Una semana después.Las horas transcurren con lentitud y cada tic tac del reloj enloquece mis sentidos llevándome a un abismo de dudas y preocupación. Tuve que enviar a varios de mis hombres a Egipto para que obtengan información. Las llamadas a mi móvil se detuvieron, todo el personal que está a mi cargo se encuentra en el campo de batalla tratando de dar con el paradero de Agnes. Tal parece que el persa sabe esconderse entre el insoportable sol de los faraones. No he podido dormir y dudo mucho que lo haga mientras la conciencia y el dolor no me dejen hacerlo. La comida no es una opción para mi asi que preferí mantenerme de pie con el dulce y embriagante sabor del coñac.>La pregunta retumba en mi mente una y otra vez mientras que el corazón late en mi pecho desbocado y sin rumbo. Estoy desesperado por saber si Agnes se encuentra bien, necesito tener la certeza de que aun esta con vida. Me mata… me envenena el cuerpo sentir esto que tengo atorado en medi
—Aja —di media vuelta y subi a la camioneta. Desde que Agnes desapareció Carlotta no ha querido ni hablarme, se la pasa escondida en su habitación llorando su dolor, la comprendo, no es nada fácil vivir con la angustia.En el hangar mis hombres y los de Dorien se organizaron para llevar todo lo necesario. Afortunadamente el colombiano no se ha enterado de nada de lo sucedido ya que tuve que pagarles a los medios de comunicación una fuerte cantidad de dinero para que mantengan sus aberrantes bocas cerradas, además de que he enviado a Bogotá a más de cinco guardias para que vigilen todo lo que hace el psicólogo.Esta vez no encontré paz entre los cielos. Nada puede tranquilizarme, creo que encontrare consuelo y alivio cuando encuentre a Agnes ya sea viva o muerta. Planee todo lo que se haría al aterrizar en las fronteras de Libia, desde ese lugar nos trasladaríamos hasta Egipto para no llamar la atención ya que varios aeropuertos estaban intervenidos por la guardia de Ahmad. Las horas d
Jartum, Sudan.Región de Darfur.Agnes.Siento en el rostro los rayos del sol, aún estoy muy débil no sé qué es lo que me han hecho, pero siento las piernas y los brazos adormilados como si tuviera un cinturón rodeándolos, impidiendo que la circulación de mi sangre sea buena. El abochornante calor provoca una incomodidad inusual en mi piel, todo el tiempo estoy sudando. A ratos estoy inconsciente y en ocasiones estoy despierta, pero no logro reconocer a nadie a mi alrededor. Las mujeres que me acompañan tienen el rostro cubierto y emanan un olor a hojas secas de hierva buena y menta con esencias de romero. Días atrás estuve en un hospital, lo sé porque varios médicos estuvieron al pendiente de mi salud. Me duele el abdomen con el movimiento de arriba abajo del vehículo en el que me trasportan. Un idioma extraño prevalece en mis oídos y me temo que no soy capaz de reconocerlo.>—¡Rápido! —escuche la voz de un hombre.>—¡Ya la están
Desperté con una intensa sed. Recorrí de arriba abajo el techo que parece ser de arena o barro. El ambiente a mi alrededor era cálido y fresco. El rostro de una anciana fue lo único que observe antes de que incorporaran mi cuerpo para poder sentarme sobre la cama. Al principio me sentí mareada y con nauseas, pero poco después me adapté a la posición.—¿Cómo te sientes? —me acerco una tasa con agua tibia.—Bien… me duele la cabeza —bebi de golpe el líquido.—Es normal, aun estas recuperándote.—¿Qué me paso?—¿No lo recuerdas? —sonrió con tristeza —. Bien, lo único que sabemos es que Ahmad te trajo hasta aquí para salvarte la vida, estabas muy débil por el disparo que recibiste en tu pancita —como por instinto lleve mis manos hasta esa área —¿Te ocurre algo?—No —negué con la cabeza —¿Por qué el señor Ahmad me trajo aquí?—Eso es obvio, mujer, ya eres de su propiedad.—¿Qué? No entiendo lo que está diciéndome —estaba muy confundida.—Es simple, ahora le perteneces a ese hombre.—Pero ¿
