―Jodeeeeer, Haaaank ―gimió casi sin aliento, la morena de recursos humanos, cuando explotó con su segundo orgasmo de esa noche. Él le tapó la boca con la misma mano con la que segundos antes había estado estimulando su clítoris, mientras continuaba bombeando dentro de su sexo sin detenerse.
Hannah, Claire o Sarah ―no estaba seguro de su nombre―, empezó a chupar sus dedos con ahínco, paladeando su propio sabor, a la vez que con las manos separaba más sus nalgas para facilitarle la faena.
Ellos llevaban filtreando poco más de dos semanas, y esa noche, en la que le tocó quedarse trabajando en el análisis de un estudio de mercado, se apareció con una caja de donas de dieta y un par de vasos con un café con leche cremoso y caliente de Starbucks.
Anne ―o como sea que se llamase―, se sentó sobre la esquina de su escritorio, vistiendo una minifalda de tela b
El viernes, Pedro y Hank se encontraron en una cafetería que se situaba a dos cuadras del edificio que albergaba las oficinas de Nok-Tok. Time Square era un hervidero de gente a esa hora de la mañana, y los cafés y restaurantes estaban a rebosar; por suerte, Pedro Cruz era un cliente habitual, también vivía haciéndole ojitos a la camarera y él estaba seguro que su amigo ya se la había llevado a la cama en más de una ocasión, porque solo por galante no se conseguía una mesa disponible en un café en Manhattan a primera hora de la mañana.Hank desayunaba con ahínco después de haber pasado dos horas en el gimnasio y haber corrido una hora por Central Park. Siempre que podía hacía su acostumbrada rutina de ejercicios; se había vuelto un hábito, tras el divorcio, hacer cuatro horas al día en el gimnasio, correr una y luego practicar kickboxing.
El lunes en la mañana Hank se presentó a recursos humanos a las nueve, recibió su nueva identificación de la morena con la que estuvo en el baño el jueves en la noche, quien le sonrió coqueta cuando deslizó entre sus manos la tarjeta.―Deberíamos celebrar tu nuevo ascenso ―lo invitó con voz melosa. Hank le sonrió con malicia y le guiñó un ojo.―Cuando tengas tiempo, me avisas, preciosa ―respondió él, alejándose de vuelta al elevador para subir al piso cuarenta y tres.Ella le hizo un gesto de despedida con los dedos, Hank le guiñó el ojo y soltó la respiración cuando las puertas se cerraron. Pocas veces repetía con la misma mujer, después de su divorcio se puso esa pauta para no enredarse con mujeres inapropiadas. Tenía dos hijas y no las iba a exponer a cualquiera que estuviese desesperada por un marido.<
La reunión con el equipo creativo fue divertida, aunque Hank no pudo disfrutarla del todo. Su cabeza divagaba con pensamientos divergentes, entre lo joven que era su nueva jefa, la forma tan innovadora en que se llevaban a cabo los proyectos y que tal vez le iba a tocar aguantarse los caprichos de una recién graduada, que probablemente era la hija del dueño de la agencia.―Henry ―la voz de Gem llamó su atención―. ¿Te gustan los video juegos? ―preguntó con voz sugerente.La forma en que ella se encontraba sentada no era la propia de una jefa: había subido el pie sobre el asiento, flexionando la pierna y apoyaba la barbilla sobre la rodilla, mientras que su mano descansaba en la mesa de reuniones, jugando con el lápiz electrónico de la tableta. La pregunta lo tomó por sorpresa, no esperaba una aproximación tan indiferente y que a la vez dejara entrever tanta malicia, también era co
