CAPÍTULO 94. Aguas revueltasUna semana. Solo una semana pasa hasta que TradeLink se declara en bancarrota, y la atmósfera en la ciudad se siente densa, como una tormenta a punto de estallar. La noticia ha hecho eco en todos lados, y por fin estoy comenzando a sentir que la gente que me hizo daño están obteniendo lo que se merecen, o al menos eso creía. Estoy en el departamento de Viggo, sé que va a llegar en cualquier momento, cuando de repente mi teléfono suena y veo en la pantalla el número de Verónica.“Regina, tenemos un problema. La perra de Bonnie está en mi puerta exigiendo hablar contigo. ¿Vienes o quieres que la saque a escobazos o algo así?—No, no, ya voy —le respondo, sintiendo un ligero escalofrío. Exigir es demasiado para ella en este momento, pero prefiero ir avisada en caso de que pretenda hacer algo contra nosotros.Le dejo una nota a Viggo asegurándole que volveré, y conduzco hasta la casa de Vero.Al llegar a la puerta, veo a Bonnie allí, de pie como una tormenta
CAPÍTULO 95. Una aventura compartidaEl hangar privado en el aeropuerto está lleno de energía. Equipaje rodando, murmullos de los empleados, el sonido de las turbinas encendiéndose a lo lejos. Pero lo más ruidoso es el alboroto que armamos nosotras.Desde que estábamos en la universidad no hacíamos un viaje como este juntas. Yo tenía a Devon y Bonnie, Ruby estaba más soltera que una media después de pasar por una lavadora, y Vero… bueno, Vero estaba acumulando veneno.—¡Por fin! —dice Ruby abrazándome con fuerza, y es obvio que amenazó al médico para que le diera el alta de una vez—. Si me quedaba un día más en ese cuarto, creo que me daba un colapso nervioso.—Si te daba un colapso, Ren seguro te sujetaba antes de que tocaras el suelo —comento burlona.Ruby me saca la lengua y luego nos abrazamos. Las tres reímos. Nos sentimos como niñas en un viaje escolar, emocionadas y listas para la aventura, a pesar de todo lo que está pasando. Solo nos falta dar algunos saltitos…Pero a unos me
CAPÍTULO 96. Niños en pijamasLa cena es un festín. Largas bandejas de comida caliente, vino en cada copa y la luz de la chimenea dándole un brillo acogedor a toda la habitación.Poco a poco, las tensiones se disuelven. El vino ayuda, por supuesto, y los chicos incluso logran intercambiar un par de frases sin querer matarse.Finalmente, el abuelo, con su copa en mano, se sienta en un sillón frente a la chimenea y nos mira con una sonrisa. Le hago una pregunta simple sobre una empresa que me ha causado curiosidad últimamente y de pronto, empieza a hablar sobre el mercado de valores.—Ahora sí, les voy a contar cómo se manejan los negocios de verdad.Nos reímos, pero un segundo después Viggo, Ren y Christian se van con él y se acomodan en la alfombra a escucharlo con atención, porque cada palabra suya es como un mantra.—…Y obviamente sé que las grandes empresas no podrían fusionarse ni asociarse de ninguna manera, la ley antimonopolio lo impide —comenta con seriedad—. Y además ustedes
CAPÍTULO 97. Cuatro días de escapeEl cielo comienza a teñirse de tonos naranjas y rosados mientras el sol se asoma lentamente por el horizonte. La chimenea sigue encendida, consumiéndose poco a poco, llenando la habitación con su calor reconfortante.Los seis seguimos en la sala, demasiado llenos de adrenalina para dormir, demasiado cómodos para movernos.Miro a Christian y a Ren por el rabillo del ojo. No sé hasta dónde saben la verdad sobre todo lo que me pasó con Devon y su madre, pero lo que sí sé es que están de mi lado. Quizás no necesiten saber los detalles. Quizás solo necesitan confiar en que hice lo que debía hacer.—Ya quiero irme de paseo —murmura Ruby, acurrucándose más contra Ren cuando el subconsciente la traiciona.—Pues nos vamos —dice Ren con suavidad, pasándole un brazo por los hombros—. Café, chocolate caliente… yo lo preparo.—¡Ey, ey, ey…! El café déjaselo al italiano que sabe lo que hace mejor que tú —lo detiene Viggo.—Tú no eres italiano, idiota.—Mis abuelos
