Hadassa.
Condenada…
Nuestras miradas estuvieron unidas por mucho tiempo mientras mi mente solo hacía conjeturas y trabajaba a un ritmo desenfrenado.
Por primera vez en mi vida algo dentro de mí hizo un detenimiento, conectando mi mente junto a mi latido, por primera vez creí en esa mirada que deseaba odiar con todas mis fuerzas.
Porque cualquiera que pudiera verme ahora, me describiría como una persona que no tiene cordura ni juicio, y en este momento me pregunté si realmente hasta mí mismo Dios estaba decepcionado de mí.
Yo estaba decepcionada de mí, y sabía que mi familia también lo estaría. De eso estaba segura.
De un momento a otro, todos mis pensamientos se disiparon cuando vi un gruñido en su rostro, y mi respiración se agitó cuando vi el charco de sangre en su cama.
Hab&iacu
Hadassa.Aun no…Necesité prepararme mentalmente para entrar en la habitación de Rashad de nuevo porque debía parecer serena; conociéndolo bien, él podía incluso leer mi mente, mis expresiones, mi alma…El guardia ni siquiera me preguntó alguna cosa cuando me abrió la puerta en plena madrugada, e ingresé a la habitación para ver observar que estaba limpia y todos los paños y rastros de sangre, habían desaparecido por completo.Caminé de forma lenta llegando hasta la cama y observé como Rashad estaba dormido, vendado con los ungüentos correspondientes, y solo con una manta cubriéndole los muslos, y su zona íntima.Pude notar que su respiración era tranquila, y detallé su rostro que aún tenía una poco de sudor, mientras pasé la mano a su frente pa
Hadassa.Celos… En medio de toda mi conmoción, escuché como unos pasos se acercaron al pasillo donde me encontraba, y con rapidez, limpié mis lágrimas y peiné mis cabellos.Por suerte solo era aquella señora, Ara, que de alguna forma me ayudaba desde que me cambiaron de habitación, y cuando me vio por primera vez, gesticuló una sonrisa.—Iba a su habitación, señorita, buenos días… —en cuanto terminó la frase, ella cambió su expresión por una confundida.Yo debía verme terrible.—¿Se encuentra bien? —asentí rápidamente con un nudo profundo en la garganta.—Estoy preocupada… ¿Usted sabrá en qué salón…? —mi pregunta quedó en medio camino cuando la vi sonreír de nuevo.<
Hadassa.Condición…Todo el comedor quedó en un silencio, uno que me dijo que había pasado los límites.Pero no me importaba nada ahora, no cuando lo que hervía dentro de mí me hacía sentir invencible. No reconocía el miedo ante mi emoción, no reparaba en nada mientras estas sensaciones de inseguridad y rabia me consumían a tal punto en el que solo deseaba morir.De nuevo, como la primera vez. —Este es un excelente pensamiento sin duda alguna… —sonreí a la mujer que ahora parecía codearme con facilidad.—Gracias… ¿Cuál es su nombre? —pregunté tratando de pasar el tema mientras ella sonrió mirando a su esposo.—Salema… el general Faruk es mi esposo…Asentí dándole una mirada rápida al
Hadassa.Caleb…Cuando tuve el valor de levantarme e ir a mi habitación, pensé que cuando saldría a caminar a los jardines, o a alguna parte del palacio, me toparía con Rashad en cualquiera de mis caminos. Pero la verdad fue que cuando anocheció, no obtuve alguna respuesta de su paradero.Estaba ansiosa en saber si cumpliría con su palabra, y cuando no pude más con mis nervios, me dirigí a la habitación, solo para comprobar que él no se encontraba allí y estaba totalmente vacía.Había dicho que se iba por la mañana, entonces… ¿Por qué no lo encontraba por ninguna parte?Reflexionando en esto, únicamente pude recordar su última mirada de aquel pasillo. Parecía sincera, como si hiciera una promesa, como si me dijera que algo iba a ser diferente cuando regresara.
Hadassa. Dolor… Mi pecho se sentía hundido, literalmente mi corazón estaba partido porque estaba intentando asimilar dos cosas importantes ahora. Mis sentimientos hacia Rashad eran verdaderos, a pesar de que todo en mí lo negara, estaba sumida en él. Ahora, no quería que pensara que estaba faltando a mi palabra, y en este momento del día, ya debía saber que yo no estaba en el palacio. Por supuesto, lo primero que creería es que escapé, y estaba segura de que después de eso, su ira se desataría buscando a un culpable, y no descansaría en encontrarme y matarme con sus propias manos. Las lágrimas bajaron por mis ojos ante ese pensamiento, ni siquiera debía pensar en ello, no debía preocuparme sabiendo que Rashad era un desalmado. Pero luego, cuando mis lágrimas tocaron mi labio roto, y el ardor trajo a mi mente la abofeteada que mi hermano me propició, una bandera grande y roja, comenzó a titilar en mis
Rashad.Dos días antes…—Señor… todo está listo para partir mañana por la mañana…—¿Y qué deseas para interrumpirme? ¿Que te felicite por lo que estás obligada hacer?—No, señor… solo venía para ratificarle nuestra salida y a informarle que la señorita Isbal, fue trasladada a la otra ala del palacio para que la señorita Hadassa no la vea…Forjé una sonrisa y sin mirar a Kalesha, levanté la mirada hacia las malditas estatuas delante de mí…—Quiero estar solo… y que nadie me interrumpa por nada. ¿Dónde está Hadassa…?—La vimos irse a su habitación cuando rondó el palacio varias veces, también fue a su habitación y se dio por entera
Rashad.Abismo…—No están aquí… los espías me informaron que están a unos kilómetros en el valle de Tulá —Faruk vino a informarme mientras dejé mi mirada en el punto donde el sol, estaba saliendo por las montañas de nuevo, asomando otro día.No podía salir del territorio de Babel, en este punto, sacar a los militares a las tierras externas, era un sacrificio demasiado estúpido como para pensarlo.Por supuesto, un pueblo invadido, se debía a la intromisión de sus propias tierras, un paso que los traicioneros estaban olvidando, ya que deseaban que fuéramos detrás de ellos.Mi ansiedad por desgarrarle la piel, principalmente a Alhamar, era demasiada para soportar; estaba loco por restregar su sangre en mis palmas y por ver como la misma se derramaba en la tierra de Babel, para alime
Rashad.Lealtad…Era imposible negar que el impacto fue mortal. Frío, duro y seco, como si de cierta forma, los cristales se hubiesen insertado en mi cuerpo, y el golpe hubiese roto mis huesos.Por un momento me quedé quieto mientras sentía como la corriente llevaba mi cuerpo de forma rápida e intentaba recuperarme. Intenté divisar algo en la profundidad, pero fue imposible, era de noche, el bravo caudal parecía más furioso que yo, y en nada ayudaba que siguiera sin respirar.Sin embargo, una tela, extensa y larga, tocó varias veces mi rostro, y no dudé en tomar con fuerza un pedazo de esta, y halé con tanta fuerza, que, en un instante, un cuerpo vino a estrellarse conmigo.Con potencia me empujé hacia arriba, y luego tomé una gran aspiración volviendo el respiro a mi cuerpo. Intenté acoplarme al caudal y