El lunes en la mañana Hank se presentó a recursos humanos a las nueve, recibió su nueva identificación de la morena con la que estuvo en el baño el jueves en la noche, quien le sonrió coqueta cuando deslizó entre sus manos la tarjeta.
―Deberíamos celebrar tu nuevo ascenso ―lo invitó con voz melosa. Hank le sonrió con malicia y le guiñó un ojo.
―Cuando tengas tiempo, me avisas, preciosa ―respondió él, alejándose de vuelta al elevador para subir al piso cuarenta y tres.
Ella le hizo un gesto de despedida con los dedos, Hank le guiñó el ojo y soltó la respiración cuando las puertas se cerraron. Pocas veces repetía con la misma mujer, después de su divorcio se puso esa pauta para no enredarse con mujeres inapropiadas. Tenía dos hijas y no las iba a exponer a cualquiera que estuviese desesperada por un marido.
<La reunión con el equipo creativo fue divertida, aunque Hank no pudo disfrutarla del todo. Su cabeza divagaba con pensamientos divergentes, entre lo joven que era su nueva jefa, la forma tan innovadora en que se llevaban a cabo los proyectos y que tal vez le iba a tocar aguantarse los caprichos de una recién graduada, que probablemente era la hija del dueño de la agencia.―Henry ―la voz de Gem llamó su atención―. ¿Te gustan los video juegos? ―preguntó con voz sugerente.La forma en que ella se encontraba sentada no era la propia de una jefa: había subido el pie sobre el asiento, flexionando la pierna y apoyaba la barbilla sobre la rodilla, mientras que su mano descansaba en la mesa de reuniones, jugando con el lápiz electrónico de la tableta. La pregunta lo tomó por sorpresa, no esperaba una aproximación tan indiferente y que a la vez dejara entrever tanta malicia, también era co
La primera semana pasó y a pesar de que no se sentía particularmente a gusto con su nueva jefa, cumplió con todas sus obligaciones. El miércoles en la mañana entregó un informe detallado a Cameron sobre el videojuego, explicando los pros y contras del mismo; y como plus adicional, expuso ideas sobre cómo proyectar mejor el producto.Esa misma noche, antes de irse, Gem pasó por su lado mientras él hacía un análisis de impacto entre una campaña antigua y una reciente de uno de los clientes de Nok-Tok para verificar en qué habían diferido las mismas para mejorar las proyecciones de la siguiente; su jefa ―o la señora Rivers como la llamaba para cabrearla sin ningún éxito―, dejó un montículo de caramelos masticables de frutas, diciéndole que eran un premio por su “forma meticulosa de trabajar”.Hank no sabía si se est
El lunes llegó y Hank entró en la oficina portando la bandeja con cafés y la bolsa de papel cerrada. Ni siquiera le preguntó a la cajera qué había allí, simplemente tomó el pedido, pasó la tarjeta y se marchó sin decir nada.Gem estaba recostada en el sofá de la oficina, pero de cabeza. Las piernas descansaban en el espaldar y a lo largo de pared, su cabeza caía por el borde de la silla, dejando que su cabello se arremolinara en el suelo de madera. Lo vio entrar sin decir nada, de hecho, su expresión no cambió, ni siquiera cuando decidió romper su mutismo.―Cada café corresponde a un creativo ―explicó―. Lo que hay en la bolsa es mío.Hank comprendió que era una orden, así que dejó la bolsa sobre el escritorio y salió de nuevo, preguntándose cuál sería el motivo del mal humor de su jefa esa
