Coloqué agua en sus labios, el contacto logró que los abriera nuevamente y al volver a mirarme a los ojos, logró despojarme del orgullo, que luchaba por señalarla como una simple extraña. En cuestión de minutos logró penetrar profundamente en mi alma, que se rindió logrando que mi corazón se arrodillara… Sin embargo, persistió mi lucha contra aquel sentimiento. Quería irme y a la vez quedarme, estaba profundamente confundido ¡Me era tan difícil elegir entre el placer y el dolor! Miles de mujeres intentaron seducirme, unas más hermosas que otras, pero todas ante mis ojos eran iguales: solo blanco y negro. Estefanía mostraba la diferencia, entró en un soplo de color, ahuyentando el gris oscuro. Sé que nada sería lo mismo después de esta noche, en cambio, los recuerdos que tenía de las incontables mujeres que pasaron por mi existencia maldita, no eran nada agradables; muchas murieron, otras me aburrieron, solamente eran carne, sangre y hueso, energía que me daba vida, no obstante, la muj
—Debes entender que son siglos de experiencia y tú apenas renaces; también debes saber que cada padre obsequia este libro milenario al que posea la marca poderosa, esa eran las reglas; Luthzer quiso destruir el libro, pero no tuvo éxito y de antemano sabemos que su primogénito posee el sello oscuro que al igual que tu rabihat, es el más poderoso en la oscuridad, así que su padre le entregó el libro oscuro. —La legión del cuervo negro —terminó la frase Yahadet. —¡Ese libro maldito debe ser destruido! —manifestó Nahe—. Ha hecho poderoso al hijo de Luthzer, lo hace invisible e imperceptible y sobre todo letal, sin contar los años que lleva de práctica ya manejándolo. —¿Acaso Luthzer no tiene un punto débil? ¡Debe existir una forma de matarlo! —la respuesta me la dio mi padre. —Existen dos dagas que contienen en su corazón, sangre original de los primeros centinelas; una de esas dagas está bien resguardada. —¿Y qué esperamos? ¡Debemos de clavársela a ese maldito! —No es
Estefanía. Me había sumido en un extraño mundo donde, a pesar de sentir frío, advertía algo de paz; sin embargo, su nombre no dejaba de resonar en cada rincón de mi mente, de mi existencia y de mi sangre. Me encontraba hundida en aquel letargo oscuro que me llevaba a la demencia, borrando a su paso los recuerdos que ya no tenía muy claro, estos no tenían éxito con el rostro del hombre que amaba. Una agonía más fuerte que la muerte me golpeó nuevamente sin contemplación, en medio de aquella inconsciencia podía sentir que ahora Adrián representaba la nostalgia, la melancolía, el amor soñado que había pasado de lejano a imposible. Era algo más que indignación por una oportunidad perdida; era un sentimiento de la falta de sentido de ese momento, que se sentía como pena. Dentro de aquella oscuridad donde deambulaba, vi una figura tomar forma; lentamente la imagen se fue haciendo conocida y una lágrima brotó de mis pupilas, retrocediéndome a los momentos de mi niñez… ¡Ya no quería ser má
Mariana.—No quiero estar aquí cuando despierte —había dicho Arturo al ver cómo la muchacha ya daba señales de reaccionar. Podía advertir en su corazón muchos sentimientos encontrados, entre ellos el miedo a lo desconocido. Llevaba mucho tiempo perdido en aquel mundo, envuelto entre gritos, sombras y torturas, la vida más ruin y oscura que nadie podría siquiera imaginar; esa era la existencia de un hijo de la noche, aunque él fuera distinto y pudiese caminar en el día. —Hoy la luna se ha teñido de rojo únicamente para traer a esta mujer ante ti, ¿no lo presientes? ¿No conoces su significado? Así que no sientas temor de esta noche. Sabes que todo acabará para darle paso a algo nuevo. No seas como la higuera: hermosa y de bellas hojas, pero que no da frutos. —Es por qué no ha llegado la temporada de darlos, pero sus frutos llegarán, así que no pretendas cambiar mi alma. —Arturo, a veces hasta el ser más frío se cansa. —¿Y qué pretendes? No parece que quien me habla es la Mar
