UN FRASCO QUE HIZO MAL A MI HIJO. Rania caminó rápidamente entre los pasillos. Desde su muerte, ella nunca más había cruzado el ala del príncipe Samir, y volver a estos muros le traía recuerdos que ella no quería volver a tener en su cabeza. Pero esto era urgente. Se trataba de su nueva vida, de su hijo, de Hakim… No se mostró ante la gente, más bien trató de pasar desapercibida, y se entremezcló por los salones, sabiendo que esta era la hora del té, y aprovechó para adentrarse en la habitación de Samir y Adilá. La habitación estaba vacía y a ella casi se le sale el corazón cuando giró el pomo y cerró con mucho cuidado. Pegó el rostro en la puerta, y tomó una aspiración larga. Se giró en el momento viendo a todas partes. La habitación estaba iluminada y el olor de Samir golpeó sus fosas nasales. Sabía que era su colonia porque en un pasado la adoró, pero Rania no perdió el tiempo y comenzó a revisar las gavetas, el closet de Adilá, incluso en los enseres del baño, sin embargo, p
SUYA. El salón principal se llenó de murmullos y susurros mientras los sirvientes, criados y familiares se congregaban, esperando el desenlace de la situación. Rania, con la mirada fija en el suelo, se sentía vulnerable ante la incertidumbre que se cernía sobre ella. Aunque confiaba en la verdad de sus palabras, la sombra de la duda se extendía como una nube oscura. Hakim se dirigió al centro del salón, enfrentando a los presentes con una expresión grave. La tensión en el aire era palpable, y todos aguardaban la resolución de la crisis que se había desatado en el palacio. —Todos ustedes son testigos de las acusaciones que se han hecho —declaró Hakim, su mirada recorriendo a cada persona en la sala—. Mi hijo está enfermo, y cualquier amenaza a su bienestar no será tolerada. Ordené que se lleve a cabo una búsqueda exhaustiva en todo el palacio en busca de ese supuesto frasco. Si se encuentra, se tomarán las medidas adecuadas. Ustedes serán vigilados, y nadie podrá salir del palacio mi
ESTACA DIRECTO AL CORAZÓN. El tiempo pasó en un susurro incesante, marcado por la tensión que flotaba en el aire del palacio. Rania, después de la efímera conexión con Hakim, se encontraba en la habitación de su hijo, aferrándose a la única certeza que tenía: la seguridad de Omar en sus brazos. No supo por qué la había dejado la noche allí, es como si de cierta forma el rey le estuviera dando oxígeno en medio de tanto ahogo. Ella durmió en un sofá, y se levantó todas las veces que su hijo se incomodó. El médico entró una sola vez, y por la mañana, las enfermeras le dijeron que Omar había respondido al tratamiento. Ella tenía una sonrisa larga en su boca, con Omar en sus brazos, cuando la puerta se abrió con cautela, revelando a Mahir, quien le hizo un gesto para que lo siguiera. —Todos están reunidos en el gran salón, señora Rania… el rey exige su presencia… Rania soltó el aire, y miró a Omar. —Volveré… —le susurró mientras Mahir la miraba en silencio—. No pasa nada… estaremos
DE QUÉ LADO IBA A PONERSE. El aire en la zona de retención del palacio estaba cargado de desesperación y angustia. Rania notó como Mahir la metió en un cuarto, que apenas tenía una cama individual, pero que parecía un desierto. Y antes de que él se fuera, ella se giró con el eco de sus propios sollozos que llenaban el espacio mientras luchaba por comprender la traición que se tejía a su alrededor. —Mahir, por favor, tienes que creerme. Alguien quiere destruirnos, a mí y a mi hijo. No puedo ser responsable de esto, ¿no lo entiendes? Mahir se mantuvo serio. —Van a traerle lo necesario, nadie vendrá o pasará estos pasillos y estarán resguardados con seguridad. —¡Mahir! —Había una especie de rejas—. ¿No lo entiendes? Mi bebé está en peligro… —Lo siento, señora Rania, pero las pruebas son contundentes. El frasco fue hallado en su habitación. El rey actúa según las evidencias. Rania se despegó de las rejas, y negó limpiando sus lágrimas. —Pues dile a tu rey, que va a pesarle esta si
