AHORA SERÁ MÁS DIFÍCIL. —Señor, me mandó llamar… —Hakim alzó el rostro, no había dejado de estar al lado de su hijo, mientras un hombre de seguridad se metió despacio a la habitación. —Pasemos a la sala, no quiero despertar a Omar… Algunas enfermeras entraron, básicamente ellas y el personal médico se estaban haciendo cargo del bebé, y él llevó a su guardia de confiabilidad a un extremo del salón. —Necesito que te pongas en una tarea importante. —Si señor, escucho. —Investiga a las criadas, mayormente a Laya, la persona que ha estado con Rania desde que el bebé nació. Quiero que lleves personal de confianza a la cocina, que investigues quién entra y sale, y quién se inmiscuyó en el tiempo de la alimentación de mi hijo… Mahir asintió. —En conclusión, todas las personas en este palacio, a excepción de mi madre, serán investigadas por tu personal. —Sí, señor, lo he entendido —Y antes de que Mahir se retirara, él le tomó el brazo. —Nadie puede entrar a esta habitación, coloca ho
TE TOMARÉ AQUÍ, Y AHORA. Rania no reparó en Adilá, se fue rápidamente caminando con los ojos nublados y con las ganas inmensas de ver a su hijo. Y, a pesar de que el guardia le dijo que no podía acercarse a la habitación, ella fue de todas formas. —¿Pueden darme información de mi hijo? —el médico la miró, estaba afuera en el salón y negó. —Lo siento mi señora, la orden es que nadie puede entrar ni puedo dar información. —¿Nadie puede entrar? —el médico negó, y eso de cierta forma alivió a Rania—. ¿Alguien lo alimenta, lo cuida? —Por supuesto, las veinticuatro horas… —Rania sintió un nudo en la garganta. —¿Ha llorado mucho? —Sus ojos se nublaron y el médico soltó el aire. —No se preocupe, está bien cuidado… Ella se limpió las lágrimas asintiendo, y luego se encontró con Mahir en los pasillos y se acercó a él. —Mahir… ¿Sabes de Laya? —él arrugó el ceño. —Está en un cuarto de servicio, y debe permanecer allí hasta que todo se resuelva… Rania apretó la boca y asintió. —¿Dónde e
SIEMPRE SERÉ ESTA RANIA. Hakim apretó a Rania contra él mientras su lengua se metía profundamente en su boca, y ella cedía muy sumisa en sus labios. Un torbellino de emociones y deseos reprimidos que finalmente se liberaban, dio paso a los estragos, y la tensión en el aire se disolvía con cada caricia. Hakim se sofocaba, y se perdía cada vez en su piel porque ella era exquisita, y había una suavidad tan extrema y una entrega de parte de Rania, que volvía a hacerlo pensar en su inexperiencia esta vez. Entonces se despegaron por un momento para recuperar el aire. —Hakim… —susurró ella, tratando de contener la creciente excitación que él despertaba en su interior. El rey la miró con ojos ardientes y sin previo aviso succionó su boca con fuerza haciendo debilitar completamente a Rania. —Tienes un poder sobre mí, Rania, que no puedo ignorar. Tu sumisión me despierta un deseo primitivo… —Rania sintió como las manos bajaron a sus piernas, y subió el vestido con descaro. —Realmente quis
ESA HABITACIÓN. —¿Qué más viste? —la criada negó muy nerviosa. —Solo eso señora… nadie entra a esa habitación que está resguardada por guardias. Las enfermeras y el médico son los únicos que entran durante el día. Incluso la señora Rania estuvo todo el día afuera, y por más que estuvo allí de pie, no le permitieron ver a su hijo. Luego Mahir le dijo que debía volver a la habitación… —¿Volvió a la habitación de Hakim? —Yassira pareció prenderse y la criada asintió—. ¿Dónde tiene la cabeza este hombre? —Ella se fue y ya muy de noche, el Emir entró a la habitación… Yassira apretó su mandíbula y se levantó de su puesto. —¿Y esta mañana? —Los vi salir… ambos iban de la mano, y el Emir la llevaba hacia la habitación del príncipe Omar… ambos entraron en ella. Yassira soltó el aliento y negó. —Vete… y busca a Adilá… dile que me urge verla. Que estaré al medio día en el salón. La criada le hizo una reverencia, y Yassira tomó su propio cuello con rabia. No entendía mucho, ni menos a
