REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 77. Una peligrosa verdadEl auto avanza a toda velocidad por las calles de la ciudad, pero siento que no nos estamos moviendo lo suficientemente rápido. Mis manos tiemblan sobre la pantalla de mi teléfono mientras marco una y otra vez, pero nadie contesta. El pitido monótono de la línea sin respuesta retumba en mi cabeza, haciendo que mi respiración se vuelva más errática.—No contesta… —murmuro con la garganta apretada y Christian, con los nudillos blancos sobre el volante, acelera más.—Trata otra vez.Lo hago. Y otra vez el mismo tono de llamada, seguido por el silencio que me hiela la sangre.—Dios… Ninguna de las dos contesta. —Cierro los ojos, sintiendo un nudo formarse en mi estómago—. ¿Y si les hicieron algo?—No pienses en eso —dice Christian con firmeza, sin apartar la vista de la vía—. Vamos a llegar en unos minutos.Pero cada minuto se siente eterno. Cada semáforo, cada curva en la carretera es una barrera entre la única persona que realmente me ma
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 78. No es justoMis pies no se mueven. Mi cuerpo entero se siente paralizado.Mildred me mira una última vez y cierra la puerta sin decir nada más; y yo me quedo ahí, sintiendo cómo todo se desmorona a mi alrededor.Los brazos de Christian me rodean y ni siquiera tengo que decirlo, no sé qué haría sin él en este momento, probablemente solo habría alcanzado para sentarme en la acera o algo así. Me sube al auto y maneja en silencio mientras yo miro por la ventana con expresión perdida. Mis manos están frías, mi mente todavía atrapada en la imagen de Alma llorando.—Ellas van a entender —dice Christian de pronto, y su voz es baja, pero está llena de una seguridad que de verdad quisiera tener—. Solo tienes que decirles la verdad.Suelto una risa amarga porque por más que trate de decir cómo es, no lo entendería.—¿La verdad? —Mi voz tiembla mientras trato de aguantar las lágrimas—. ¿Cómo le explico a una niña que su madre la abandonó porque creyó que era lo mejor?
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 79. Un rincón especialChristian tenía razón, hay decisiones que solo se toman con la cabeza fría, y digo “la cabeza” porque el corazón lo voy a tener caliente por mucho tiempo. Saco el teléfono y marco un número sin dudar.—Ruby —es mi único saludo y después de tantos años por supuesto que sabe reconocer el tono.“¿Qué pasa, Venenito?”—Necesito que me prestes tu bat3 —sentencio y lo único que se escucha al otro lado de la línea en un silencio inquietante.“¿Solo nosotras o también va Regina?”—Ella también —suspiro—. Las necesito a las dos.Y esa voz que casi siempre suena divertida, de pronto se convierte en una cosa oscura, peligrosa y difícil de describir, como si hablara desde el fondo de una caverna maldit@.“¿A quién vas a romperle la cara?”—Vanessa fue a buscar a mi hija —digo sin más explicaciones y sé que no las necesita.“Dame diez minutos. Llamo a Regina y te vemos donde me digas”, me asegura.—Te mandaré la dirección cuando la tenga —digo mientr
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 80. El peso de las decisionesEl puerto está envuelto en una penumbra inquietante, con las luces parpadeantes de los faros reflejándose en el agua negra como el petróleo. No hay ruidos humanos, solo el susurro del viento que se enreda entre las estructuras metálicas y el crujido ocasional de las embarcaciones amarradas.Vanessa tiembla en el suelo, su respiración se oye entrecortada y su piel está pálida pero no es por el miedo, al menos no todavía.Me mira con rabia y sé que tiene mucho que decir, así que es mejor que lo diga pronto, porque yo también tengo unas cuantas cosas atoradas en la garganta.—¡Estás desquiciada! —escupe mientras frota sus rodillas lastimadas y yo dejo escapar una risa baja y llena de sarcasmo.—Y aún así soy la única que parece cuerda de todos los que compartimos sangre —espeto—. Yo estoy reaccionando, pero los causantes siguen siendo ustedes.—¡Mi hermano se va a morir por tu culpa! —grita y me agacho a su lado.—Tu hermano se va a
