Una semana pasaba, el viernes se cernió sobre ellos con temperaturas cada vez más frías. La primera nevada cayó ese día, cubriendo con su manto de blancura todas las calles. Casi estuvo tentado de llamar a su jefa para decir que estaba enfermo, en especial después de haber visto a sus hijas el día anterior, preocupadas por las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, porque ambas deseaban pasarlas con sus padres y era imposible.
Al menos esperaba que Melinda le dejara las niñas para alguno de los dos días de celebración.
Fue su madre quien tocó su puerta para ofrecerle una taza enorme de chocolate humeante, esa acción le trajo memorias de los viejos tiempos de su infancia y adolescencia, cuando todo era más sencillo. Mientras se tomaba el dulce brebaje, mirando por la ventana de su habitación, fue consciente del paso del tiempo. El año se estaba escurriendo inde
El Club Medianoche era todo lo que esperaba Henry y a la vez no.Cuando llegaron al lugar, fueron recibidos en una pequeña sala donde les hicieron un par de preguntas, similares a las que les hicieron en la fiesta de Halloween antes de entrar. El sitio parecía un poco como el calabozo de Spintria al que fue con Gem, un espacio agradable donde dejaban sus abrigos y recibían una pequeña inducción de lo que iban a encontrar apenas traspasaran las puertas que los separaban del verdadero club, ya que era la primera vez que iban.Antes de salir, Hank había optado por sacarse la corbata y el blazer, dejándose solo el suéter y la camisa, que arremangó sobre sus antebrazos para adoptar un aspecto menos formal, también para que quedara a la vista la pulsera de consideración entregada por La Ama Gemini. Por suerte, Hal ni se dio por enterado de la misma, no hizo preguntas, ni si quiera se mostró i
El resto de diciembre fue pasando de forma frustrantemente lenta, Henry no se sentía orgulloso de su comportamiento, pero no podía evitarlo, los viejos hábitos habían retornado y sentía un creciente rechazo contra su jefa.Hank sabía que ese extraño puritanismo nacía del miedo, sin embargo, en ese momento era su único salvavidas. Tras la visita al Club Medianoche, los hermanos Webber volvieron al departamento envueltos en un pesado silencio, cada uno cavilando su personalísima experiencia. Una vez en el SoHo, bebieron hasta caer inconscientes, y aunque no alcanzaba a recordar todo lo que se dijeron, al menos le quedaba la tranquilidad de no haber soltado prenda sobre Gem.En cambio, Hal disertó sobre lo diferente que se había sentido ser azotado, en comparación con las veces que hizo lo mismo con Sienna, no encontró nada atractivo en ello.―Menos mal no me presentas
―Quítate la ropa ―ordenó Gem al entrar.Hank estaba ofuscado todavía, sumado a la expectativa y la ansiedad, su estado de aturdimiento era enorme.―¿Qué? ―preguntó, de pie en medio de la sala del apartamento de su jefa.La decoración del sitio era tan ecléctica como su dueña, Gem Rivers vivía en Turtle Bay, en un edificio en la esquina de la Calle 49. El mismo estaba paralelo a la autovía FDR, y tenía vistas al Río Este. La construcción solía ser una fábrica, que fue adaptada para crear apartamentos de estilo moderno e industrial, con paredes de ladrillo, vigas metálicas y pisos de porcelanato de color gris plomo que daban un aire de concreto pulido.Cuando Henry estuvo allí la vez anterior, no entró en el departamento de su jefa, de hecho, la entrega de las medicinas a sus vecinos sirvió también para que dejar
