―¿Estás bien, Hank? ―preguntó Hal al verlo.
Henry no sabía qué decir, aún no daba crédito a sus ojos a pesar de que no había nada en el rostro de la mujer del escenario que le hiciese dudar que era su jefa.
―Hank, te has puesto pálido ―le hizo notar su hermano con evidente preocupación―. Es en serio, ¿estás bien?
―Esa es mi jefa ―musitó en voz baja.
―¿Qué dices? ―le increpó inclinándose sobre la mesa para escucharlo mejor― No te oí.
―Que la mujer sobre el escenario ―dijo tras aclararse un poco la garganta y con voz más firme―, es mi jefa.
Hal miró a Gem sobre el tablado, se veía seductora, segura de sí misma y observaba a la audiencia con picardía. Un suave toque de su mano sobre la cabeza de su sumiso hizo que este se pusiera de pie; el hombre era de la misma estatura que ella, solo
El viernes en la mañana Hank apareció en la oficina a la hora habitual, incluso pasó por el café acostumbrado en busca de la orden matutina de siempre, aunque no estaba seguro de si iba a encontrarse a los tres creativos principales y a su jefa en la oficina.Cuando el elevador se abrió a su piso, Merry y Sunny estaban en sus puestos usuales, lo saludaron y comentaron con cierta sorpresa que estuviese usando un atuendo poco formal. Él solo sonrió restándole importancia, pero lo cierto era que estaba tan tenso y con tantas cosas en su cabeza que se puso lo primero que encontró en su armario.―Mi esposa. ―Chasqueó la lengua frustrado por continuar confundiéndose con el término―, mi exesposa quedó en traerme los disfraces, le dije que eran de los hijos de un amigo, para evitar que se le ocurran ideas extrañas ―le explicó a su compañera de piel oscura―. Estoy seg
Realmente no estaba cabreada con Henry Webber, aunque sí esperó mucho más que esa actitud tan infantil y machista de él. ¿En serio había intentado chantajearla con sus preferencias sexuales? Le dio risa, y tuvo que hacer un esfuerzo notorio por no volver a carcajearse por el asunto; más cuando él continuaba lanzándole miradas de hito en hito, procurando que ella no lo notara. Estaba acostumbrada a que la subestimaran, toda su vida había sido de ese modo, luchando más que los demás para conseguir las mismas cosas… Y no sufrió eso nada más, porque vivió en carne propia la discriminación, solo por el simple hecho de que era gitana y a las niñas gitanas las casaban muy jóvenes, las sacaban de las escuelas antes de terminarlas, eran consideradas escandalosas y estrafalarias. Pero ese no era problema de ella, sino de los demás; como era problema de Henry ese mal humor que cargaba desde el primer día de trabajo en ese piso y su misoginia pendeja. Por
―Avísale a mantenimiento que dejen la sala impecable, por favor ―pidió Gem al finalizar la reunión.Hank levantó la vista de su tableta y la miró con desconfianza, ella no se dio por aludida ante su escrutinio, estaba dando una orden y esperaba que la cumpliera.―¿Por qué cambiaste de opinión? ―preguntó él cuando salió el último de sus compañeros y quedaron solos.―Porque mañana debes estar en la reunión conmigo ―respondió ella―, además creo que tuviste suficiente humillación hoy por parte de tu ex y yo no quiero hacer lo mismo, humillarte ―explicó―, quiero darte una lección de humildad, son dos cosas diferentes.El ceño fruncido de Hank se pronunció muchos más, Gem soltó una risita de burla.―Yo no soy como su exesposa, señor Webber ―declaró ella con diversi&oacu
