No había suficiente comida para todos, incluso si algunas personas compartían raciones no era suficiente. Algunos soldados se habían comunicado por radio para solicitar más raciones pero habían fallado. No había alimento y la creciente hambre entre los civiles comenzaba a desesperar a los armados.
Cleo permanecía en completo silencio frente a la fogata mientras abrazaba sus heridas piernas. El calor del fuego le calentaba lo suficiente para no morir de frío en aquella terrible noche. Se odiaba a sí misma sin importar que tanto pensara en lo que había sucedido. Había permitido que Cookie se perdiera en aquel lugar.
—¿Por qué no bajaste?— se preguntó sin dejar de ver la agresiva danza del fuego— es porque soy una maldita cobarde— susurró, nuevamente al borde del llanto.
Los fuertes pasos del soldado se acercaron a ella para detenerse frente a ella. Con una mirada suave se fijó por completo en ella y le extendió una ración de alimento que solo los privilegiados podían tener. Ella lo observó y negó levemente antes de señalar a un hombre que veía comer a sus pequeños hijos. La imagen era simplemente desgarradora.
—¿Estás segura?— preguntó el soldado después de ver a la familia.— eres la única mujer que no comerá. No podré ofrecerte una ración más adelante. Únicamente le estamos ofreciendo alimento a las mujeres y a los niños.
—Segura— dijo ella. El uniformado asintió y se alejó de ella con firmes pasos. El hombre alzó la mirada sorprendido al ver el soldado frente a él, entregándole una ración de alimento.
—¡Muchas gracias!— dijo el hombre al borde de las lágrimas, sosteniendo el pequeño plato de comida militar con sus manos temblorosas.
—No lo he decidido yo— dijo el soldado, volteando a ver a Cleo— aquella mujer ha decidido entregarle su porción de alimento. Debería de agradecerle a ella.
—Lo haré...— susurró el hombre, viendo al soldado alejarse con las ultimas raciones de alimento.
Tres vehículos militares se detuvieron frente a la zona, Cleo abrazó sus piernas con mucha más fuerza antes de hundir su rostro entre ellas, sabía que no había posibilidad que Cookie estuviera en esos vehículos. Para ellos los animales eran eso, animales que no debían ser salvados. Jack bajó del vehículo de un brinco, paso la fría mirada por los civiles, entrecerrando los ojos para buscar algún rostro conocido. Suspiró antes de tomar las bolsas de alimentos que habían robado de los soldados enemigos. La guerra era evidente y los suministros escasos, haber encontrado esos suministros había sido un milagro.
—Ayúdame con eso— dijo señalando unos cuantas cajas de suministros.
—Capitán, sigue sangrando— contestó el soldado, tomando la mayor cantidad de suministros posibles para que Jack no pudiera cargar nada.
—No moriré— dijo antes de sonreírle a su compañero y alejarse con las bolsas de suministros hacia la zona de refugiados. Unos cuantos hombres llevaron sus manos hacia sus frentes al verlo.— descansen— dijo, dejando las bolsas en el suelo.— ¿Situación?
—Una civil muerta, dos heridos, no hay suficiente comida y el agua se ha acabado por completo.
—¿Todos los niños y mujeres se han alimentado?— dijo abriendo la bolsa de suministros. Se detuvo con su mirada clavada en las cajas de alimento militar al escuchar lo que el hombre había dicho, volteó hacia los civiles por un momento y negó suavemente.— repite lo que has dicho.
—La mujer de la fogata ha decidido no comer para entregarle su ración a un padre de familia — contestó el hombre viendo a su capitán tomar dos raciones de comida.— es la única mujer que no ha comido.
—Repartan las raciones a los civiles faltantes, después de eso descansen y no olviden alimentarse.— ordenó.
—Capitán, ¿Esta herido?
—No voy a morir— dijo, alejándose de los militares.
Cleo alejó la mirada del fuego danzante cuando sintió la fuerte presencia del soldado a su lado. Él la observó fijamente por unos momentos antes de sentarse a su lado y observar el fuego.
