Aceptó la amonestación de Gem Rivers sin decir nada a pesar de que sentía cómo se formaba dentro de él una úlcera estomacal. Se sorprendió a sí mismo extrañando las interacciones habituales con ella, aunque en sí estas no fuesen normales. Ser ignorado no era agradable, más cuando eso implicaba que las tareas asignadas eran meras bagatelas para mantenerlo ocupado en otras cosas en vez de las importantes que debería llevar el asistente personal de una directora ejecutiva.
El día miércoles Melinda le llamó para avisarle que accedía a que las niñas fueran con él a la fiesta, pero como era de esperarse, no le puso las cosas sencillas.
―No tienen disfraz, no he tenido tiempo para comprárselos ―le informó con desagrado―. Búscalas después de la escuela para que vayan por un disfraz. Tu
Llegaron a una vieja mansión que parecía abandonada, tenía tres pisos de alto y numerosas ventanas a lo largo de la fachada de pequeños ladrillos de color naranja quemado. Al principio Henry creyó que la dirección era errónea, pero su hermano le hizo ver el montón de vehículos que se alineaban a ambos lados de la entrada y dentro de la propiedad. Se detuvo en el portón, una reja batiente de color oscuro, llena de helechos resecos que se enredaban en cada uno de los travesaños verticales; una imagen bastante típica de una casa encantada en una noche de Halloween.La verja se abrió de forma silenciosa, Hal bromeó sobre el hecho de que era incluso más espeluznante que no emitiera ningún sonido. Se estacionaron entre dos SUV de color oscuro en una de las hileras de carros más alejadas de la casa y se apearon del suyo, conversando sobre tonterías. Hank nece
―¿Estás bien, Hank? ―preguntó Hal al verlo.Henry no sabía qué decir, aún no daba crédito a sus ojos a pesar de que no había nada en el rostro de la mujer del escenario que le hiciese dudar que era su jefa.―Hank, te has puesto pálido ―le hizo notar su hermano con evidente preocupación―. Es en serio, ¿estás bien?―Esa es mi jefa ―musitó en voz baja.―¿Qué dices? ―le increpó inclinándose sobre la mesa para escucharlo mejor― No te oí.―Que la mujer sobre el escenario ―dijo tras aclararse un poco la garganta y con voz más firme―, es mi jefa.Hal miró a Gem sobre el tablado, se veía seductora, segura de sí misma y observaba a la audiencia con picardía. Un suave toque de su mano sobre la cabeza de su sumiso hizo que este se pusiera de pie; el hombre era de la misma estatura que ella, solo
El viernes en la mañana Hank apareció en la oficina a la hora habitual, incluso pasó por el café acostumbrado en busca de la orden matutina de siempre, aunque no estaba seguro de si iba a encontrarse a los tres creativos principales y a su jefa en la oficina.Cuando el elevador se abrió a su piso, Merry y Sunny estaban en sus puestos usuales, lo saludaron y comentaron con cierta sorpresa que estuviese usando un atuendo poco formal. Él solo sonrió restándole importancia, pero lo cierto era que estaba tan tenso y con tantas cosas en su cabeza que se puso lo primero que encontró en su armario.―Mi esposa. ―Chasqueó la lengua frustrado por continuar confundiéndose con el término―, mi exesposa quedó en traerme los disfraces, le dije que eran de los hijos de un amigo, para evitar que se le ocurran ideas extrañas ―le explicó a su compañera de piel oscura―. Estoy seg
Realmente no estaba cabreada con Henry Webber, aunque sí esperó mucho más que esa actitud tan infantil y machista de él. ¿En serio había intentado chantajearla con sus preferencias sexuales? Le dio risa, y tuvo que hacer un esfuerzo notorio por no volver a carcajearse por el asunto; más cuando él continuaba lanzándole miradas de hito en hito, procurando que ella no lo notara. Estaba acostumbrada a que la subestimaran, toda su vida había sido de ese modo, luchando más que los demás para conseguir las mismas cosas… Y no sufrió eso nada más, porque vivió en carne propia la discriminación, solo por el simple hecho de que era gitana y a las niñas gitanas las casaban muy jóvenes, las sacaban de las escuelas antes de terminarlas, eran consideradas escandalosas y estrafalarias. Pero ese no era problema de ella, sino de los demás; como era problema de Henry ese mal humor que cargaba desde el primer día de trabajo en ese piso y su misoginia pendeja. Por
