CAPÍTULO LXII

Aston sabía que estaba enamorado de Fira, pero supo que estaba verdaderamente perdido cuando se dio cuenta que adoraba cómo los rayos del sol, que se filtraban por la enorme ventana principal, se colaban entre las hebras de su cabello oscuro, generando filamentos de luz que se fragmentaban en los colores del arcoíris.

Cada uno estaba de costado, mirándose directo a la cara, en silencio, enrollados en las cobijas. Un pezón juguetón se asomaba por entre los mechones de cabello que caían sobre el pecho de la mestiza.

Él rogaba porque el momento no terminara, aunque sentía el cansancio acercase indetenible para aferrarse a su cuerpo, haciéndole temer que caería dormido en cualquier momento. Habían hecho el amor de distintas maneras; después de una ronda cariñosa, Fira había saltado sobre él y cabalgado su miembro como si su vida dependiera de ello. Aston vio la c

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