Pero en ese minúsculo segundo de descuido, en el que Laura apuntó el arma hacia Carmen, el escolta aprovechó su oportunidad para arrebatarle el arma a la joven prometida y en medio de un sobresalto, Carmen se abalanzó hacia la salida, todo lo que le quedaba para salvarse.Nunca jamás Carmen pensó encontrarse con el escenario frente al que estaba, una hilera de hombres de Bastián, frente a toda la mansión, armados, apuntando a los tres autos de hombre que acompañaban a Marcus.Su prometido con las manos en alto y, ¿el disparo que sonó? Aunque sí olía a pólvora, no parecía haber nadie herido.—¡Basta! — Voceo Carmen, asustada y todos voltearon hacia ella.—¡Carmen, gracias cielo! — Exhaló Marcus desde las escaleras que llevaban a la entrada de la mansión.El hombre estaba al frente de los autos, desarmado, mientras que más atrás, tres autos llenos de escoltas sin armas, también lo acompañaban.Mientras que, tanto Bastián, como sus hombres, los apuntaban sin recelos.—¿Qué hace
De nuevo, apareció el recuerdo de Carmen con esa expresión cruda y llena de rabia, la mujer que él amaba, hablándole con odio.La sangre de Bastián seguía hirviendo, el dolor que él sentía en el pecho se sentía incurable.Trago tras trago, el licor en la botella seguía disminuyendo, pero parecía que el whisky nunca haría su efecto, de hacerlo olvidar, de borrarle la consciencia y calmar el ardor que lo quemaba por dentro.Con la rabia intacta, Bastián volvió a recordar el momento en el que Carmen se fue junto a su prometido, Marcus y con esa imagen pegada en la mente, el sentido de impotencia y frustración colmó a Bastián.Él terminó lanzando el pequeño vaso que estaba usando para servirse el whisky contra una pared, para luego tomar del licor directamente de la botella.Tragó tras trago, los pensamientos de Bastián comenzaron a dar vueltas, llevándolo hasta los más antiguos recuerdos con Carmen, como el día en qué la conoció.Un día único e inolvidable, pues en ese entonces, Ba
Bastián volvió en sí de sus recuerdos, inhalando profundo al evocar esa sensación, ese miedo que sintió al escuchar por primera vez sobre la mafia.Era joven e ingenuo, por lo que, en ese entonces, Bastián no sabía absolutamente nada sobre la realidad de su familia.Como todos, él siempre pensó que la gran familia Hidalgo, a la que pertenecía, eran respetables empresarios, pero a partir de ese día, Bastián tuvo que aprender a los golpes que había otra realidad escondida tras las sombras de su prominente familia.Luego de tomar un largo trago directo de la botella de whisky, Bastián volvió a caer en otro recuerdo.*Flashback*— Padre… ¿Qué haces? — Preguntó Bastián, cansado, con los brazos encadenados por encima de la cabeza, con unos grilletes. — Por favor, padre, déjame ir… Yo… Yo no soy esto, yo no nací para esto…—Esto es bueno para ti, Bastián, y espero que algún día entiendas que no lo hago por hacerte una maldad, castigarte o por querer hacerte sufrir, esto me duele más a
En medio de ese minuto de silencio, como si estuviera hipnotizado, Bastián comenzó a acercarse a Carmen, inclinándose lentamente hacia ella, sin dejar de observarle rostro, pero sobre todo, sin dejar de detallar sus rosados, tentadores y pulposos labios.—¿Dónde has estado? — Preguntó Carmen, repentinamente, nerviosa.—¿Qué? — Bastián se detuvo abruptamente, ante la repentina pregunta.—Es que no te había visto desde hace tiempo, desapareciste y ahora que volviste, que por fin te veo de nuevo, parece que tienes algunos moretones… — Carmen señaló un cardenal que se marcaba en el brazo de Bastián. — Espero que no hayas estado metido en algún problema…—No, es que, yo… — Bastián se enderezó, incómodo, intentando cubrirse el brazo, bajando la manga de la camisa arremangada. — Había estado tomando algunas clases extras, muchas clases extras de hecho, y esto… Debió ser en las clases de defensa personal o de lucha…—Eso es bueno, supongo, que aprendas de todo… — Carmen se encogió d
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.
Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.—¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.—Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.—Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.—No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»—No me res
—Tienes que calmarte… — Fernanda sostenía a Carmen por los hombros, viéndola con determinación a los ojos. — Respira profundo…—Que… Yo… Es que… — Balbuceaba Carmen ya derramando lágrimas.—No puedes volver a permitir que los demás vean que te afecta o todos se enteraran de lo que pasa entre tú y el señor Hidalgo, debes ser más fuerte, Carmen… — Murmuró Fernanda con discreción.—¿Cómo? — Carmen arrugó el entrecejo confundida. — Tú… ¿Tú los sabes? —Por supuesto, no soy estúpida…—¿Todos los saben? — Preguntó Carmen aterrada.—No, claro que no, solo yo lo sé y es porque te conozco, llevo años conociéndote y trabajando con a tu lado con el señor Hidalgo, pero… Si vuelves a ser tan obvia, Carmen, ten por seguro que todos se enteraran… — Le advirtió Fernanda a su amiga. — Ahora, quédate encerrada en tu habitación, llora lo que tengas que llorar, sufre lo que tengas que sufrir y mañana sales a trabajar con la cabeza en alto, como si nada hubiera pasado, ¿entendido? —No… Yo
El día de la fiesta de compromiso había llegado y hasta ahora, aunque con muchas dificultades, Carmen había logrado esquivar a Bastián, para ella, su examante.No fue nada fácil, sobre todo considerando que vivían en la misma mansión, pero era un lugar muy grande en el que ella podía esconderse en el día, cuando él no estuviera trabajando y por las noches, Carmen se esforzaba trabando la puerta de su habitación con algún mueble pesado o se quedaba en la habitación de otra empleada, simulando sentirse mal.Hasta ahora todos sus esfuerzos habían dado sus frutos, pues no tuvo que tropezarse con su jefe y lo poco que vio a Bastián, fue en momentos en los que había alguien más presente, por lo que él no pudo acercarse.Claro, Carmen era muy consiente de que no podría esquivar a Bastián toda la vida, en algún momento ella tendría que volver a enfrentarlo, pero por ahora, era bueno hacerle notar a su jefe, que ella no estaba de acuerdo en seguir con su relación clandestina ahora que él se