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CAPÍTULO 1. HABLA LA VOZ DE LA EXPERIENCIA

Gálata había llevado una bandeja al despacho de su marido, contentiva de café y galletas para darle a Leandro y a su esposo, pero cuando los oyó hablando, no pudo evitar intentar escuchar, sus palabras, allí entendió el significado del refrán "la curiosidad mató al gato", pues eso fue lo sucedido, en sentido figurado, sintió como filosos puñales se clavaban en su corazón destrozándolo, debió respirar por la boca, para recobrar el aliento.

Ella nunca fue una mujer impulsiva, todo lo contrario, aprendió a callar las cosas cuando no le agradaban, para mantener en armonía su hogar, nunca discutía con Matteo, lo buscaba complacer en todo, pues pensaba que de esa manera siempre estaría allí para ella.

Pensar en eso, le causó un profundo pesar, si miraba hacia atrás, se daba cuenta de que dejó de ser la joven extrovertida, decidida, divertida, ahora era apenas un pobre espectro del pasado, no movía un pie sin autorización de Matteo, su vida se centró y giró alrededor de él.

Por más intento de simular que no estaba afectada, no podía negárselo, fue un duro golpe escuchar la conversación, fue como si de repente la verdad hubiese sido revelada de manera sorprendente ante sus ojos. Su mente, era un torbellino de pensamientos, los cuales necesitaba canalizar.

Se retiró silenciosamente a la cocina y dejó la bandeja allí, se sostuvo de la encimera por un par de minutos tratando de controlar su cuerpo, sus emociones, sus sentimientos, estaba a punto de colapsar. 

No pudo evitar dirigir su vista a su pequeño vientre, sintió preocupación por su futuro, no porque no tuviera cómo mantenerlo, su familia tenía dinero, era hija de uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo y sabía que nunca la dejarían sola, sino por haber actuado tan deprisa en su vida, de manera alocada decidió casarse con Matteo cuando apenas tenía dieciocho años, no sé dedicó a estudiar, ni a prepararse. Toda su vida la construyó y giró alrededor de su esposo y ahora cuando las paredes de su perfecto mundo se estaban derrumbando, no sabía qué hacer, tenía miedo, como nunca lo sintió.

Durante esos más de siete años, entregó toda su juventud, su inocencia, se dedicó por completo a ser ama de casa, incluso no tenía personal de servicio, porque así lo decidió, ella lo hacía todo, cocinar, lavar, planchar, limpiar, trapear el piso, podar el jardín, atender a su hijo.

 Aunque sería deshonesto de su parte, decir que fue obligada por Matteo a actuar de esa manera, claro está, tampoco lo impidió, él se sintió cómodo viéndola comportarse de esa forma y ella quiso hacerlo así, porque deseaba saber cómo era tener una vida normal; siempre vivió en la opulencia, donde tenía una persona para resolverle cada uno de sus caprichos, por eso decidió hacerlo diferente, ahora estaba allí, en una situación donde se sentía infravalorada, insignificante, en ese momento fue inevitable burlarse de sí misma.

—¡Oh Gálata! He aquí un matrimonio normal, hasta con cuernos y todo incluidos —expresó en voz alta, le provocaba darse bofetadas, para ver si así aprendía. 

 

Se limpió las lágrimas que rodaban por su rostro de mala gana, con un gesto de enfado hacia sí misma, se odiaba, si pudiera viajaría al pasado y le caería a cachetadas a su yo de ese entonces por haber sido tan idiota. Grandes sollozos salieron de sus labios, entretanto tomó la jarra de té y la tiró por el desagüe del fregadero, de la cómoda cocina con rabia.

Después agarró las galletas que hasta hacía unos minutos horneó con profundo amor para complacer a su marido y a su amigo y las tiró a la papelera de la basura, limpió el mesón y sintiendo las piernas temblar, se fue a ver si su pequeño hijo había despertado de su siesta, subió las escaleras sin soltarse del pasamanos, se sentía tan infeliz, pero no era tiempo de derrumbarse, tenía a sus hijos, por ellos debía ser valiente y no quedarse en el suelo, si no levantarse con firmeza y continuar.

Al entrar a la habitación, el pequeño, seguía dormido, lo vio por unos momentos con mucho pesar, pensando en cómo se vería afectado por sus decisiones, luego giró su vista a la peinadora, dio unos pasos, se paró frente al espejo, se observó detalladamente mientras diversas preguntas surgían en su mente. “¿Cuándo dejé de ser esa chiquilla optimista? ¿Cuándo me abandoné de esa manera? Su cabello no brillaba, un par de sombras oscuras resaltaba debajo de sus párpados”.

“¿Cuándo fue la última vez que visité una peluquería, me hice un corte de cabello, me arreglé las uñas, salí con mis amigas?”, se interrogaba viendo sus manos, un poco maltratadas producto de los oficios de la casa, fue inevitable cuestionarse con enojo "¿Cómo te hiciste esto? ¿Cómo te perdiste tú para vivir a la sombra de un hombre? Uno que ahora no sé da cuenta del sacrificio hecho por ti y sin ningún remordimiento correrá al lado de otra mujer.