Afganistán.Agnes.Intente salir de la habitación en la que me tenían cautiva, grite y golpee las paredes con lo primero que encontré, nada sirvió ya que nadie acudió al llamado. Parecía que estaba sola en esa enorme alcoba. No tenia ventanas y la luz del sol se colaba por pequeños cubitos que transportaban el aire del exterior al interior.—Carajo —desprendí el velo que traía en la cabeza —¿Qué voy a hacer? —con la desesperación que sentía lo único que hice fue sentarme en el suelo a llorar —. Dios mío, ayudame —le rogué al ser poderoso que se apiade de mí.El silencio no me ayudaba mucho a tranquilizar mis nervios. Las constantes ideas que pasaron por mi cabeza eran cosas aberrantes, entre ellas, el simple pensamiento de que una vez más iba a ser abusada por un idiota que cree que le pertenezco. Estoy a nada de enloquecer y seguramente cometeré una tontería. Desconozco el lugar en donde me encuentro y muy probablemente este en uno de los pises en los que los talibanes gobiernan, un
—Estoy muy incómoda —lo dije para mí misma. Me mantuve de pie con la espalda recargada en el muro.—Hola —asomo la cabeza por la puerta —¿Cómo estás?—Deseosa por verte —la ayude con la charola.—¿Por qué?—Tengo mi periodo ¿de casualidad tienes algo que me sirva?—Este…—rasco su nuca con mucho nerviosismo —. No se habla de eso —dijo en voz muy bajita.—¿Qué? —me acerque a ella.—Solo utiliza alguna de las prendas que tienes en tus cajones.—¿En verdad? —estaba apenada por lo que escuchaba.—Si.—¿No tienes una toalla sanitaria o algún tampón?—No —dijo con vergüenza.—Esta bien, no te preocupes. Ya me las arreglare.—Si —se sentó al borde de la cama.—Iré al baño. En un momento estoy contigo —espere tanto para recibir un “no” por respuesta. Enseguida me puse a buscar lo que podría servirme como toalla y afortunadamente encontré una prenda de algodón. La corte en pedazos y la coloque en el lugar que debe ir. Es vergonzoso hacer este tipo de cosas, pero debo hacerlo sino quiero tener a
Me duelen las piernas por la manera en la que estoy durmiendo. Parece que encontré un refugio encogiendo mi cuerpo para darme un poco de calor. Gracias al cielo Nur es la que puede ayudarme dándome masajes relajantes, ella dice que mis músculos están tensos al igual que mi alma. Tal vez tenga razón, ya no me siento segura en ninguna parte. Solo espero y tengo la esperanza de que Drako aparezca lo más rápido posible. El encierro está enloqueciéndome al igual que la soledad.—¿Cómo estás? —siempre es una bendición mirar el rostro de Nur o por lo menos lo poco que puedo ver de él.—Algo cansada y la verdad es que no sé porque —suspire.—Me imagino que debe ser por todo el estrés y el encierro al que has sido sometida.—Yo creo que si —comencé a comer lentamente.—El señor Ahmad quiere verte.—No me digas eso. Ya se jodio mi día —cerré los ojos con fuerza para no creer lo que escuché.—Lo siento. Me pidió que te lleve a las duchas para prepararte para él.—Santo dios. Quiero llorar o mori
—Se de buena fuente de que aun conservas tu castidad, un aspecto de suma importancia para mi ya que yo sere el primero y el ultimo en tu vida.—Ahmad, eres demasiado ingenuo. Que patético —me reí a carcajadas por las estupideces que decía —. El chismoso que te dijo eso solo lo hizo para fastidiarte ya que me he acostado con tres hombres. El más reciente fue Drako y fue el, el que me hizo mujer.—Callate, no sigas —se molestó bastante.—Después, cuando viajé a Colombia me acosté con uno de los psicólogos del centro de rehabilitación. No es necesario que te cuente esa historia o ¿sí?—No me interesa saber nada de tu pasado —le permiti que se acercara a mí. Paso sus sucias manos por mis hombros —. Eres única y serás solo mía.—Tuya no soy y jamás lo sere —recibi una fuerte bofetada en la mejilla derecha.—De una forma u otra aprenderás a respetarme —la rabia se apodero de mí. Ni siquiera permití derramar mis lagrimas para que el idiota que se atrevió a golpearme no observara debilidad en