—Deberías de comer un poco, Cleopatra.— dijo antes de alzar su brazo hacia ella, mostrándole la ración de comida que había llevado para ella.— hay suficiente para todos. Escucha, fue muy lindo de tu parte que entregaras tu ración de comida pero es una guerra, tuviste suerte que encontráramos estas provisiones. Podrías morir de hambre después.
—¿Estas herido?— dijo ella, viendo la mancha de sangre en el uniforme del soldado. Jack suspiró y dejó el alimento sobre el suelo cuando ella lo ignoró antes de verla abrir la mochila negra que había estado cargando por horas.
—No es la gran cosa— susurró —esto sonará tan estúpido...—susurró llamando la atención de Cleo por completo. Ella lo observó llevarse las manos a la camiseta para desabotonar su sucio uniforme camuflajeado.— tengo algo para ti— dijo finalmente, sacando de su camiseta interior la bolita de pelos que ella necesitaba ver— me encontré un cachorro y lo he guardado para regalarlo a algún civil, tienes suerte. He decidido regalártelo.
Jack sentía que estaba en problemas y es que entre más la veía, más se preocupaba, no podía creer lo que estaba viendo. Estaba seguro que nunca en su vida había visto un rostro tan hermoso como el de ella en esos momentos. Incluso si su rostro estaba lleno de tierra, sangre seca y de suciedad seguía siendo hermosa. Se sentía como un completo imbécil viéndola en esos momentos con esos ojos llenos de luz bajo la oscuridad de la noche. ¿Amor a primera vista? Eso no podía ser posible, el amor era la única cosa que no podía tener en la vida. El amor estaba prohibido en su vida por la simple razón de ser un soldado. Había visto a sus compañeros morir una y otra vez en combate. Había visto a sus mujeres llorar por ellos en sus tumbas miles de veces, lo había visto tanto que aborrecía el amor por miedo a dejar a alguien destrozada por su partida. Encontrar a su persona era algo que odiaba pero deseaba con fuerzas.
Tenía que estarse confundiendo, todo era atracción sexual, solo eso.
Cleo lo observó por un momento a los ojos mientras sonreía ampliamente, no podía creerlo. Cookie estaba vivo, él lo había salvado para ella. Desvió la mirada repentinamente al sentir una extraña sensación en el estómago. ¿Qué era eso que estaba sintiendo en el estómago?
—¿Estás bien?— preguntó él, extendiéndole el cachorro sin dejar de verla a los ojos. Cleo borró su sonrisa y se levantó de golpe con el rostro pálido.
—¡No me sigas!— dijo ella antes de tomar su mochila y salir corriendo hacia los arbustos de aquel desierto. Jack la observó irse sin entender que es lo que sucedía, como un idiota se quedó con los brazos estirados.
—¡No puede ser!— susurró Cleo entre los arbustos. No podía creerlo, su periodo se había adelantado. Por suerte había sido precavida antes de salir de casa y había traído su kit de emergencia. Pero, ¿Qué sucedería si tenía una mancha en el trasero? No había nadie que pudiera ayudarla.
—¿Estas bien?— preguntó Jack desde el exterior de los arbustos, no podía verla pero podía escucharla— escucha, está bien si lloras por un perro. Entiendo que te hayas asustado pero está bien, te prometo que no le ha sucedido nada. Lo he protegido bien.
—¡SHH! No estoy llorando— dijo ella, llevándose las manos a la cabeza.—¡Me ha llegado el periodo! ¿Puedes darme un maldito momento de privacidad o es que eso no estuvo en tu entrenamiento militar?
Jack retrocedió un paso levemente en aquel terreno arenoso. Sus botas crujieron sobre la arena del lugar, con incomodidad se llevó una mano a la cabeza y suspiró mientras cargaba al cachorro. Sus pensamientos daban vueltas alrededor de la situación, quería ayudar y no encontraba la manera de hacerlo.
