Una vez en la habitación, Mariana me trajo un hermoso vestido de color azul marino. La falda amplia tenía delicadas aplicaciones con detalles de bordados negros; ella completó el atuendo con zarcillos que le hacían juegos; al principio no lo acepté, pero ella me insistió y me convenció diciéndome que era solo por esta ocasión. —Es solamente una misa Mariana, este atuendo es muy exagerado, yo preferiría algo más sencillo. —Deje de ser tan intrínseca. Este modelo es sencillo. Una mujer debe andar con elegancia. Debes irte acostumbrando. Si aceptas a Arturo, de una vez te digo que este vestido que contemplas lucirá sumamente sencillo delante de los que tendrás que usar en Londres, ¿O pretenderás ir al teatro con un traje tan insípido? —Pero resulta que no voy al teatro, sino a misa —le recordé. —Déjate de necedades y vístete —luego salió de la alcoba sin dejarme protestar. Mi preparación personal ya estaba casi completada; Mariana había enviado a una de las muchachas
Sentí toda la fuerza de mi cruz en la espalda, mi calvario se volvía más profundo con cada paso que daba. La ruta hacia la capilla era larga, quería llorar y gritar, sabía que cuando lo viera no sería capaz de contener la tranquilidad. Al entrar en el salón, oí a Mariana decir que estaba el conde, y como Arturo me lo había advertido, no solo estaba el sacerdote, sino también Rodolfo y Adrián. Adrián, al verme, se alejó de Rodolfo de inmediato; pude percibir cómo su mirada se volvía iracunda al contemplar al conde cercano a mí. Mi cuerpo quedó paralizado, el odio se había ido y el corazón amenazaba con estallar debido a un ataque fulminante; las lágrimas comenzaron a emerger de mis ojos cuando contemplé su rostro, tanto tiempo sin verlo me había dejado casi moribunda y mis recuerdos no le hacían justicia a aquel rostro tan amado. Nada de lo que sentía había perdido intensidad, todo lo contrario, estaba más encendido que nunca. Aquel momento, la vida me demostraba una vez más qu
Adrián. Al pronunciar aquellas palabras, Arturo me aceptó la invitación y nos dirigimos a otro plano donde todo el entorno era igual, pero más gris, donde los objetos eran inanimados e inertes. Mi deber era rescatar a Estefanía y a mi familia de ese monstruo que se hacía pasar por conde y que cobraba vidas de inocentes por las noches. —¡Dónde están Estefanía y mi padre! —terminé de romper el silencio, él me miró con cara de no entender. —Eres difícil de comprender, ¿No fuiste tú quien me solicitó que nos presentáramos sin máscaras... sin juegos? Es lo que hago, nos llevaré a ambos a otro plano idéntico —sonrío. —Entonces decidiste quitarte el antifaz, pero solo para mí… Eres un cobarde ¿Por qué no lo haces también delante de ella? Temes que se caiga la farsa y ella permanezca conmigo; no puedes negar que su corazón me pertenece, aunque las circunstancias la hayan impulsado a ti. —En cuanto a las máscaras, digamos que casi nunca las uso, pero debes entender que en un mu
—¡Jamás asqueroso centinela! Yo no tomaré parte en su lucha —el odio en él se translucía y vi sus ojos volverse rojos, luego se posaron en mí; seguidamente otros invitados se unieron a él. Lavied y su bruja se situaron al lado de su protegido, yo tampoco estaba solo; ya Bacco se unía a mí y a Alyan. —Voy a llevarme a Estefanía, pero antes voy a romper esta pared, ya no deseo ser resguardado ¡Lo has logrado Adrián, voy por ti y que empiece de una vez esta m*****a batalla, voy a torturarte tanto que desearás morir! —¡Hazlo! ¿Qué esperas? —Arturo dejó ver una de sus caras violentas, la ira había hecho relucir el verdor de las venas de su rostro. —¡Ha comenzado a conjurar un hechizo del libro oscuro para quebrar el sortilegio! —exclamó Bacco. El viento comenzó a brotar con más fuerza, pero su hechicera lo detuvo. —¡No dejes que te gane la ira, le estás dando más fuerza! —Arturo no le hizo caso, entretanto, yo rezaba porque continuara quebrando el escudo. Bacco me contempló, s