Adrián. Antes de ver a nadie sentí una profunda necesidad de encontrar a Estefanía. La lluvia crecía con fuerza, arreciando sin piedad, como la noche que la había perdido a ella; así sentía mi alma, fragmentada, llena de ira y un dolor que no amainaba. Tomé el caballo y emprendí un viaje en aquella noche trágica con la angustia a flor de piel, sensación que viviría conmigo mientras no la encontrara. Había optado en buscarla sin usar ninguna de mis recién desarrolladas facultades sobrenaturales, la buscaría como un humano y no como un centinela. El ensordecedor retumbar de los truenos traspasaban el cielo nocturno, alumbrando brevemente su halo lóbrego, causando que mi desespero creciera. Rodolfo también había armado una cuadrilla para buscarla y yo me uní a ellos en la desesperada labor, pero por más que revisáramos los resultados seguían siendo los mismos; era como si la tierra se la hubiera tragado, aun de esta manera, aquella noche no me detendría, ni los días siguiente
Habíamos recorrido casi todos los caseríos y haciendas de la región, nadie la había visto; dentro de mí sabía que no sería fácil, Nahe me lo había advertido: “Los oscuros tienen el poder de borrar y bloquear los caminos y cuándo son más desarrollados, pueden dejarte desarmado de tus facultades por un tiempo breve, esto es señal de que te has topado con uno; sin embargo, ya no lo hacen porque aunque nos debilitan, a ellos los dejan al descubierto; claro todo esto cambia si no les importa ser descubiertos”. Ya no quería pensar en aquello, únicamente me aferraba a la fe de que la volvería a ver. La lluvia hizo acto de presencia y la noche ya se hacía más perpetua, reclamando su lugar, erradicando la claridad del cielo; esta parecía intuir la amargura de mi alma; desde el día en que la apartaron de mí, hasta el momento, mis noches eran infiernos. Llegamos hasta los límites del pueblo, a decir verdad, bastante lejos; los pocos caseríos ya quedaban atrás de nuestros pasos. Ahora camino
—Debo dar unas instrucciones en la cocina, así que no tardo; ya luego me contarás tu pesar, cuando tengas más confianza, pero déjame decirte que no todos somos iguales —aseveró Mariana. Cuando ya estaba dispuesta a retirarse algo la detuvo, acto seguido comenzó a mirar alrededor del cuarto. No pude evitar sentirme asustada, sus ojos se veían diferentes, lejanos, como si entrara en un trance; sentí que miraba a alguien con una gigantesca fuerza; yo intuía también una extraña sensación; definitivamente aquello no me era desconocido. El fuego de la chimenea comenzó a crepitar con más fuerza de lo normal, entonces los leños empezaron a estallar; a Mariana parecía no perturbarle, sentí que yo estaba entrando en terrenos que no conocía. —Así que el centinela ha decidido nadar en aguas desconocidas —murmuró y la palabra “centinela” retumbó en mi cabeza como si quisiera gritarme algo; pero no me llegaba nada, solamente oscuridad, causando que el dolor de cabeza regresara. —¡Qué pasa do
Estefanía. «Nunca olvides que fe es creer en lo que no ves, pero tienes la convicción de que existe… Con esto quiero decir que el momento de que abras los ojos; está llegando y al hacerlo ya no podrás sentirme más, están sellando nuestra conexión.» —¡Abuela no te alejes!… por amor a Dios no me dejes sola en esta oscuridad insondable ¿Por qué no me lo dijiste? Si él era mi hermano, ¿Por qué me diste tu bendición? —Luchaba con mi dolor en aquel abismo sin fondo. —Ya es hora de que abras tus ojos, debes encarar tu destino… ¡Lucha, te lo ordeno! —No quiero hacerlo, criaste a una cobarde —la voz se desvanecía. —Nos vemos estorbados y convertidos en seres prosaicos, incapaz de indagar más profundamente en nuestro interior, quizás por miedo o por el veneno de la vida. En esa lección fallé, no supe cómo protegerte de ti misma, tampoco a que vieras más allá de lo que ven tus ojos, siempre tuve la fiel convicción de que eso debías descubrirlo por ti sola, ¡Oh mi dulce niña! De