—Hay unas cuantas soldadas, quieres...quieres que ¿Pregunte por toallas sanitarias o un tampón?— preguntó nerviosamente. No podía dejar de preguntarse si estaba haciendo lo correcto o no. No deseaba incomodarla.
Cleo escuchó la voz de Jack a unos cuantos metros, con una voz tan suave que la obligó a sonreír levemente en medio de aquellos arbustos. Era tan vergonzoso y a él parecía importarle un carajo.
—¿Puedes dejarme sola?— preguntó en la oscuridad.—por favor...
—¡Capitán!—gritó un soldado a unos cuantos metros mientras se dirigía hacia él. Totalmente decidido a acercarse a aquel arbusto.
—Bien, cuidaré a tu perro— dijo él. Dirigiéndose hacia su subordinado con rapidez, evitando que se acercara a la zona.—¿Qué sucede?
—El pelotón que se dirigía hacia el sur se ha comunicado con nosotros. Los han atacado y no ha sobrevivido casi nadie. Solo han sobrevivido unos cuantos civiles, las tropas que atacaron vienen hacia esta dirección. Si no nos movemos ahora terminaremos perdiendo a todos los civiles.
—Espera...no, es imposible que eso haya sucedido.— soltó Jack con el cachorro entre brazos— El pelotón del sur está completamente protegido, era una misión secreta, además necesitamos el territorio para poder llevar a los civiles a esa zona segura. ¿Quién te ha informado?
—El jefe del pelotón quince, señor. Nico y Braus han muerto. —Informó, viendo a su capitán rubio frente a él.
—Atacaremos. Preparen a los civiles, volveremos a evacuar. Llevémoslos al bunker 231, ahí estarán a salvo mientras atacamos el área sur. Quiero recuperar ese territorio, ¿Esta claro?
—¡Si señor!—gritó el soldado antes de correr hacia sus compañeros, listo para seguir las ordenes de su capitán.
Por el rabillo del ojo Jack observó aquellos arbustos oscuros. Suspiró con pesadez antes de tocarse la herida que no dejaba de sangrar, observó su mano ensangrentada y maldijo levemente, moviendo su brazo en círculos. Comenzaba a entumecerse.
—¡Civiles a los autos!—gritaron sus subordinados, llevando a algunos civiles hacia los autos. Jack observó a Cookie por un momento y maldijo al mancharlo de la sangre que traía en sus manos. Cleo se detuvo a su lado, observando la mancha de sangre que acababa de dejar en él.
—Tenemos que irnos— comentó él fríamente. Entregándole al cachorro— esta vez no lo pierdas.— susurró, llevándola hacia los autos.
Cleo subió al vehículo con ayuda de un soldado pelirrojo que la veía fijamente. Volteó a ver la grande torreta que traía el vehículo, se mordió el labio al imaginar lo ruidosa que sería al usarla.
—¿Todo listo?— gritó Jack cuando subió al vehículo, obligándola a voltear a verlo. Él permaneció con la mirada clavada en sus hombres, observando como el último hombre terminaba de borrar cualquier rastro o evidencia de que ellos estuvieron en ese lugar.
—¡Todo listo!—gritó el hombre que corría hacia el último vehículo.—¡Podemos irnos!
—Luis, vámonos— dijo Jack, observando al joven soldado.
—¡Avancen!—gritó Luis, tomando su lugar en la torreta del vehículo.
Cada uno de los civiles se mantuvo en silencio mientras viajaban por el oscuro desierto, todos habían perdido sus hogares. Con cada respiración demostraban lo frustrados y aterrados que se encontraban. Algunos simplemente deseaban morir, ya no querían saber nada de guerra. Se habían rendido tras perderlo todo. Algunos intentaban dormir sobre el metal del vehículo pero los nervios y el miedo de ser atacados en cualquier momento se los impedía. Cleo recargó la cabeza en el metal frío, cerró los ojos tras abrazar a su cachorro y disfruto de la sensación de sentir el aire fresco golpear su rostro. En el aire del desierto no existía ese asqueroso olor a muerte.
