C56- IRÉ A VER A MI HERMANA.DARIUS.El pergamino crujió entre mis dedos mientras lo bajaba, y mis ojos se clavaron en la respuesta escrita con una caligrafía pulcra y fría. Sentí cómo la sangre me hervía en las venas. —¿No soy bienvenido? —mi voz retumbó en la sala, cargada de furia contenida—. ¿Qué carajo le pasa a ese imbécil?El mensajero, un joven lobo que apenas había pasado su primera transformación, dio un paso atrás. Su mirada evitaba la mía, pero era evidente que mi enojo lo estremecía. No me importaba. Había enviado esa carta con la intención de anunciar mi visita, no de pedir permiso. Después de todo, Susana era mi hermana. Los lobos que envié con ella me habían contado cómo fue recibida en los límites de la manada de Gideon. Algo en sus palabras, en los detalles que omitieron, me dio mala espina. Había querido ir de inmediato, pero las cosas aquí estaban lejos de ser tranquilas.Una serie de muertes inexplicables había sacudido los alrededores. Mi manada estaba asustada,
C57-ESTÁ VIVA.DARIUSHabíamos viajado sin descanso. El peso de la urgencia me aplastaba, aunque no sabía con certeza de dónde venía. Algo dentro de mí me empujaba hacia adelante, pero mis hombres necesitaban un respiro. Cuando vimos la taberna al borde del camino, decidí que era suficiente.Unas horas aquí no cambiarían nada.La madera crujía bajo mis botas mientras entrábamos. El ambiente estaba cargado de risas y el olor a hidromiel. Nos sentamos en una mesa al fondo, lejos del bullicio. Mis hombres pidieron comida y bebida, mientras yo me quedaba en silencio, observando. La jarra de hidromiel frente a mí seguía intacta.—Dicen que habrá una gran boda mañana —comentó uno de los lobos en una mesa cercana. Su voz era fuerte, como si quisiera que todos lo escucharan.No presté atención al principio. Las bodas no eran asunto mío. Pero entonces, otro continuó:—El alfa Gideon se casa con la loba que llegó hace meses.Mis dedos se detuvieron en el asa de la jarra. Me tensé.¿Casarse?Eso
C58- VENIR CONMIGO.LIONA.Me miré en el espejo, el vestido blanco envolviéndome como una red que no podía romper. Susan estaba detrás de mí, acomodando flores silvestres en mi cabello. Sus manos eran cuidadosas, pero sus ojos no me abandonaban. Los veía reflejados, llenos de algo que no quería enfrentar.—Solo dilo —murmuré, sin girarme.Susan dejó las flores por un momento y suspiró.—¿Estás segura de querer unirte a Gideon?Me giré lentamente.No respondí de inmediato. La miré, buscando fuerzas en algún lugar dentro de mí. Luego tomé sus manos, apretándolas con suavidad.—Lo hago por ellos, Susan. Por mis hijos. No hay otra forma de protegerlos. Necesito que me apoyes. Esto está a punto de suceder.Ella bajó la mirada y sus dedos temblaron en mi agarre.—Hay algo que no te he dicho.Mis cejas se fruncieron.—¿Sobre qué?Me miró de nuevo y su expresión estaba cargada de una tristeza que me hizo temblar.—Sobre mi hermano.Mi pecho se tensó.—Susan...—Él estaba destrozado, Liona —di
C59- UNIÓN INTERRUMPIDA.LIONA.Susan y yo caminábamos juntas hacia el altar de la ceremonia. Mis pasos eran pesados, como si cada uno de ellos me hundiera un poco más en el suelo. Podía sentir cómo mi pecho se comprimía, como si algo invisible estuviera apretándolo sin descanso.«Respira, Liona», me repetía en mi mente.Así que inhalé tratando de calmar esa tormenta que llevaba dentro. Pero el aire no parecía suficiente, y mi corazón seguía golpeando con fuerza.De repente, Susan se inclinó hacia mí. Su voz era baja, pero firme.—Sonríe. Al menos haz que parezca que estás feliz. Es tu gran día, ¿no?Me obligué a girar la cabeza para mirarla. Su rostro era una mezcla de ternura y resignación. Sabía que estaba aquí por mí, pero también sabía que no aprobaba lo que estaba a punto de hacer. Le di una pequeña sonrisa, más por ella que por mí.—Lo intento —murmuré, aunque ambas sabíamos que no era suficiente.Cuando llegamos al altar, ahí estaba Gideon. Alto, con esa postura segura que sie