Su conciencia de inmediato hizo acto de presencia siendo su más duro juez, por eso es bien empleado el dicho de que todos hacen leña del árbol caído, porque aunque tenía razón, allí estaba su conciencia señalándola cuán si fuera su enemigo más acérrimo.

"Él nunca te ha valorado, ni siquiera se comporta cálido contigo, ¿Cuándo fue la última vez que tuvo un detalle contigo que no sea por un aniversario, un cumpleaños, o un día de celebración especial?” 

Ante sus pensamientos, se sostuvo de la peinadora y comenzó a llorar como nunca antes lo hizo, sentía su corazón oprimido, y una terrible verdad se abrió paso en su interior. Nunca nada fue perfecto, ella se engañó, se aferró a una mentira, a un ideal de matrimonio y familia perfecta, solo por no dar la impresión de haber fracasado, y eso resultaba lo más doloroso, haberte convertido en cómplice de tu propia desgracias, solo para demostrar a los demás que no te equivocaste.

Se retiró del espejo y miró a su hijo, seguía dormido, deseaba tanto gozar de su tranquilidad, de su inocencia. Se acostó a su lado en la cama cuna, olió su dulce aroma de bebé, nada más de esa manera sentía que podía calmar el sufrimiento de su corazón y la angustia de su alma.

Lo abrazó mientras meditaba en su próximo paso, nadie la preparó para ese momento, cuando se casó, pensó que el amor entre ellos era recíproco y perdurable, hasta que alguno de los dos partiera de este mundo.

Cerró los ojos y enseguida los recuerdos llegaron a su mente.

“Era su cumpleaños número dieciocho, se sentía emocionada porque esperaba ver a Matteo, él había sido su amor platónico desde que tenía uso de razón, se colocó un vestido en color verde, cintura alta sin mangas, un escote cuello en V, transparente con dibujos bordados, pero con otro vestido ajustado, con una abertura en la pierna derecha, zapatillas del mismo color.

Fue a una peluquería y se hizo unos reflejos dorados en las puntas de sus cabellos, los cuales se rizó, su maquillaje fue suave, prestándole mayor atención a sus ojos los cuales resaltaban con el exquisito maquillaje. Nunca se había vestido de esa manera, pues prefería ropa más recatada, no obstante, ese día estaba decidida a realzar su belleza y conquistar de una vez por todas al escurridizo Matteo.

Para su buena suerte, apenas comenzó a bajar las escaleras que daban al opulento y elegante salón de fiestas, encontró con la mirada a Matteo que estaba entrando, quién de forma inmediata dirigió su vista hacia ella, para luego esbozar una agradable sonrisa.

Al verlo sonreír de esa manera, ella no pudo evitar un bivaque de mariposas agitarse en el interior de su estómago, sentía que sus piernas fallarían en cualquier momento, las tenía como gelatina y su corazón palpitaba de manera alocada en su pecho. Para su alivio, antes de hacer el ridículo desvaneciéndose, apareció su padre, quien se encontraba al pie de la escalera, más ella estaba tan concentrada en el hombre de su vida, que no se dio cuenta, si no al sentirse tomada del brazo.

—¡Tierra llamando a Gálata! Princesa estoy muy celoso ¿Cuál de todos estos caballeros ha sido capaz de captar tu atención y hacerte olvidar de tu rey y del hombre de tu vida?

Sebastián hizo una mueca fingiendo disgusto y agregó.

» Por favor, mejor no lo digas aún, creo que no estoy preparada para procesar esa información.

—Deberías estar esperando esto, me recuerdo una vez cuando tenía alrededor de nueve años, dije que al crecer me casaría contigo, y mamá respondió que eso no era posible porque eras su esposo, le pedí divorciarse de ti, y en ese entonces me respondiste que cuando creciera me enamoraría de un hermoso caballero para quien yo sería la luz de sus ojos, pues … —, titubeó un momento —Ya estoy enamorada de ese caballero, solo me falta hacerlo enamorarse de mi —expresó con un suspiro.

 Una expresión poco perceptible, cruzó por el rostro de su padre, quién hasta sintió un leve dolor en su interior, pues pensó que pasaría mucho tiempo antes de ver a su pequeña enamorada.

—¿Y puedes decirme quién es ese caballero, que ganó el corazón de mi pequeña? —preguntó con un tono de voz tembloroso, era claramente evidente el esfuerzo hecho por el hombre, para no dejar notar en su voz lo afectado que estaba por semejante noticia.

» ¿Lo conozco? —volvió a preguntar con ansiedad.

 —Si es Matteo Sebastini —declaró la chica orgullosa, mientras el rostro de su padre se teñía de un suave tono carmesí.

 

—¡No Gálata! ¡Matteo Sebastini no! Él no es un hombre para ti —pronunció con una fiera determinación, dejando a Gálata sorprendida, porque nunca vio esa reacción de su padre para con ella.”

“Una espina de experiencia vale más que un bosque de advertencias” James Russell Lowell.

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