El silencio que siguió a las revelaciones de Amelia y Ares fue palpable. Máximo procesaba la información, sintiendo cómo su mundo daba un vuelco inesperado. Sus ojos oscuros recorrían el rostro de Ares en busca de la verdad, y aunque la sorpresa aún lo mantenía en un estado de incredulidad, una chispa de comprensión se encendía en su mirada.

Amelia y Ares esperaron ansiosos la reacción de Máximo y finalmente, este rompió el silencio con una sonrisa tímida, y sus ojos brillaban con curiosidad y emoción.

—Entonces, ¿mi papá es un agente secreto? ¿Y me encontraste por este mismo plan del que me contaste? —preguntó Máximo, pero antes de que respondieran, él hizo otra pregunta—. Viniste como si nos fueses a rescatar… sabías qué mamá estaba triste…

Amelia soltó el aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo y le devolvió la sonrisa.

—A veces, una persona no precisa saberlo para entender que alguien necesita ayuda, sin embargo…

—Sin embargo, no solo vine por eso… Tu madre y yo nos enco