C60-NO IBA A PERDERLAS.DARIUS.Estaba allí, viendo cómo Liona caminaba hacia él. Hacia Gideon. Cada paso que daba era como una daga clavándose en mi pecho. Mi furia era un volcán a punto de estallar, y no podía apartar la mirada.Ella era mía.La madre de mis hijos, la mujer que había compartido mi cama, la que me había jurado amor eterno.¿Y ahora? Ahora estaba a punto de unirse a otro. Como si yo no existiera. Como si todo lo que habíamos vivido no significara nada.Apreté los puños, sintiendo cómo mis garras querían salir.No iba a permitirlo. Sí, cometí errores, pero ella también. Ella se escondió, huyó de mí. Me dejó sin darme la oportunidad de demostrarle que podía cambiar.Si no me hubiera enterado, los habría perdido. Y eso... eso no iba a suceder.—¿Te volviste loco? —dijo Liona, girándose hacia mí. Sus ojos estaban llenos de furia. Una furia que me desafiaba, que me obligaba a enfrentarla.Di un paso adelante, acortando la distancia entre nosotros. Mi presencia la envolvió,
C61-DEJAME CURARLO.DARIUS.El rugido del Voragor me hizo temblar hasta los huesos. Esa cosa no era solo una criatura, era el mismísimo infierno encarnado. Vi cómo un joven lobo, que apenas había probado la transformación, intentó huir.No llegó lejos.El Voragor lo alcanzó con un movimiento brutal, sus garras atravesando su torso como si fuera papel. El grito del lobo se apagó en un instante, y su cuerpo cayó al suelo, inerte. El terror se extendió como un veneno entre nosotros.—¡Atrás! —rugí, mi voz rasgada por la urgencia—. ¡No se acerquen hasta que estén listos para pelear!Pero era inútil.La manada estaba paralizada, y en ese momento, Gideon dio un paso al frente. Sin dudarlo, comenzó a transformarse. Su cuerpo se alargó, su pelaje dorado brillando bajo la luz pálida de la luna. Era imponente, un alfa en toda regla. Rugió con fuerza y se lanzó contra el Voragor, sus colmillos buscando cualquier punto débil en esa monstruosidad.—¡Voy a ayudarlo! —gritó Liona, avanzando hacia la
C62- JUGAR SU JUEGO.MANADA CREPÚSCULOOcultos entre los árboles, Serena y Nico se entregaban a la pasión, creyéndose solos en el territorio de la manada. La respiración entrecortada de ambos se mezclaba con el viento nocturno.Nico deslizó sus labios por el cuello de Serena, besándola con avidez, mientras sus manos se aferraban a sus caderas con un deseo hambriento.—Te extrañé —susurró contra su piel, marcándola con cada palabra.Serena se rió, ronca, coqueta. Rodeó su cuello con los brazos, atrayéndolo más hacia ella.—Deja de hablar y sigue —pidió con una sonrisa juguetona.Nico rió con un deje malicioso, clavando los ojos en los suyos.—Las hormonas del embarazo sí que están haciendo mucho efecto —murmuró antes de besarla posesivamente, dominándola con el contacto. Luego se apartó apenas lo suficiente para verla a los ojos y agregó con una voz ronca y cargada de certeza—: Sin duda es mío.Serena se tensó de inmediato.Toda la calidez de su cuerpo se esfumó en un instante, y su ex
C63-EL TIEMPO JUSTO.LIONA.La habitación estaba impregnada de un aire pesado, casi irrespirable. El olor a hierbas medicinales mezclado con el sudor de la desesperación llenaba cada rincón. Darius yacía en la cama, su respiración dificultosa, cada inhalación parecía un esfuerzo titánico. Su piel, antes dorada y cálida, ahora era pálida como la ceniza, y venas negras se extendían por su cuello y brazos, como raíces malignas que drenaban cada fragmento de vida que le quedaba. El veneno no solo lo estaba matando; parecía devorar su alma.Mis manos temblaban mientras las colocaba sobre su pecho, intentando canalizar el don que me había sido otorgado.El ritual lobuno siempre había funcionado antes, siempre había traído alivio. Pero esta vez… esta vez no estaba funcionando.Ayla, habló en mi mente con su tono sereno pero firme.«Liona, esto está más allá de tus límites. Por más que lo intentes, no puedes hacer nada.»Su voz era como una daga en mi corazón.«No, tiene que haber una manera