Después de la noche de Navidad, volvieron el jueves al trabajo. A petición de Gem ―la jefa― Henry fue hasta recursos humanos y le pidió disculpas a Lizzie. Le explicó someramente que no estaba disponible a nivel emocional para ningún tipo de relación, porque estaba enfocado en resolver la situación de la custodia de sus hijas, así que no disponía de tiempo para nada más.La morena aceptó las disculpas, aunque su actitud arisca demostró que continuaba dolida, lo que hizo que fuese mejor para sus intenciones porque funcionaba para evitar que ella intentara buscar sus favores sexuales de nuevo.Tenía mucho en qué pensar, su primera sesión de BDSM fue extrañamente… satisfactoria, pero sentía que se había perdido algo fundamental. Las palabras finales de Gem resonaban en su cabeza, en especial el hecho de lo mucho que le recalcó que era
Hank se encontraba nervioso, si tres meses atrás le hubiesen dicho que iba a tener una relación de esa índole con su jefa habría tildado de loco a quien fuese.Lo más impresionante era comprender la forma en que todo evolucionó entre ellos, y aunque sostenía que Gem Rivers no le caía bien al cien por ciento, al menos tenía dos cosas muy en claro.Primero, su jefa era una persona capaz y profesional.Segundo, aunque todavía dudaba y había camino que recorrer, sentía que podía confiar en ella.Los padres de Henry anunciaron que pasarían esa fecha en Long Island con la hermana menor de su padre. Así que este no tuvo reparo en que se quedara con el carro, porque según sus propias palabras “aceptar una invitación de tu jefe era el primer paso para ascender en tu empleo”. Casi quiso decirle que la fiesta no era de índole labo
Gemini sonrió ante aquella muestra de respeto. Se notaba que Henry Webber había hecho un esfuerzo por comprender y aceptar las formas que las prácticas del BDSM promulgaban.Lo mantuvo en esa posición durante unos minutos, midiendo si era capaz de mantenerse cabizbajo, controlando su ansiedad y anticipación. Sonrió con malicia, apretando con suavidad la caja entre sus manos.―Mentiría si te digo que lo voy a pensar ―respondió con lentitud, controlando el tono de su voz. Hank permaneció con la cabeza agachada, enfocando sus ojos a los pies de Gem―. Creo que decidí hacerte mi sumiso desde que me retaste con contarles a todos en la oficina que era Dominante.Henry sintió un leve escalofrío, aquella confesión le hizo darse cuenta de que no había escapatoria.―Culpa a tu amiga Bettany ―soltó ella con desdén―. Ella es la causante de todo esto, Hank.
Después de poner las pautas, Henry parecía saturado de información y algo aturdido. Gemini, como buena Dominante, sabía que tenía que adelantarse a ciertas necesidades de su nuevo sumiso; él no sabía con exactitud qué quería experimentar, todavía quedaban prejuicios por desmontar, así que tenía que ir con cuidado, con mucho tiento, guiándolo en el camino del oscuro placer que estaba descubriendo.La última aclaratoria fue sobre las sesiones como tal. Podían durar solo unos minutos o un par de horas. Podían ser suaves o intensas. También existían unas más largas que se conocían como internamientos o internados, incluso las sesiones de exhibición como la vivida en Park Avenue, pero lo más importante de todo eso era que él iba a tener siempre un espacio seguro para disfrutar del envión de adrenalina, hormonas y en
Escuchó a Hank trasteando por la casa, sonrió ante la resistencia del hombre, que tras unas horas decidía irse de allí sin más. Ella no lo hubiese dejado marcharse si no lo creía conveniente, pero parte de dar un buen cuidado previo era también darle el espacio para que asimilara lo sucedido.Hank, en su sentido más literal, estaba llevando a cabo ese lema de “Año nuevo, vida nueva” al pie de la letra.Supuso que no estaba tan disperso porque su primera sesión había sido, con mucho, más intensa; ahora él se encontraba contrastando las diferencias entre la liberación emocional contra la liberación mental. La primera vez ella lo quebró a conciencia, demostrándole que era mejor que el dique se rompiera y la avalancha la recibiera alguien con poder para ayudarlo. Esa noche él se entregó a sí mismo, viviendo la experiencia c