Adrián. Al pronunciar aquellas palabras, Arturo me aceptó la invitación y nos dirigimos a otro plano donde todo el entorno era igual, pero más gris, donde los objetos eran inanimados e inertes. Mi deber era rescatar a Estefanía y a mi familia de ese monstruo que se hacía pasar por conde y que cobraba vidas de inocentes por las noches. —¡Dónde están Estefanía y mi padre! —terminé de romper el silencio, él me miró con cara de no entender. —Eres difícil de comprender, ¿No fuiste tú quien me solicitó que nos presentáramos sin máscaras... sin juegos? Es lo que hago, nos llevaré a ambos a otro plano idéntico —sonrío. —Entonces decidiste quitarte el antifaz, pero solo para mí… Eres un cobarde ¿Por qué no lo haces también delante de ella? Temes que se caiga la farsa y ella permanezca conmigo; no puedes negar que su corazón me pertenece, aunque las circunstancias la hayan impulsado a ti. —En cuanto a las máscaras, digamos que casi nunca las uso, pero debes entender que en un mu
—¡Jamás asqueroso centinela! Yo no tomaré parte en su lucha —el odio en él se translucía y vi sus ojos volverse rojos, luego se posaron en mí; seguidamente otros invitados se unieron a él. Lavied y su bruja se situaron al lado de su protegido, yo tampoco estaba solo; ya Bacco se unía a mí y a Alyan. —Voy a llevarme a Estefanía, pero antes voy a romper esta pared, ya no deseo ser resguardado ¡Lo has logrado Adrián, voy por ti y que empiece de una vez esta m*****a batalla, voy a torturarte tanto que desearás morir! —¡Hazlo! ¿Qué esperas? —Arturo dejó ver una de sus caras violentas, la ira había hecho relucir el verdor de las venas de su rostro. —¡Ha comenzado a conjurar un hechizo del libro oscuro para quebrar el sortilegio! —exclamó Bacco. El viento comenzó a brotar con más fuerza, pero su hechicera lo detuvo. —¡No dejes que te gane la ira, le estás dando más fuerza! —Arturo no le hizo caso, entretanto, yo rezaba porque continuara quebrando el escudo. Bacco me contempló, s
—No debiste hacerlo, no debiste permitir que él viniera. ¿Qué deseaba probar? —¿Qué quería probar? —repitió—. ¡Por favor! Solo quería actuar de manera transparente, tu padre tiene todo el derecho, al igual que tu hermano, de saber que estás bien. Era tu obligación enfrentar esta odisea y él mío de informarles su ubicación; no puedes condenar a nadie a sufrir el abismo de la incertidumbre —sus palabras me desalmaron—. Estefanía, sé que este día fue muy difícil para muchos, pero yo no puedo permitir que la situación se enfríe para tomar las riendas. Durante la discusión, le gritaste a tu hermano que te casarías conmigo, así que dime ¿Lo dijiste en serio o fue para alejarlo de ti? —. Su pregunta había sido directa y yo respondería con la misma claridad. Me acerqué a él hasta quedar muy cerca y le di la cara; por primera vez no sentí miedo, el dolor me daba empuje para tener seguridad y fortaleza, como había dicho Mariana. Las cartas estaban echadas y yo debía poner mis condiciones y a
—¡Nos tenías a todos con el alma en la boca! Rodolfo me informó de tu llegada y por eso he venido. —Libia —dije con la voz quebrada y la abracé, al hacerlo sentí la presencia de mi abuela, eso logró que llorara aún más. —Ya no llores Estefanía, todos estamos felices de tu regreso a casa. —No lo estoy Libia. —Rodolfo también está mal, sé que se encuentra arrepentido de sus malas decisiones; lo que me dijiste esa tarde en mi casa era verdad, tus sospechas no eran infundadas, era el llamado de la sangre. Creo que una historia larga nos espera —luego de decirme aquello volteé a ver a Rodolfo; él hablaba con el cochero, luego volteó a verme y sonrío, por desgracia no pude contestarle esa sonrisa. —Bienvenida a tu casa Estefanía —dijo Rodolfo ya cerca de mí. —Gracias —respondí con sequedad. —Demás está decir que tu cuarto es el mismo, y todo está como lo dejaste —no dije nada—. Supongo que querrás estar con Rosa y Libia, así que más tarde hablaremos, estaré en el
