Cuando Henry abandonó el departamento de Gem Rivers se maldijo a sí mismo. Había ido con la intención de que le diera explicaciones, que le infundiera seguridad y terminó emboscado.
Si quería continuar siendo sumiso de Gemini, debía hacer el internamiento.
De regreso en su casa, e incluso durante el trayecto a esta, buscó en internet información al respecto de lo que conllevaba esa práctica particular; y en ese momento, en que se sentía tan inseguro y aterrado, saber las implicaciones lo volvieron un manojo de nervios.
La primera semana de marzo fue pasando, y el miércoles se sorprendió con la noticia de que Gem Rivers estaba de cumpleaños. Se sintió un poco tonto por no darse por enterado, en especial cuando diversos obsequios estuvieron llegando durante todo el día: ramos de flores, cajas exquisitamente forradas con frondosos lazos de tonos violetas
Hank recordaría esa noche como si fuese un mal sueño brumoso. Después de que su hija Summer le llamó desde el móvil de su hermana y le dijo que un hombre la había tocado, algo dentro de él se rompió, liberando una fuerza arrasadora, dispuesta a acabar con el mundo entero.Fue Gemini la que contuvo esa fuerza de la naturaleza, siendo un dique inamovible, un eje estructural en el universo, actuando con cordura y cabeza fría.Ella le arrebató el teléfono cuando él se puso a vociferar, haciéndole preguntas sobre dónde estaba. Cuándo Henry estuvo a punto de abalanzarse sobre Gem para despojarle del móvil, esta lo miró de forma autoritaria, y colocando una mano sobre su pecho, lo detuvo.―Hola, linda ―dijo al celular con voz extremadamente dulce y cautivadora―. Tu papi va en camino, a buscarte. ¿Ese hombre está allí? ―Esperó
Los siguientes días pasaron como un borrón.Procuraba ir a la oficina un par de horas al día, en especial para no volverse loco de frustración ante la situación; se sentía demasiado culpable por lo acontecido a su hija menor y a ratos la furia hervía dentro de Hank como agua sulfurosa. A Summer le costaba mantenerse alejada de él, así que por petición de su propia madre, la señora Webber, y la maestra de la pequeña ―que le contó que se retraía en un rincón de la clase y no dejaba que nadie se le acercara―, decidió llevar a ambas niñas al psicólogo.La rutina se implantó bastante rápido en esos escasos días. Las dejaba en la escuela temprano en la mañana, muchas veces acompañados del abuelo, que fue presentado a la maestra y al director para darle autorización de retirar a las niñas en caso de que
Hank hubiese querido recordar su sentida declaración de otro modo, estaba entregándose a Gemini de un modo que no se había entregado a nadie más, ni siquiera a Melinda cuando contrajeron nupcias; pero la realidad fue otra, ella no sonrió con ternura ni lo cobijo bajo su mano con el único gesto de cariño que La Ama daba: la tierna caricia reconfortante de sus dedos deslizándose entre sus cabellos; de hecho, lo observó con malicia pura, con una perversidad que lo hizo estremecer.―Será duro, Hank ―le advirtió.―Lo soportaré, Ama.―Sufrirás, Hank ―insistió ella, la inflexión de su voz tenía un tono oscuro―. Dolerá, será una perpetua humillación.―Me mantendré firme.―Tal vez después de eso, incluso durante eso, quieras claudicar ―explicó con frialdad―. Es posible que después de eso, no quieras
Hacer lo que le pidiera llevó a Henry a estar desnudo, portando únicamente su collar de entrenamiento, de rodillas en el suelo del camarote del pequeño yate en el que viajaban. No tenía cabeza ni siquiera para sentirse expuesto por su desnudez.La principal sorpresa no fue que Gem le avisara que el viernes en la mañana partirían para una isla, ni siquiera le extrañó que North Brother Island[1] fuese el destino del internamiento; de un modo deliciosamente irónico, terminar en ese lugar tan tétrico era casi una cuestión kármica. Inclusive, saber que iba a estar desnudo la mayoría del tiempo ―sino casi todo― tampoco lo fue. Lo más asombroso de todo fue conocer la verdadera identidad de Lawrence y Shae.Casi se le cerró la garganta al verlos, pensó que la humillación comenzaba en ese instante cuando, desnudo y con su collar, fue a colocarse donde