Ni siquiera se percató en qué momento perdió el control de sí misma y cayó dormida. En una extraña posición que fue imposible ignorar. Algunos soldados la observaron fijamente por unos minutos, intentando deducir si ella dormía, se había desmayado o había muerto.
Los vehículos militares se detuvieron en una zona totalmente vacía del desierto. Jack abrió la puerta trasera y bajó de un brinco. Sacó un rastreador y caminó unos cuantos pasos bajo la luz de la luna para encontrar la escotilla de acceso al búnker. Sintió el metal de la escotilla bajo sus botas militares, se agachó un poco y con fuerza levantó la tapa metálica.
—Logan, revisemos.
—Si señor— contestó el hombre moreno, bajando por las escaleras. Jack lo siguió, bajando las escaleras metálicas que conducía al bunker. Ambos se detuvieron al llegar, encendiendo las lámparas que parpadearon levemente al ser encendidas.
—Bien. Iré por la derecha, ve por la izquierda— dijo Logan, alzando su rifle, Jack asintió y se alejó por completo de su compañero. Ambos se encontraron al final del bunker.
—Limpio.—dijo Jack, tomando su radio para llevarlo a sus labios.— el bunker está limpio, bajen a los civiles.
—Entendido— contestaron en la radio.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que los civiles se encontraron a salvo en aquel grande bunker. Cleo recargó su espalda en la pared, cerrando sus ojos al sentirse fatal. Los dolores de su periodo comenzaban a torturarla.
—Cleopatra— escuchó en el silencio del lugar.— ¿Cómo puedes ser tan descarada para dormir en medio de una guerra?
—¿Cómo puedes ser tan descarado al ponerme un apodo?— dijo contraatacando.— Ni siquiera somos cercanos— susurró, logrando sacarle una sonrisa al capitán antes de irse.
Recargado en la pared, herido, sintiendo la sangre bajar por su torso fue que recordó a su madre una vez más. Recordó su amplia sonrisa mientras le servía el famoso estofado de papas que le encantaba comer de niño. Extrañaba tanto a sus padres a pesar de haber pasado tanto tiempo.Aun podía sentir la esencia de la sonrisa de su madre sobre sus recuerdos, la calidez de los abrazos de su padre. Había pasado tanto tiempo que no podía recordar con claridad sus rostros ni sus voces.El día que los había perdido seguía estando tan claro en su cabeza y en su corazón. Seguía doliendo igual como dolía hace veinte años.Desde los seis años había conocido su destino, el destino que lo había llevado hasta el lugar donde se encontraba en esos momentos. Desde pequeño se había prometido que nunca perdería a un ser querido por
La flama de la vela se apagó en el mismo instante que el frío aire entró a la carpa militar de color negro. El general gruñó en alto al quedarse en completa oscuridad dentro de aquella carpa, observando la poderosa tormenta que se había desatado fuera de la carpa y maldijo con rudeza antes de tomar la caja de cerillos.Con dificultad encendió una vez más la vela, observando la llama de fuego que bailaba al ritmo del aire. Tres soldados entraron por la abertura de la carpa, interrumpiendo la soledad del general mientras sus cuerpos goteaban gruesas gotas, estaban completamente empapados por la tormenta nocturna que se había desatado repentinamente.—¡Saluden!—gritó uno de los tres hombres, llevándose la mano a la frente. Siendo imitado por los otros dos hombres que lo acompañaban.—Descansen—dijo el general, levantándose de su asien
El aire del lugar tenía ese peculiar olor a muerte que tanto odiaba Jack. Lo habían intentado convencer de abandonar la misión pero tras varios minutos de negociación finalmente no lo habían logrado. Jack no lo había permitido y no porque no confiara en sus subordinados o mucho menos por que no confiara en Logan para tomar su lugar mientras él no estaba, sino que incluso estando herido había tomado la responsabilidad de su cargo. Confiaba plenamente en su equipo pero necesitaba estar con ellos para apoyarlos, para dirigirlos.Un suspiro salió de sus labios cuando las puntas de sus dedos tomaron la tapadera de metal del conducto de ventilación de aquel edificio repleto de enemigos. Quería ese territorio, lo deseaba y estaba ahí para recuperar lo q
