya me la darás?

— ¿Qué es lo que realmente quieres, Hunter? —Axel se acercó a él de modo amenazante—. ¿Ya no tienes lo que tanto querías? ¿No te basta con…?

— Silencio, hermano —masculló levantando la mano—. En estos momentos en lo que puedo pensar es cómo se sentiría tener a Sasha debajo de mí, gimiendo mi nombre mientras la follo y bebo de su sangre.

— Te quedarás con las enormes ganas de hacer eso, porque a mi esposa nadie la toca —levantó

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