La ruta al bar fue en silencio, se movieron a pie entre el gentío que pululaba en Time Square a esa hora, que iba en busca de aventuras y las luces nocturnas. Gem parecía saber hacia dónde se dirigían, él solo se limitó a seguirla. Llegaron al Fairfield al oeste de la Calle 40 y subieron hasta el Sky Room, un bar de azotea bastante conocido, que disfrutaba de vistas de trescientos sesenta grados de toda Manhattan. El lugar estaba algo concurrido, un tanto anormal para un sábado tan temprano en la noche; aunque eso jugó a favor de ellos para conseguir una mesa en la parte de afuera y en un buen sitio. La camarera llegó de inmediato, apenas si soltaron sus abrigos sobre el espaldar bajo de los sillones modulares; Gem pidió una cerveza para empezar, Hank la imitó, y mientras la chica latina iba hasta la barra por sus pedidos, ambos se acomodaron en una esquina donde podían deleitarse con la vista, estar cómodos y disfrutar algo de intimidad. Henry se se
Hank pasó la siguiente semana en una montaña rusa.Esa era la única expresión que se ajustaba a lo que padecía. El domingo estuvo meditando en las palabras que su jefa le dijo, sobre la rendición, el cariño, la liberación y todo eso… sonaba muy tentador, pero en el fondo no se sentía capaz de entregarse a nada de ello, ni tampoco actuar un papel de dominante. Algo en el tono de la morena le hacía sentir que aquello iba más allá de un juego de alcoba, no era solo encontrarse para follar tras una buena azotaina.De a ratos se sentía un tanto sobrepasado por todo, en especial cuando le parecía que Gem buscaba seducirlo. Ella se acercaba demasiado, exponiendo su cuello, dejando que sus muslos se notaran exageradamente seductores cuando usaba minifaldas y decidía subir las piernas sobre el escritorio. Claro que estas presunciones se iban por el caño cuando
El comportamiento de Gem empezó a ser un tanto confuso, Hank lo notó casi una semana después cuando el chico de mensajería se detuvo en la oficina para hablar con ella.―Señorita Rivers ―llamó con nerviosismo―. Llegó otro.El chico extrajo un sobre de color violeta, este se encontraba dentro de una de las bolsitas plásticas que su jefa guardaba en su escritorio.―Gracias ―respondió ella, tomando lo que le tendían―. ¿Viste quién la entregó? ―preguntó con tranquilidad. No abrió el sobre, se limitó a ponerlo en la misma gaveta que el anterior.―No, señora ―contestó el mensajero―. Pero le expliqué a mis compañeros sobre esto para que estuvieran atentos. Dicen que llegó en el servicio de correspondencia regular.―De acuerdo. ―Asintió ella con una sonrisa conciliadora―. Gracias de nuevo. Cualquier cosa
Hank se bajó del taxi y se encaminó a la entrada del 740 Park Avenue en Lenox Hill en la Calle 71. El imponente edificio de diecinueve pisos tenía muchas de sus ventanas iluminadas y su grandiosa estructura resaltaba contra la calle. Un caballero vestido de portero se apresuró a abrirle la puerta del vestíbulo, se maravilló ante la cuidada decoración Art Deco que poseía el lugar. Ese edificio era uno de los más icónicos en la isla, limitado para personas irrisoriamente millonarias.«¿Con qué clase de personas te codeas, Gem Rivers?» se preguntó mentalmente.―¿Señor Webber? ―le preguntó un hombre que claramente era un mayordomo―. ¿Henry Webber?―Sí, soy yo ―respondió de inmediato. Se sentía vestido de forma inapropiada para la ocasión, en ese momento extrañó sus trajes de eje
«Mantén la cabeza abajo, mantén la cabeza abajo.»Procuró fijarse en el intrincado patrón de la alfombra, en maximizar las sensaciones suaves del tejido en sus rodillas. Su vista periférica se iba fijando en las rótulas y pantorrillas de hombres ataviados en finos pantalones de vestir, con zapatos lustrosos de marcas de lujo.―Aquí ―indicó su jefa y él se detuvo. Levantó la vista para notar dónde debía hacerse. Justo al lado de un hombre de piel morena, que iba en ropa interior oscura y portaba un collar de cuero muy ajustado.Mientras se acomodaba al lado del sumiso, buscando arrodillarse en la posición más cómoda, aprovechó de hacer un barrido fugaz con sus ojos. Se moría de curiosidad por ver quiénes estaban en aquella fiesta peculiar.Reconoció a dos de los hombres que estaban allí, ambos hab&