Hank no se había percatado del paso del tiempo, pero la escasa luz que entraba por la ventana diminuta de su celda se fue atenuando de un momento a otro; su mente se encontraba en otro plano, volviendo lentamente a la realidad; sentía la piel tirante e irritada, y el jergón donde se hallaba tirado no ayudaba mucho, a pesar de que la espalda y toda la parte posterior de su cuerpo estaba libre de cualquier marca o señal de la tortura previa.Recordó a Gemini, en ese rol tan distante y frío, jugando con su cuerpo y con su cabeza en ese proceso demencial que era el juego del rapto. Se estremeció.Mientras él se preguntaba si aquello le gustaba, si alguna vez había fantaseado con algo similar, las puertas se abrieron. De inmediato se puso en pie, asustado y nervioso de que se volviese a repetir la sesión, pero para su sorpresa, quien estaba en la puerta era La Ama.―Es hora de irnos, Hank ―le infor
Henry despertó por el toque firme de una mano, abrió los ojos algo aturdido y desorientado, para encontrarse con la mirada atenta de Shae que le increpaba para que hiciera algo.―¿Qué? ―preguntó con voz soñolienta.―Que debes levantarte ―repitió ella con firmeza―. Tienes hora y media antes de que La Ama despierte ―informó en voz baja―. Son las siete de la mañana, deben estar listos a las nueve, así que tienes hasta las ocho y media para desayunar, bañarte y acicalarte. Luego tendrán media hora para prepararse para la nueva sesión.El que la mucama le recordara que continuaban en el juego y que tenía que levantarse se sintió como una descarga eléctrica en su cerebro. Se levantó de un salto, sin acordarse de que estaba desnudo y se alejó rumbo al baño.―Ahí no, Hank ―le avisó Shae, mientras doblaba la manta que l
A ratos Hank quería reírse, solo una vez había usado ropa de mujer y fue junto a sus compañeros de universidad ―incluido Pedro Cruz― durante una fiesta de disfraces de la facultad.Claro que aquella vez todo fue muy improvisado, las pelucas eran de una tienda de disfraces, los vestidos los habían adquirido en una tienda de segunda mano y las carteras y accesorios habían salido de las cosas de sus novias.Esa vez, de un modo peculiar, se veía preciosa… a pesar de sus dimensiones.Gemini lo bautizó Halley. Llevaba puesto todo el paquete de mucama, vestido a la medida de color verde agua, delantal blanco con cofia a juego, medias de nailon, zapatos de tacón, peluca rubia de cabello largo con dos trenzas, zarcillos a presión, su collar de sumiso y muñequeras de tela de color blanco. El maquillaje estuvo a mano de Shae y La Ama, de hecho parecían dos niñas pequeña
Henry despertó en la litera del cuarto que compartía con Shae y Lawrence, era domingo y se suponía que sería el último día de su internamiento. Su cuerpo estaba agotado, la extenuación de su mente dominaba todo, había sobrepasado límites jamás pensados, lo que le pasaba factura en ese momento.Se giró sobre sí mismo, tratando de reunir fuerzas para ponerse en pie y presentarse ante La Ama; recordaba vagamente cómo había llegado hasta allí: obnubilado, indefenso, Gemini lo condujo a su cama y se dedicó a acariciar su mejilla con delicadeza, preguntándole ―entre suspiro y suspiro que escapaba de la boca de Hank― si se encontraba bien.Fijó su atención en su maleta, la que había quedado a merced de La Ama cuando bajaron del bote y entraron a la isla; aquello era una señal de que internamiento había concluido, lo cual lo