―Avísale a mantenimiento que dejen la sala impecable, por favor ―pidió Gem al finalizar la reunión.Hank levantó la vista de su tableta y la miró con desconfianza, ella no se dio por aludida ante su escrutinio, estaba dando una orden y esperaba que la cumpliera.―¿Por qué cambiaste de opinión? ―preguntó él cuando salió el último de sus compañeros y quedaron solos.―Porque mañana debes estar en la reunión conmigo ―respondió ella―, además creo que tuviste suficiente humillación hoy por parte de tu ex y yo no quiero hacer lo mismo, humillarte ―explicó―, quiero darte una lección de humildad, son dos cosas diferentes.El ceño fruncido de Hank se pronunció muchos más, Gem soltó una risita de burla.―Yo no soy como su exesposa, señor Webber ―declaró ella con diversi&oacu
La ruta al bar fue en silencio, se movieron a pie entre el gentío que pululaba en Time Square a esa hora, que iba en busca de aventuras y las luces nocturnas. Gem parecía saber hacia dónde se dirigían, él solo se limitó a seguirla. Llegaron al Fairfield al oeste de la Calle 40 y subieron hasta el Sky Room, un bar de azotea bastante conocido, que disfrutaba de vistas de trescientos sesenta grados de toda Manhattan. El lugar estaba algo concurrido, un tanto anormal para un sábado tan temprano en la noche; aunque eso jugó a favor de ellos para conseguir una mesa en la parte de afuera y en un buen sitio. La camarera llegó de inmediato, apenas si soltaron sus abrigos sobre el espaldar bajo de los sillones modulares; Gem pidió una cerveza para empezar, Hank la imitó, y mientras la chica latina iba hasta la barra por sus pedidos, ambos se acomodaron en una esquina donde podían deleitarse con la vista, estar cómodos y disfrutar algo de intimidad. Henry se se
Hank pasó la siguiente semana en una montaña rusa.Esa era la única expresión que se ajustaba a lo que padecía. El domingo estuvo meditando en las palabras que su jefa le dijo, sobre la rendición, el cariño, la liberación y todo eso… sonaba muy tentador, pero en el fondo no se sentía capaz de entregarse a nada de ello, ni tampoco actuar un papel de dominante. Algo en el tono de la morena le hacía sentir que aquello iba más allá de un juego de alcoba, no era solo encontrarse para follar tras una buena azotaina.De a ratos se sentía un tanto sobrepasado por todo, en especial cuando le parecía que Gem buscaba seducirlo. Ella se acercaba demasiado, exponiendo su cuello, dejando que sus muslos se notaran exageradamente seductores cuando usaba minifaldas y decidía subir las piernas sobre el escritorio. Claro que estas presunciones se iban por el caño cuando
El comportamiento de Gem empezó a ser un tanto confuso, Hank lo notó casi una semana después cuando el chico de mensajería se detuvo en la oficina para hablar con ella.―Señorita Rivers ―llamó con nerviosismo―. Llegó otro.El chico extrajo un sobre de color violeta, este se encontraba dentro de una de las bolsitas plásticas que su jefa guardaba en su escritorio.―Gracias ―respondió ella, tomando lo que le tendían―. ¿Viste quién la entregó? ―preguntó con tranquilidad. No abrió el sobre, se limitó a ponerlo en la misma gaveta que el anterior.―No, señora ―contestó el mensajero―. Pero le expliqué a mis compañeros sobre esto para que estuvieran atentos. Dicen que llegó en el servicio de correspondencia regular.―De acuerdo. ―Asintió ella con una sonrisa conciliadora―. Gracias de nuevo. Cualquier cosa