Hadassa.
¿Qué?…
Me quedé estática cuando este hombre mencionó a mi hermano.
Esto no podía ser cierto. ¿Cómo?
—Mi hermano… ¿Cómo sabe de él?
—Caleb no sabe que estás con vida… no sabe que estás aquí… ni que… eres la sirviente de… Rashad…
Negué varias veces.
—¿Dónde está él? —pregunté dando un paso y apretando mi mano quemada—. Yo…
—Tu hermano está bien… oculto. Ahora mismo no puedo decirte en dónde está, por su seguridad.
Mi ceño se frunció de un momento a otro.
—¿Cómo es que eres amigo de Rashad, y de mi hermano al mismo tiempo?
Alhamar sonrió.
—Ere
Hadassa. Encomienda…—Es hora… —Un guardia disipó el silencio que se estableció entre Séfora y yo, y después de una larga mirada de parte de ella, se giró y asintió hacia el hombre que estaba decidido a acompañarla hasta la puerta principal.Por si solos, mis pies comenzaron a caminar detrás de ellos, a la vez queriendo tomar a Séfora y preguntarle por todo lo que había pasado en esa habitación.¿Ritual? Ahora mismo mi piel se encogió solo de pensar que debía ser parte de algo como eso para llegar a mi objetivo.¿Qué tan lejos podía llegar este hombre con sus costumbres abominables? Ahora no sabía hasta dónde llegaría mi límite para este objetivo, pero necesitaba con urgencia aclarar mi mente, porque mi hermano
Hadassa. Deseo…Su mirada era divertida, y había un poco de burla en su sonrisa, pero mi rostro permaneció inexpresivo y solo me giré para continuar observando a las mujeres que desfilaban ante sus ojos.—No prometo descubrir el corazón de ninguna de ellas… eso es imposible —respondí sin mirarlo—. Solo puedo ver su exterior, y sería mejor si usted me indicara… que le gusta más, para que yo pueda…—En ese caso… yo mismo haría la tarea… —mis ojos se fueron a él con evidente molestia—. Trata de esforzarte, y ve sabiendo que es lo que me gusta y lo que no. Esta es tu obligación…Apreté mis dientes dentro de mi boca, y luego tomé un suspiro observando de nuevo las mujeres.—Parece que aquí también hay extranjeras… —
Hadassa. Distorsión…No sé cuánto tiempo tenía observándome en el reflejo de bronce de mi habitación, quizás era mucho, pero aún no podía controlar la sensación caliente que se instalaba en mi vientre y que estallaba en mi estómago de forma ruda cuando recordaba la noche de ayer.Mi cuello estaba lleno de moretones, incluso mi mandíbula tenía uno grande que parecía un golpe.Pasé un trago rápido mientras negué.¿Qué estaba pasando? ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo? Restregué mi rostro con mis dos manos mientras un suspiro salió de mí.Necesitaba encontrar un vestido con cuello alto, aunque eso no disimularía estos moretones que se veían en mi quijada y en la parte de arrib
Hadassa. Pesadilla…Mis ojos se cerraron ante el estremecimiento burdo que me recorrió entera. Sentí una debilidad impresionante que hizo que me doliera incluso la respiración.—Abre los ojos… mírame… —su tono fue una orden disfrazada de dulzura, o así estaba creyendo yo que estaba hablándome, y en cuanto volví a posicionar mi mirada en sus ojos, sus dedos fríos y rasposos, vinieron a acariciar mi mandíbula, que a estas alturas estaba temblando.—Mi agonía comienza cuando tiemblas de esta forma… cuando tus ojos, me piden cosas…—No… —solté más como una queja y luego sentí como su lengua vino a lamer mis labios juntos.—¿No? —preguntó en un tono alto, y luego lo vi tomar una de las piedras.Puso el material f
Hadassa. Hermano… —¡NO! —Rashad dio un grito estremecedor, y de forma mecánica mis manos soltaron la daga, dejándola caer a un lado de la cama. Su cuerpo comenzó a tambalearse vibrando todo el tiempo, mientras traté de moverlo suavemente para que se despertara.—Rashad… despierta… —toqueteé su rostro varias veces, y luego, de una sola estocada, sus ojos se abrieron y mi cuerpo fue manejado hábilmente quedando debajo del suyo en un giro repentino.Las gotas de su sudor cayeron en mis mejillas, y solo el sonido de nuestras respiraciones agitadas, se pudieron escuchar en la habitación.—Parece que… estabas teniendo una pesadilla… —dije en susurro mientras los toques precipitados en la puerta, retumbaron en el lugar.—Señor… ¿Está bien?&m
Hadassa. Elección…Las compuertas del palacio estaban cerradas, las doncellas y yo estábamos detrás de ella escuchando la música, los gritos, y la emoción que se podía sentir en el ambiente.Isbal me había dicho que el rey salía del palacio casi desnudo para demostrarle a sus dioses que no era nada sin su poder, su cuerpo estaba siendo adornado por cadenas de oro, mientras que a su alrededor se regaba una ofrenda de flores entre tanto caminaba por todo el arenal, y la guardia controlaba la gente.También había un ritual del inicio, y di gracias mentalmente porque estaba aquí con las doncellas y no poder presenciar dicho acontecimiento.Pude notar el rostro de las mujeres, parecían felices, estaban extasiadas siquiera de que el pueblo las mirara y supieran que ellas estarían delante del gran Rashad
Hadassa. Noche… Mis labios se separaron cuando su dedo delineó mi boca y mis ojos se cerraron con fuerza ante la sensación de su toque.—Hadassa… —el nombre fue susurrado por su boca de forma sin igual mientras su aire caliente, vino a golpear mis fosas nasales.Estaba aterrada, muerta de miedo, y con una sensación en el estómago que me dejaba sin aliento. Había llegado el momento, no había escapatoria o excusa para esto, y ahora que me encontraba entre sus lentas caricias, ni siquiera estaba pensando.Sus manos hábiles me giraron como si se fuese a tomar el tiempo para desabrochar mi vestido. Abracé mi cuerpo cuando le di la espalda e intenté contener el temblor que me hacía ver frágil y débil ante su presencia.Pude sentir como sus dedos fríos llegaron a mi espalda quitando cada bot
Hadassa. Rota…Mi gemido quedó a medio camino cuando sentí su boca succionando mi aliento, sus dientes presionaron mis labios, pero ahora mi total concentración era en el dolor.Sentía presión, ardor, como si estuvieran causando una herida en mi piel, pero él parecía no conmocionarse ante mi situación. Su cuerpo se movió de forma ruda hacia mí, posicionando sus manos en la piedra mientras aplastaba su cuerpo contra el mío.Era confuso saber que, a pesar de mi queja, mi cuerpo reaccionaba a su conducta de una forma inexplicable, la mezcla de emociones, dolor, adrenalina, deseo, eran tan espesa de soportar, que estaba llegando al momento de dejar mi mente en un punto ciego.Sus profundas embestidas sacaban una especie de agonía que estaba llevándome a un sitio desconocido, y en el momento que fui a envolver su cu