A EJECUTAR SU PROPIO PLAN. —Me hubiese gustado tener una cámara grabadora, ese rostro de tonta, va a quedar en mi mente para siempre… —Adilá alzó la ceja, y miró el triunfo de Yassira. —Me alegra verte feliz, suegrita, pero mi pregunta es, ¿el rey realmente se fijará en usted cuando Rania desaparezca de nuestras vidas? O ¿encontrará a una cuarta esposa? Yassira se giró de golpe hacia ella, y afiló su voz. —Él sabe que no hay forma. Me coronará como su reina… Samir sucederá el trono… ¿Por qué no estás feliz? Adilá soltó un suspiro. —Porque sé que el rey Hakim es muy joven para sucederlo, por lo que veo, no tiene intención de hacerse a un lado. —Lo hará en algún momento, pero antes, seré la reina por un tiempo… —Yassira se giró hacia el espejo y sonrió—. Él entenderá que no hay otra que lo represente mejor… Y Adilá volvió su mirada a los pasillos. —¿Sabes dónde a donde fue Samir? —Yassira volvió a preguntar y Adilá negó. —No… tiene unos meses en el mismo asunto, y estoy al bord
TE SACARÉ DE AQUÍ. —Señor… aquí está la criada… Hakim se giró en el momento observando como aquella mujer que solo había visto un par de veces, entraba con miedo. —Déjanos solos, Mahir… por favor sigue en lo tuyo. Mahir asintió y cerró la puerta, dejando una orden para que nadie interrumpiera. —Acércate… —Laya caminó de forma lenta y se detuvo cuando el rey levantó la palma—. ¿Desde hace cuánto conoces a Rania? Porque no eras precisamente su criada antes… Laya abrió la boca, pero no sabía exactamente qué decir. —La conozco desde… antes yo era la criada de mi difunta señora Zahida… —Hakim frunció el ceño. —¿La esposa de mi hijo? —Laya asintió muchas veces. —Sí, señor… una vez estaba recorriendo los pasillos desconsolada por la muerte de mi señora, cuando me topé con su esposa… la señora Rania. Hakim parecía dudar, el que se topara en un pasillo, no era costumbre de Rania. —Las investigaciones dicen que nunca fuiste a la cocina… —ella negó. —Lo dije, mi señora Rania dice la v
MI REINA. Rania se recostó en la fría pared de la celda, contemplando los últimos momentos en su mente y ella supo que debía aprovechar la próxima vez que Samir viniera, eso sin antes alertar a Hakim sobre esta situación. Ella se despertó por la mañana, no viendo a ningún guardia cerca, y toqueteó la reja con uno de sus anillos. —¡Guardias… guardias…! —Ella pegó la cabeza a las rejas y vio la bandeja con su comida matutina, pero lo que menos quería, era comer. —Rania… —levantó la cabeza de golpe, y realmente le sorprendió su visita. —Señora Zulema… La mujer respiró un poco mirando hacia los alrededores. —Omar está con tu criada… —Rania abrió los ojos en la impresión, y sin poder ocultarlo, las lágrimas cayeron por sus mejillas. Sin embargo, las limpió de inmediato. —¿Está mejor? ¿Se ha recuperado? Zulema asintió. —Está en mi habitación, tu criada, Laya, no se le despega en ningún momento. A Rania la invadió un sollozo, y apretó su rostro como si en medio de la asfixia hubie
ATAQUE. —Debo irme… —Samir… —Rania se atrevió a tomar sus manos—. Quiero saberlo… quiero estar preparada… —Samir bajó la mirada a sus manos tomadas. —Solo debes saber que va a ser un caos el palacio. Tú no debes temer, tengo todo bajo control. —¿Mi hijo? —No pasará nada… confía en mí… —Samir estaba por salir, cuando Rania volvió a retenerlo. —Quien ha hecho daño a mi bebé, es tu madre… ¿Cómo puedo confiar? Samir frunció el ceño, y tomó las mejillas de Rania. Y lo juraba, quería esquivar su toque. —Mi madre mataría a cualquiera que se acerque a papá… sé que puede ser capaz, pero no es mi aliada ahora, porque ella nunca permitiría que su hombre favorito, sea derrocado en su presencia. Tendré que hacer algo con ella. Rania se quedó sin aliento solo escuchando a este tramposo, y no le quedó de otra que asentir. Samir volvió a besar sus manos, se puso la capucha y desapareció por los pasillos, mientras su pecho agitado, se volvía un hueco sin fondo. Sus manos le temblaban desmesu