Caminé junto a Milton hasta las escaleras; allí él se despidió para proseguir con sus tareas. —Fortaleza Estefanía —me había dicho antes de marcharse. Seguí subiendo cada escalón que me dirigía hacia el despacho de mi padre, no podía evitar que Adrián se paseara por mi mente sin ser invitado, llegaba a mí siempre para recordarme lo prohibido y lo más amado. ¿Qué sentido tenía mi vista si no podía verlo? Ya ni siquiera mis manos eran importantes porque no podía tocarlo. Esta casa me recordaba mucho a él, lo cual acentuaba mi maldita soledad; mi corazón se había encerrado en un lugar frío e inhóspito. Asimismo, no dejaba de pensar en las palabras de Libia pronunciadas hace un instante; los ojos azules del conde llegaron a mí como un vendaval, al igual que el sabor de sus labios. Sentí escalofríos, ese hombre en un beso me había mostrado la fuerza de su deseo, deseo que no sabría cómo iba a abordar si seguía con mi locura de casarme con él. —Pasa, la puerta está abierta —dijo Ro
—Ella… es, mi —un nudo en la garganta cortó mis palabras. —Si hija ella es Alba, tu madre. Una vez que quedó en estado de ti, me fui con ella y, al nacer, le ordené que hicieran ese retrato. — En la imagen se veía a mi padre junto a mi madre, ella me sostenía en brazos, estaba recién nacida; una imagen similar al cuadro de los padres de Arturo, aunque la de mis padres era más sencilla. —¿Esa niña soy yo? —Mi voz era quebrada. —Sí, eres tú —sus lágrimas también comenzaban a emerger. —Es muy hermosa mi mamá. Nunca la había presenciado… siempre intenté imaginarme su rostro, crear un retrato en mi cabeza con todo lo que me decían, pero no era suficiente. —Era una mujer hermosa, tanto por fuera como por dentro; no sabes cómo atesoré ese retrato, siempre está donde yo estoy; lo mandé a dibujar días después de que nacieras, quería que ese recuerdo se materializara… Era tan feliz Estefanía —, varias lágrimas recorrieron su rostro—. Al enterarme de que Alba te esperaba, aband
—Hija, no te cases con alguien que no amas; dale tiempo al tiempo para curarte el alma, pero no involucres a un tercero —no pude evitar sonreír con sarcasmo. —No me dice que involucre un tercero, cuando usted ya había involucrado a Guillermo; de verdad no entiendo su manera de pensar. —Lo hice con el objetivo de alejarte de Adrián; sé que fui un cobarde cuando lo que debí fue haber dicho la verdad y evitar todo esto; una situación me llevó a la otra y las cosas son diferentes. —En ese caso, pondré la esperanza en Arturo y espero que un día su amor me rescate del exilio —Rodolfo tomó una bocanada de aire. —Veo que mis palabras no lograrán que lo reconsideres, ya lo has decidido. —Efectivamente, y no hay vuelta atrás. —Ve con Rosa y prepara con ella la cena que se ofrecerá esta noche para celebrar el compromiso con el conde, tú conoces bien cuál es la mejor opción. No serán muchos platillos, es una cena para tres personas, el conde viene solo —su voz sonó seca, decep
—Rosa, no voy a beber nada, hablas como una demente. —¿Demente yo? ¡Bien bueno pues! Sí que los espectros infernales se alzaron para que la mal agradecida no viera más allá de sus sombras. Aquí existen numerosas realidades que deberían haber sido malos sueños y demasiados sueños que deberían haber sido realidades. —Al intentar proseguir con la discusión, a lo lejos comenzó a sonar el vals que había bailado con Adrián la noche del cumpleaños de mi abuela. Mi padre había contratado a los mismos músicos que aquella noche; al oír la melodía mi corazón se hizo pequeño, como si aquella composición trajera consigo cada astilla que conformaba parte de aquel recuerdo roto, clavándose una a una en mi alma sin piedad. Su rostro volvía claro y resplandeciente, lo que me permitía comprender que la reminiscencia era aún profunda y cada detalle, por más pequeño que fuera, se volvía en potentes fuentes para su evocación. Sus recuerdos eran como gotas de lluvia que no dejaban de caer. —Adrián —s