Un fuerte tintineo se hizo presente en su cabeza, la sujetó con fuerza mientras trataba de abrir los ojos, la luz del techo se lo estaba negando. En cuanto lo consiguió se encontró con el blanco de unas paredes, un hospital, lo reconoció enseguida. Intentó levantarse y sintió otra punzada en su cabeza, llevó de nuevo sus manos a ésta y esta vez si pudo tomar la venda que cubría su frente y rodeaba su cabeza. Recuerdos de aquella noche llegaron a su cabeza e impulsivamente se levantó, se arrancó las vías y se dispuso a salir de aquel cuarto. No alcanzó a dar ni dos pasos cuando la puerta se abrió dejando ver a un Héctor lleno de ojeras y con el cabello algo desordenado. Se quedó esquelética ¿ Por qué Héctor estaba ahí?¿Dónde estaba su padre? ¿ Dónde estaban sus hermanitas?.— Sube a la cama, no me hagas enojar...— cerró la puerta tras él y caminó hasta el sillón que en estos últimos días había sido su cama, aunque ella nunca se enterraría.— Héctor, yo...— Vuelve a la cama...— la Inte
Los días ahí se hicieron algo largos, pero eran hermosos. Él había conocido esa parte que ella reprimía cuando estaban juntos, esa parte llena de ilusión, de amor, de alegría, llena de vida... La cercanía con esas niñas la hacían bien pero pensar en que pronto le darían el alta le robaba la alegría, sabía que no podría llevarse a las niñas con ella, que él nunca lo permitiría, de hecho daba por seguro que en cuanto llegaran a casa la haría pagar su imprudencia de aquella noche, como antes la había avisado. Llegó, tras una semana de cuidados y vigilancia, llegó el día en el que debía volver a la casa en la que se estaban quedando. Las marcas en su cuello todavía eran muy notorias, las cicatrices de su rostro se irían con el tiempo, al igual que las de sus brazos, aunque las de su espalda, provocadas por las palizas de Héctor, eran otro cuento. Aquella mañana el Sol cubrió el hermoso cielo, era un día precioso. Abrió sus ojos con un pesimismo existencial, lo había razonado por var
Llevó su mano al hombro de la menor y se deshizo del bolso que en él sujetaba, en cuanto éste cayó al suelo, él se acercó aún más, sujetó su cintura con fuerza y la elevó, obligándola a abrazarlo por la cintura con las piernas. El beso se volvía cada vez más asfixiante, a tal extremo que sus pechos comenzaron a doler por la falta de aire. Dejó su boca para bajar a su cuello, besando y mordisqueando con calma. Sus labios fríos sobre su piel la hacían estremecer, tal vez estaba dejándose tocar por sus hermanas pero una parte oscura de ella se sentía bien con él dejando besos sobre sus cicatrices, como si tratara de sanarlas. Comenzó a acercarse a la cama a paso lento, algo que asustó a Regina, pero como el trato decía, debía entregarse a voluntad propia, aunque no esperase que la tomaría ahí mismo. En cuanto cayeron a la cama , con él entre sus piernas, Héctor comenzó a besarla de nuevo, desde hacía tiempo había querido probar esos labios tan finos y delicados, desde hacía meses hab
— Es enorme...— exclamó Nicky observando anonada la mansión ante sus ojos, los cuales brillaron con el enorme jardín lleno de colores que rodeaba la casa.—¿ Vives aquí?— preguntó René algo más calmada.— No, solo estamos pasando unos días...— respondió escondiendo la mirada.— Es enorme...— Nicky comenzó a correr hacia el jardín.— No...Detente — quiso correr tras ella pero Héctor la detuvo del brazo— Ellos la vigilarán, tú debes descansar...— su tono neutro creó un pequeño escalofrío en el cuerpo de la menor, quien solo pudo asentir.— Hay un tobogán...— gritó René sorprendiendo a Regina. Cuando llegaron no había ninguno ¿ De dónde salió?. Miró a Héctor y éste esquivó su mirada.— Cuando se cansen llévalas al cuarto que se las fue asignado y que una de las chicas se encargue de bañarlas y vestirlas...— demandó ganándose el asentimiento del rubio. Sin decir nada más caminaron hasta entrar y encontrarse de nuevo con ese aroma a Italia, el olor de una salsa inundaba la sala e incons
