CAPÍTULO 64

El silencio en la sala se volvió asfixiante, como un peso invisible que se posaba sobre ellos. Amelia sintió que el mundo se detenía por un instante, y sus ojos buscaron desesperadamente los de Ares en busca de algún indicio de que aquello no era cierto. Pero en la mirada de Ares encontró la verdad que temía.

—No pueden… no pueden estar muertos… —susurró Amelia, su voz temblorosa y sus ojos llenos de incredulidad.

Ares apretó la mandíbula, incapaz de sostener la mirada de Amelia. Se sentía como si un abismo se hubiera abierto entre ellos.

—Sucedió cuando escapaste… incluso Edric los tiene en su casa… quiero decir, sus cuerpos…

A Amelia se le escurrieron las lágrimas.

—¿Desde cuándo?

Ares pasó un trago.

—Lo supe cuando estuviste en el hospital… pero no por qué hubiese recibido una advertencia, sino porque vigilábamos la casa, y Anthony me informó.

Amelia se quedó en silencio, procesando la devastadora revelación. Las lágrimas amenazaban con caer, pero ella luchó por contenerlas.

—Mis h
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