UN FRASCO QUE HIZO MAL A MI HIJO. Rania caminó rápidamente entre los pasillos. Desde su muerte, ella nunca más había cruzado el ala del príncipe Samir, y volver a estos muros le traía recuerdos que ella no quería volver a tener en su cabeza. Pero esto era urgente. Se trataba de su nueva vida, de su hijo, de Hakim… No se mostró ante la gente, más bien trató de pasar desapercibida, y se entremezcló por los salones, sabiendo que esta era la hora del té, y aprovechó para adentrarse en la habitación de Samir y Adilá. La habitación estaba vacía y a ella casi se le sale el corazón cuando giró el pomo y cerró con mucho cuidado. Pegó el rostro en la puerta, y tomó una aspiración larga. Se giró en el momento viendo a todas partes. La habitación estaba iluminada y el olor de Samir golpeó sus fosas nasales. Sabía que era su colonia porque en un pasado la adoró, pero Rania no perdió el tiempo y comenzó a revisar las gavetas, el closet de Adilá, incluso en los enseres del baño, sin embargo, p
SUYA. El salón principal se llenó de murmullos y susurros mientras los sirvientes, criados y familiares se congregaban, esperando el desenlace de la situación. Rania, con la mirada fija en el suelo, se sentía vulnerable ante la incertidumbre que se cernía sobre ella. Aunque confiaba en la verdad de sus palabras, la sombra de la duda se extendía como una nube oscura. Hakim se dirigió al centro del salón, enfrentando a los presentes con una expresión grave. La tensión en el aire era palpable, y todos aguardaban la resolución de la crisis que se había desatado en el palacio. —Todos ustedes son testigos de las acusaciones que se han hecho —declaró Hakim, su mirada recorriendo a cada persona en la sala—. Mi hijo está enfermo, y cualquier amenaza a su bienestar no será tolerada. Ordené que se lleve a cabo una búsqueda exhaustiva en todo el palacio en busca de ese supuesto frasco. Si se encuentra, se tomarán las medidas adecuadas. Ustedes serán vigilados, y nadie podrá salir del palacio mi
ESTACA DIRECTO AL CORAZÓN. El tiempo pasó en un susurro incesante, marcado por la tensión que flotaba en el aire del palacio. Rania, después de la efímera conexión con Hakim, se encontraba en la habitación de su hijo, aferrándose a la única certeza que tenía: la seguridad de Omar en sus brazos. No supo por qué la había dejado la noche allí, es como si de cierta forma el rey le estuviera dando oxígeno en medio de tanto ahogo. Ella durmió en un sofá, y se levantó todas las veces que su hijo se incomodó. El médico entró una sola vez, y por la mañana, las enfermeras le dijeron que Omar había respondido al tratamiento. Ella tenía una sonrisa larga en su boca, con Omar en sus brazos, cuando la puerta se abrió con cautela, revelando a Mahir, quien le hizo un gesto para que lo siguiera. —Todos están reunidos en el gran salón, señora Rania… el rey exige su presencia… Rania soltó el aire, y miró a Omar. —Volveré… —le susurró mientras Mahir la miraba en silencio—. No pasa nada… estaremos
DE QUÉ LADO IBA A PONERSE. El aire en la zona de retención del palacio estaba cargado de desesperación y angustia. Rania notó como Mahir la metió en un cuarto, que apenas tenía una cama individual, pero que parecía un desierto. Y antes de que él se fuera, ella se giró con el eco de sus propios sollozos que llenaban el espacio mientras luchaba por comprender la traición que se tejía a su alrededor. —Mahir, por favor, tienes que creerme. Alguien quiere destruirnos, a mí y a mi hijo. No puedo ser responsable de esto, ¿no lo entiendes? Mahir se mantuvo serio. —Van a traerle lo necesario, nadie vendrá o pasará estos pasillos y estarán resguardados con seguridad. —¡Mahir! —Había una especie de rejas—. ¿No lo entiendes? Mi bebé está en peligro… —Lo siento, señora Rania, pero las pruebas son contundentes. El frasco fue hallado en su habitación. El rey actúa según las evidencias. Rania se despegó de las rejas, y negó limpiando sus lágrimas. —Pues dile a tu rey, que va a pesarle esta si