La cena se sirvió según las preferencias de cada presente, esta vez eran cuatro. Héctor como siempre ocupaba el puesto frontal, Regina se había apartado un poco para quedar en medio de sus pequeñas. Después de meses por fin volvía a compartir una cena, en la cual no faltaron risas, anécdotas graciosas, reproches y chistes verdes. Otra esfera cubría la casa en ese momento, una cálida y llena de amor, una que conmovía a la servidumbre. No conocían a Regina de mucho pero habían notado la diferencia entre la muchacha apagada que llegó y la que ahora estaba sonriendo como si en eso se basará la vida. Ésto tampoco pasó desapercibido ante Héctor, quien observaba detenidamente cada mueca que ella realizaba, cada brillo en sus ojos al mirar a esas mocosas y esa voz melosa al recordar o contar una anécdota.— Regina, también era traviesa ¿ Sabes?— le dijo Nicky a Héctor intentando involucrarlo en la conversación. Ambos mayores se miraron y Héctor solo pudo recordar lo que causaban sus travesías
Con dificultad había logrado dormir sobre esas sábanas asquerosas, todo su cuerpo se contraía con cada pensamiento, y tener la mirada de Héctor en su nuca no era algo que redujera la tensión...La sensación de ser envuelta por unos brazos cálidos relajó su cuerpo, por unos segundos se acomodó en esa paz hasta que un tic se hizo en su cabeza y abruptamente se apartó de él. Abrió los ojos desorientada y horrorizada, la mirada neutra de Héctor se posó en ella con indiferencia, aunque por dentro estaba molesto por su acto. Sus ojos algo ahogados en lágrimas se dirigieron hacia la ventana notando el cielo todavía oscuro que cubría el fondo.— Es temprano...— la voz ronca de Héctor se sintió tan cerca, su respiración acarició el cuello de la menor creando un pequeño escalofrío en ella.—¿ Por qué te levantas así?...— acarició su rostro obligándola a mirarlo, en cuanto sus ojos se encontraron una pequeña sonrisa maliciosa apareció entre sus labios — ¿ Te molesta que te abrace?...— acarició s
En el transcurso de los días no había podido abandonar la casa, su hermano la había dejado fortificada, parecía una prisión federal de máxima seguridad. Podría escapar pero tendría que llevarse por delante a varios guardias, además, un escándalo como éste podría llamar la atención de los hombres que llevaban casi dos semanas en un punto ciego al que los guardias de Héctor no daban importancia Aquella mañana el frío mostraba el cambio de tiempo, pronto sería octubre, el viento comenzaba a cambiar. Se suponía que a estas alturas Héctor ya habría vuelto y ella podría salir de esa prisión pero no así fue, por alguna razón que ella desconocía, el viaje se alargó. Eso la enojaba por dentro, quizás él se estaba desquitando con la pequeña o quizás pretendía apartarla por un tiempo.— ¡ Idiota!— bufó apartándose de la ventana, caminó unos cuantos pasos y se sentó en su escritorio, tecleó un par de cosas y aparecieron ante sus ojos las imágenes de la casa de Roma. Miró a cada rincón de la ca
« ¿ Qué hago aquí?»« Quiero volver con mi familia»« Tú no tienes familia »Se hundió en la bañera deseando dejar de respirar, ya no aguantaba tanta agonía, ya ni tenía la cara para sonreírle a sus hermanas. Lo había pensado por mucho tiempo, debía buscar la manera de apartar a sus pequeñas de ella, no quería dejarlas pero y si crecían¿ Acaso no las harían lo mismo? ¿ No las venderían a algún asqueroso de ese maldito círculo?. No podía permitir eso, no cuando ella deseaba escapar.Sintió como tiraron de ella hacia arriba hasta sacarla del agua, con algo de desorientación vió al gris oscuro sujetando sus brazos, su rostro serio como siempre.— ¿ Qué estás haciendo?...— preguntó enojado.— Bañarme, me siento asquerosa...— Te dije que no estuvieras utilizando la bañera...—¿ Qué te da miedo?...— preguntó con frialdad —¿ Piensas en algo que hiciste?...— Ya basta, acaba con eso y ponte algo cómodo, saldremos en una hora...—¿ A qué viejo iremos a ver hoy? ¿ Tengo que cubrir mis heridas?