La primera semana pasó y a pesar de que no se sentía particularmente a gusto con su nueva jefa, cumplió con todas sus obligaciones. El miércoles en la mañana entregó un informe detallado a Cameron sobre el videojuego, explicando los pros y contras del mismo; y como plus adicional, expuso ideas sobre cómo proyectar mejor el producto.Esa misma noche, antes de irse, Gem pasó por su lado mientras él hacía un análisis de impacto entre una campaña antigua y una reciente de uno de los clientes de Nok-Tok para verificar en qué habían diferido las mismas para mejorar las proyecciones de la siguiente; su jefa ―o la señora Rivers como la llamaba para cabrearla sin ningún éxito―, dejó un montículo de caramelos masticables de frutas, diciéndole que eran un premio por su “forma meticulosa de trabajar”.Hank no sabía si se est
El lunes llegó y Hank entró en la oficina portando la bandeja con cafés y la bolsa de papel cerrada. Ni siquiera le preguntó a la cajera qué había allí, simplemente tomó el pedido, pasó la tarjeta y se marchó sin decir nada.Gem estaba recostada en el sofá de la oficina, pero de cabeza. Las piernas descansaban en el espaldar y a lo largo de pared, su cabeza caía por el borde de la silla, dejando que su cabello se arremolinara en el suelo de madera. Lo vio entrar sin decir nada, de hecho, su expresión no cambió, ni siquiera cuando decidió romper su mutismo.―Cada café corresponde a un creativo ―explicó―. Lo que hay en la bolsa es mío.Hank comprendió que era una orden, así que dejó la bolsa sobre el escritorio y salió de nuevo, preguntándose cuál sería el motivo del mal humor de su jefa esa
Los días subsiguientes pasaron sin novedades, aunque a Hank a veces le parecía que Gem sabía lo que había sucedido después de la sesión de fotos, por la forma en que lo observaba sin pestañear por largos minutos. Sus interacciones seguían del mismo modo, Rivers podía ser la persona más simpática del mundo y luego pasar a lanzarte esa mirada que Hank tildó como escalofriante. Él había empezado a identificar un patrón de conducta en su jefa, parecía que cuando estaba contenta comenzaba a repartir dulces u “obsequios”, como el del jueves en la tarde ―más de una semana después de su encuentro con Bettany―, que tras responderle de forma inconsciente con sus solicitados ‘sí o no señora’, y después de una tarde ardua de trabajo, ella se levantó y le avisó que iba a salir por unos quince minutos. ―Dejé algo para ti en la computadora ―le dijo―. Solo dale play al reproductor. La curiosidad pudo más que todo su descontento o sospecha hacia ella, así que apenas
Hank se apareció el viernes como si nada hubiese pasado. Aunque salió bastante ebrio del Spyglass la noche anterior, su amigo tuvo la amabilidad de recibirlo en su departamento y prestarle algo de ropa para que fuese a trabajar, a pesar de que le aseguró que tenía ganas de patearlo por imbécil.―No puedes perder este trabajo, Hank ―le advirtió con severidad mientras iban en un Uber a su casa―. Este es el único sitio, la única agencia a la que le valió mierda tu pasado con Long ¿comprendes eso? ―le preguntó con disgusto.Él asintió dócil. Recordar que el padre de Melinda boicoteó cualquier intento de volver al mundo publicitario removió cosas dentro de su pecho. ¿Acaso el viejo Long no pensaba en sus nietas y en que su padre necesitaba estabilidad para proveerlas?A pesar del dolor de cabeza infernal que tenía a la ma&nti
Aceptó la amonestación de Gem Rivers sin decir nada a pesar de que sentía cómo se formaba dentro de él una úlcera estomacal. Se sorprendió a sí mismo extrañando las interacciones habituales con ella, aunque en sí estas no fuesen normales. Ser ignorado no era agradable, más cuando eso implicaba que las tareas asignadas eran meras bagatelas para mantenerlo ocupado en otras cosas en vez de las importantes que debería llevar el asistente personal de una directora ejecutiva.El día miércoles Melinda le llamó para avisarle que accedía a que las niñas fueran con él a la fiesta, pero como era de esperarse, no le puso las cosas sencillas.―No tienen disfraz, no he tenido tiempo para comprárselos ―le informó con desagrado―. Búscalas después de la escuela para que vayan por un disfraz. Tu