El sonido que desprendía el agua de las regaderas de aquel edificio al caer el agua provocaba un sonido relajante que se escuchaba hasta el exterior de aquellas duchas. Fuera de ese lugar había unas cuantas soldadas, recargadas sobre la sucia pared de concreto. Estaban ahí con la única misión de evitar que cualquier hombre entrara a las regaderas mientras las civiles tomaban su primer baño después de horas. Todos habían pasado un día terrible, estaban cansados e incluso machacados. Sus cuerpos dolían y se sentían vacíos sin ninguna emoción que no fuera terror.Cleo estaba tan cansada que incluso sentía que terminaría por caer dormida bajo aquella regadera vieja, había tenido que servirles a todos como médico. Había curado cada mínima herida que había detectado y se había terminado por agotar hasta la última gota de ene
El cuerpo de Jack no se preocupaba por ocultar la molestia que sentía en esos momentos dentro de él. Su mandíbula tensa, su mirada oscura y penetrante le hacían perfecta compañía a la postura de arrogancia que mantenía pegada a la pared mientras observaba a la joven mujer que tenía frente a él, limpiándose la sangre que le escurría del labio.—Tienes que escucharme— pidió ella, finalmente animándose a hablar en aquella incómoda situación.—por favor— dijo, levantándose de la cama del soldado que la veía sin ninguna expresión en el rostro— ellas me han robado.—Siéntate— dijo él, hablando ún
El viento del desierto se sentía frío al golpear su rostro mientras la transportaban como mercancía en un vehículo con ventanas rotas. Al lado de ella Logan sudaba y temblaba por la pérdida de sangre que estaba sufriendo. Sus labios tiritaban con fuerza mientras intentaba controlar aquel vergonzoso movimiento que deseaba desaparecer.De vez en cuando sus miradas se encontraban, reflejando la preocupación que sentían el uno por el otro. Cleo estaba segura de una sola cosa y era que esos hombres no estaban ahí para herirla pero la idea de ver como Logan sangraba y sangraba frente a ella le parecía aterrador. Temía ante la idea de que el cuerpo de Logan finalmente colapsara ante ella en cualquier momento. Deseaba poder ayudarlo pero las ataduras sobre sus tobillos y sus muñecas se lo impedían. No le permitían moverse demasiado, necesitaba encontrar un modo de poder ayudar al hombre q
Había más de diez francotiradores en la zona, unos cuantos cazadores y probablemente un centenar de soldados a los alrededores que esperaban la más mínima orden para rafagearlo sin piedad mientras él no se podía mover ni el más mínimo centímetro. La cabeza le daba vueltas, intentando entender la situación en la cual se encontraba atrapado. Las imágenes de los últimos sucesos venían una y otra vez. Proyectándose en sus pensamientos como una terrible película de acción.Desde que había abierto los ojos solo pensaba en una sola cosa, en ellos. En ella. Estaba tan molesto por lo que estaba sucediendo a las afueras de ese lugar. Lo único que deseaba era huir de ese maldito lugar y encontrarse con su pelotón, con sus hombres para encontrar la mejor manera de recuperar a la gente que le pertenecía.Su cuerpo sufrí
Las luces dentro del submarino parpadeaban de vez en cuando mientras Cleo se sacudía entre las ataduras que mantenían sujetas sus extremidades a aquella silla de metal. Frente a ella había una gran computadora que mostraba algunos de los datos secretos del país. Tras ella había cinco hombres totalmente armados, esperando “pacientemente” a que la joven mujer se decidiera a aceptar las reglas que el jefe le había puesto.Desde que había llegado a ese lugar había pensado en una sola cosa. La idea de robarle datos e incluso grandes cantidades de dinero a su país iba en contra de sus creencias. Simplemente no podía hacerlo, su padre no le había enseñado lo que sabía para que en esos momentos deshonra su nombre y su alto rango.
Último capítulo