Los días subsiguientes pasaron sin novedades, aunque a Hank a veces le parecía que Gem sabía lo que había sucedido después de la sesión de fotos, por la forma en que lo observaba sin pestañear por largos minutos. Sus interacciones seguían del mismo modo, Rivers podía ser la persona más simpática del mundo y luego pasar a lanzarte esa mirada que Hank tildó como escalofriante. Él había empezado a identificar un patrón de conducta en su jefa, parecía que cuando estaba contenta comenzaba a repartir dulces u “obsequios”, como el del jueves en la tarde ―más de una semana después de su encuentro con Bettany―, que tras responderle de forma inconsciente con sus solicitados ‘sí o no señora’, y después de una tarde ardua de trabajo, ella se levantó y le avisó que iba a salir por unos quince minutos. ―Dejé algo para ti en la computadora ―le dijo―. Solo dale play al reproductor. La curiosidad pudo más que todo su descontento o sospecha hacia ella, así que apenas
Hank se apareció el viernes como si nada hubiese pasado. Aunque salió bastante ebrio del Spyglass la noche anterior, su amigo tuvo la amabilidad de recibirlo en su departamento y prestarle algo de ropa para que fuese a trabajar, a pesar de que le aseguró que tenía ganas de patearlo por imbécil.―No puedes perder este trabajo, Hank ―le advirtió con severidad mientras iban en un Uber a su casa―. Este es el único sitio, la única agencia a la que le valió mierda tu pasado con Long ¿comprendes eso? ―le preguntó con disgusto.Él asintió dócil. Recordar que el padre de Melinda boicoteó cualquier intento de volver al mundo publicitario removió cosas dentro de su pecho. ¿Acaso el viejo Long no pensaba en sus nietas y en que su padre necesitaba estabilidad para proveerlas?A pesar del dolor de cabeza infernal que tenía a la ma&nti
Aceptó la amonestación de Gem Rivers sin decir nada a pesar de que sentía cómo se formaba dentro de él una úlcera estomacal. Se sorprendió a sí mismo extrañando las interacciones habituales con ella, aunque en sí estas no fuesen normales. Ser ignorado no era agradable, más cuando eso implicaba que las tareas asignadas eran meras bagatelas para mantenerlo ocupado en otras cosas en vez de las importantes que debería llevar el asistente personal de una directora ejecutiva.El día miércoles Melinda le llamó para avisarle que accedía a que las niñas fueran con él a la fiesta, pero como era de esperarse, no le puso las cosas sencillas.―No tienen disfraz, no he tenido tiempo para comprárselos ―le informó con desagrado―. Búscalas después de la escuela para que vayan por un disfraz. Tu
Llegaron a una vieja mansión que parecía abandonada, tenía tres pisos de alto y numerosas ventanas a lo largo de la fachada de pequeños ladrillos de color naranja quemado. Al principio Henry creyó que la dirección era errónea, pero su hermano le hizo ver el montón de vehículos que se alineaban a ambos lados de la entrada y dentro de la propiedad. Se detuvo en el portón, una reja batiente de color oscuro, llena de helechos resecos que se enredaban en cada uno de los travesaños verticales; una imagen bastante típica de una casa encantada en una noche de Halloween.La verja se abrió de forma silenciosa, Hal bromeó sobre el hecho de que era incluso más espeluznante que no emitiera ningún sonido. Se estacionaron entre dos SUV de color oscuro en una de las hileras de carros más alejadas de la casa y se apearon del suyo, conversando sobre tonterías. Hank nece
―¿Estás bien, Hank? ―preguntó Hal al verlo.Henry no sabía qué decir, aún no daba crédito a sus ojos a pesar de que no había nada en el rostro de la mujer del escenario que le hiciese dudar que era su jefa.―Hank, te has puesto pálido ―le hizo notar su hermano con evidente preocupación―. Es en serio, ¿estás bien?―Esa es mi jefa ―musitó en voz baja.―¿Qué dices? ―le increpó inclinándose sobre la mesa para escucharlo mejor― No te oí.―Que la mujer sobre el escenario ―dijo tras aclararse un poco la garganta y con voz más firme―, es mi jefa.Hal miró a Gem sobre el tablado, se veía seductora, segura de sí misma y observaba a la audiencia con picardía. Un suave toque de su mano sobre la cabeza de su sumiso hizo que este se pusiera de pie; el hombre era de la misma estatura que ella, solo