CAPÍTULO 98. No aprendiste nada de míEl aire dentro de la sala de visitas de la cárcel es denso, pesado. No me cuesta mucho que me dejen entrar porque estoy muy lejos de parecer una amenaza. En todo el camino he estado tratando de contactar a Viggo, pero no me ha respondido al teléfono ni una vez y no puedo evitar que eso me asuste. Él no dejaría de contestarme.Así que si voy a sentarme frente a frente con el infeliz de Devon no es solo porque me produzca la más enfermiza satisfacción verlo sufrir en esta cárcel, sino también porque necesito saber qué juego se trae y cómo eso involucra a Viggo.No pasan más de cinco minutos desde que llego a la sala de visitas hasta que a Devon lo sientan al otro lado de la mesa con las esposas ajustadas a sus muñecas. Sus ojos me recorren de arriba abajo, su mirada es una mezcla de desprecio y molestia, y aún así no puedo evitar sentir que se está regodeando por algo.Me acomodo en la silla sin decir nada, esperando que sea él quien hable primero,
CAPÍTULO 99. Si lo conocierasEl tiempo se congela. El aire en la habitación pesa como si estuviera cargado de plomo.Viggo está ahí en la cama, dormido, desnudo. Y Alicia está a su lado, envuelta en las sábanas, sonriendo como si estuviera disfrutando de cada segundo de mi sufrimiento.Así que me permito un largo minuto para asimilar lo que esto me provoca, lo que siento, todo lo que me duele. Porque no importa lo que le diga a Devon, esto realmente me duele, que Viggo pueda traicionarme, que pueda estar con otra mujer, es como si me estuvieran abriendo el pecho de una forma desgarradora, y eso dice mucho más sobre mí que sobre él.—Shh… —Alicia me hace un gesto con el dedo sobre los labios—. Si vas a hacer un escándalo hazlo bajito. Está muy cansado después de tanto… ejercicio, no lo despiertes.Siento que el corazón me explota dentro del pecho. Mi cuerpo entero tiembla, pero no de tristeza, sino de rabia. La mano que todavía se tengo en la manija se pone lívida de tanto apretarla,
CAPÍTULO 100. Una aclaración necesariaTodos se detienen, por supuesto, porque nadie quiere perderse un espectáculo como este. La mujer que planta cara en la entrada del salón tiene una elegancia medida, y un porte de señora de sociedad que me hace pasar saliva, porque por desgracia me recuerda demasiado a Bonnie. Sé que ni de lejos caen en la misma categoría, pero por desgracia esta también es una mujer que intenta aparentar lo que no es, o mejor dicho, lo que no ha sido.—¿Disculpa? —pregunto como si de verdad estuviera esperando que me lo explique.—Así que tú eres Regina —dice, cruzando los brazos mientas su mirada me analiza de pies a cabeza—. He escuchado hablar de ti últimamente, pero no se me pasó por la cabeza que te atrevieras a dar órdenes en esta casa.—Entonces no has escuchado los comentarios correctos —replico girándome hacia ella—. Sí, es cierto que soy Regina, y tú eres… déjame adivinar: su madre, la señora Beberly.—Así es, exactamente, y soy la única señora Massari,
CAPÍTULO 101. Una madre ofendidaEl aire está cargado de tanta tensión que casi puede cortarse con un cuchillo. Viggo me mira con esa mezcla de sorpresa y ternura que a veces me hace sentir como si estuviera flotando. Cuando su boca impacta contra la mía su beso pretende ser cálido, y su abrazo se siente como un abrazo después de una larga ausencia. Sin embargo la suavidad en él siempre termina convertida en una declaración de posesividad que no puede evitar.—Hablé con Alicia —me dice, separándose un poco para verme a los ojos—. Yo la mandé a llamar. Quería saber cómo se atrevió a seguirte, empecé a reclamarle… pero no sé cuándo me dio algo, no recuerdo mucho de anoche, supongo que seguirá en el trago que estaba bebiendo en mi despacho.Su voz es tranquila, pero puedo ver la preocupación asomándose.—Pues parece que de alguna forma Devon y Bonnie la encontraron —le digo—. Me di cuenta de que estaban tratando de usarla para que yo pierda a “quien me está protegiendo”.Viggo levanta un