—No debiste hacerlo, no debiste permitir que él viniera. ¿Qué deseaba probar? —¿Qué quería probar? —repitió—. ¡Por favor! Solo quería actuar de manera transparente, tu padre tiene todo el derecho, al igual que tu hermano, de saber que estás bien. Era tu obligación enfrentar esta odisea y él mío de informarles su ubicación; no puedes condenar a nadie a sufrir el abismo de la incertidumbre —sus palabras me desalmaron—. Estefanía, sé que este día fue muy difícil para muchos, pero yo no puedo permitir que la situación se enfríe para tomar las riendas. Durante la discusión, le gritaste a tu hermano que te casarías conmigo, así que dime ¿Lo dijiste en serio o fue para alejarlo de ti? —. Su pregunta había sido directa y yo respondería con la misma claridad. Me acerqué a él hasta quedar muy cerca y le di la cara; por primera vez no sentí miedo, el dolor me daba empuje para tener seguridad y fortaleza, como había dicho Mariana. Las cartas estaban echadas y yo debía poner mis condiciones y a
—¡Nos tenías a todos con el alma en la boca! Rodolfo me informó de tu llegada y por eso he venido. —Libia —dije con la voz quebrada y la abracé, al hacerlo sentí la presencia de mi abuela, eso logró que llorara aún más. —Ya no llores Estefanía, todos estamos felices de tu regreso a casa. —No lo estoy Libia. —Rodolfo también está mal, sé que se encuentra arrepentido de sus malas decisiones; lo que me dijiste esa tarde en mi casa era verdad, tus sospechas no eran infundadas, era el llamado de la sangre. Creo que una historia larga nos espera —luego de decirme aquello volteé a ver a Rodolfo; él hablaba con el cochero, luego volteó a verme y sonrío, por desgracia no pude contestarle esa sonrisa. —Bienvenida a tu casa Estefanía —dijo Rodolfo ya cerca de mí. —Gracias —respondí con sequedad. —Demás está decir que tu cuarto es el mismo, y todo está como lo dejaste —no dije nada—. Supongo que querrás estar con Rosa y Libia, así que más tarde hablaremos, estaré en el
Caminé junto a Milton hasta las escaleras; allí él se despidió para proseguir con sus tareas. —Fortaleza Estefanía —me había dicho antes de marcharse. Seguí subiendo cada escalón que me dirigía hacia el despacho de mi padre, no podía evitar que Adrián se paseara por mi mente sin ser invitado, llegaba a mí siempre para recordarme lo prohibido y lo más amado. ¿Qué sentido tenía mi vista si no podía verlo? Ya ni siquiera mis manos eran importantes porque no podía tocarlo. Esta casa me recordaba mucho a él, lo cual acentuaba mi maldita soledad; mi corazón se había encerrado en un lugar frío e inhóspito. Asimismo, no dejaba de pensar en las palabras de Libia pronunciadas hace un instante; los ojos azules del conde llegaron a mí como un vendaval, al igual que el sabor de sus labios. Sentí escalofríos, ese hombre en un beso me había mostrado la fuerza de su deseo, deseo que no sabría cómo iba a abordar si seguía con mi locura de casarme con él. —Pasa, la puerta está abierta —dijo Ro
—Ella… es, mi —un nudo en la garganta cortó mis palabras. —Si hija ella es Alba, tu madre. Una vez que quedó en estado de ti, me fui con ella y, al nacer, le ordené que hicieran ese retrato. — En la imagen se veía a mi padre junto a mi madre, ella me sostenía en brazos, estaba recién nacida; una imagen similar al cuadro de los padres de Arturo, aunque la de mis padres era más sencilla. —¿Esa niña soy yo? —Mi voz era quebrada. —Sí, eres tú —sus lágrimas también comenzaban a emerger. —Es muy hermosa mi mamá. Nunca la había presenciado… siempre intenté imaginarme su rostro, crear un retrato en mi cabeza con todo lo que me decían, pero no era suficiente. —Era una mujer hermosa, tanto por fuera como por dentro; no sabes cómo atesoré ese retrato, siempre está donde yo estoy; lo mandé a dibujar días después de que nacieras, quería que ese recuerdo se materializara… Era tan feliz Estefanía —, varias lágrimas recorrieron su rostro—. Al enterarme de que Alba te esperaba, aband