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 81. Un nuevo destinoEscucho a Vanessa gritar, sollozar, maldecirme, desesperarse… pero ya no hay marcha atrás. Sigue moviéndose mientras Ruby deja que el gancho descienda lentamente sobre ella y finalmente, cuando está a menos de veinte centímetros de sus piernas, por fin lo suelta.El impacto es brutal. El crujido de los huesos rompiéndose resuena en la noche como cientos de disparos. Vanessa suelta un alarido desgarrador que se convierte en un grito sordo cuando su cuerpo colapsa. La sangre brota de sus piernas en un torrente oscuro, empapando el suelo de cemento y tiñéndolo de rojo en un círculo estrecho allí donde la piel ha reventado por la presión.Sus manos se aferran a su propio torso como si pudiera sostenerse a sí misma, su boca se abre pero eventualmente ese grito se queda sin sonido.—Listo, creo que esto ya está —digo después de un par de minutos cuando veo que está a punto de entrar en shock.Ruby eleva el gancho de nuevo y miro las piernas de V
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 82. Las palabras más dolorosasMi estómago se aprieta. Sé que Christian tiene gente vigilando a Alma pero el simple hecho de que llamen me eriza la piel.—¿Qué está pasando? —pregunta Christian con tono duro y al otro lado del teléfono sale una voz grave y concisa.“La niña”, responde Ranger, y mi corazón se detiene por un segundo. “Se salió de la escuela fuera de hora y está subida a un autobús”.Me levanto de golpe y no puedo evitar que el miedo se apodere de mí.—¿Qué…?—¿Dónde está ahora? —pregunta Christian que al parecer es el único capaz de mantener la calma.—Sentada dos asientos por delante de mí —responde el hombre con tranquilidad—. Estamos en el centro de la ciudad y… espera… espera, se está levantando, creo que está a punto de bajarse.Mi pecho se contrae y espero lo que parece una infinidad.—¿Dónde? —pregunto, sintiendo cómo la ansiedad me sube por la garganta.Hay un silencio tenso por unos segundos hasta que Ranger responde:“Listo, ya bajamos
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 83. Lo que hay que hacerCHRISTIANEl pasillo está en silencio, salvo por el murmullo lejano de las secretarias en sus escritorios y el ruido ocasional de las puertas abriéndose y cerrándose, pero yo solo tengo un objetivo en mente.Tiro de la chaqueta de Ranger y lo arrastro a la sala contigua a la oficina de Verónica. Él protesta en voz baja, pero no se resiste demasiado.—¿Qué demonios estás haciendo? —susurra, acomodándose el cuello de la chaqueta con molestia.Yo no le contesto, simplemente me acerco a la pared, alcanzo un vaso de vidrio de un estante y lo coloco contra la superficie.—¿En serio? —Ranger me mira con burla—. ¿Un truco de película de espías barato?Le lanzo una mirada de advertencia.—Cállate, Rambo. Necesito escuchar.Él rueda los ojos, porque más de una vez lo he llamado así por ser exmilitar y creído, aunque tenga con qué. El caso es que suspira y saca un pequeño dispositivo de su bolsillo. Es del tamaño de la palma de una mano pequeña,
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 84. MadresCHRISTIANAbro la carpeta y lanzo los documentos sobre la mesa. Alma los mira con el ceño fruncido, pero no los toca.—Verónica es más madre que cualquier otra mujer en esta tierra —sentencio—, porque sacrificó su propia felicidad para que tú sobrevivieras. Solo era un poco mayor que tú cuando su padrastro abusó de ella y la embarazó, pero por desgracia no tuvo una madre como Mildred para protegerla, una madre que habría echo cualquier cosa por ella, que la defendiera y la protegiera.Veo la expresión de ambas pero no me detengo porque a fin de cuentas para ver esas caras fue que vine. Mildred aprieta los labios y a Alma parece que los ojos se le saltarán de un segundo a otro, porque ahora por fin sabe de dónde viene.—Esto posiblemente me cueste mi relación con Verónica, pero es cierto que ya estás grandecita y antes de juzgar tienes que saber de dónde vienes —le advierto—. Verónica te adoraba, habría hecho cualquier cosa por ti, pero su familia la