—Me dejaste botada para traer a esa mujer de clase inferior, ¡ella es la prometida de Marcus, tu sobrino!, ¡esa mujer no debería estar aquí! — Insistió Laura y se escuchó un fuerte golpe, el de un puñetazo sobre madera, lo que sorprendió a Carmen.—¡Pues vete tú!, ¡largo!, ¡sal de mi oficina, que ya me tienes harto y no respondo por lo que termine haciendo! — Voceo Bastián acompañando su grito con otro golpe más fuerte.—¡No te tengo miedo, Bastián Hidalgo, aunque todos hablen de lo malvado y cruel que eres, no me voy a quedar con esto, vas a pagar por esta humillación! — Se abrió la puerta de la oficina y de allí salió Laura resoplando, prácticamente tropezándose con Carmen de frente. — ¡Tú, bastarda, perra regalada, todo esto es por tú culpa!—¿Qué?—¡Yo soy la prometida de Bastián y cuando me case con él, como la nueva señora del jefe, nada me va a detener, tendré el poder de echarte de patitas de esta casa, de mi casa! — Amenazó Laura en un murmuro, acercándose a Carmen l
—Entonces, ¿cómo podía una simple sirvienta cuestionarte, dejarte y salir huyendo?, ¿no es cierto?, algo imperdonable, algo intolerable… — Continuó Carmen con una pizca de ironía ligada a la rabia. — Ese era tu verdadero dolor, ¿o no?, ¿cómo una persona como yo, podía dejar al millonario, atractivo y poderoso Bastián Hidalgo, al hombre al que nadie le niega nada, el hombre al que todos temen?…—¿Quién te dijo que…? Tú no entiendes nada… — Gruñó por lo bajo Bastián.—Entonces es cierto, no lo niegas… — Asintió Carmen, con algo de tristeza en la mirada. — Eres el jefe de una mafia.Bastián la soltó, volteando la mirada con una tenue sonrisa irónica, y caminó hacia los ventanales de la oficina, como si todo ya estuviera dicho.—¡Vamos, dímelo, dime la verdad a la cara…! — Voceo Carmen, sorprendida.—La verdad es… Que ese no es tu problema… Vete, vuelve a tu habitación… — Gruñó Bastián sin voltear a verla.—¡¿Qué no es mi problema?! Eres… Eres un mafioso, un asesino, un cruel
Carmen sintió como se le aceleró el pulso, algo malo iba a suceder, ella lo presentía, algo terrible podía hacer Bastián si ella no lo detenía, pero qué podía hacer, estando atrapada.—Oh, vaya… — Se escuchó la voz de una mujer desde atrás, Laura se acercaba.El escolta parecía atento a la señorita que comenzó a pasearse por el salón, la prometida del jefe, sin embargo, el hombre estaba más enfocado en la acción que se escuchaba afuera de la mansión, donde se podían oír las armas siendo cargadas, los motores de autos rugiendo y también algunos gritos.—¿Qué quieres, Laura?, ahora no estoy para tus juegos… — Gruño Carmen de mala gana, cruzándose de brazos en su asiento.—Es una pena… No pareces muy contenta del lugar que te han dado en esta casa… — Murmuró Laura con un tono lleno de sarcasmo, mientras que seguía paseándose cerca de Carmen, con una sonrisa burlona.—¿De verdad crees que estoy feliz de estar aquí? Si pudiera, yo… — Carmen se contuvo, tragándose un nudo en la gar
Pero en ese minúsculo segundo de descuido, en el que Laura apuntó el arma hacia Carmen, el escolta aprovechó su oportunidad para arrebatarle el arma a la joven prometida y en medio de un sobresalto, Carmen se abalanzó hacia la salida, todo lo que le quedaba para salvarse.Nunca jamás Carmen pensó encontrarse con el escenario frente al que estaba, una hilera de hombres de Bastián, frente a toda la mansión, armados, apuntando a los tres autos de hombre que acompañaban a Marcus.Su prometido con las manos en alto y, ¿el disparo que sonó? Aunque sí olía a pólvora, no parecía haber nadie herido.—¡Basta! — Voceo Carmen, asustada y todos voltearon hacia ella.—¡Carmen, gracias cielo! — Exhaló Marcus desde las escaleras que llevaban a la entrada de la mansión.El hombre estaba al frente de los autos, desarmado, mientras que más atrás, tres autos llenos de escoltas sin armas, también lo acompañaban.Mientras que, tanto Bastián, como sus hombres, los apuntaban sin recelos.—¿Qué hace
De nuevo, apareció el recuerdo de Carmen con esa expresión cruda y llena de rabia, la mujer que él amaba, hablándole con odio.La sangre de Bastián seguía hirviendo, el dolor que él sentía en el pecho se sentía incurable.Trago tras trago, el licor en la botella seguía disminuyendo, pero parecía que el whisky nunca haría su efecto, de hacerlo olvidar, de borrarle la consciencia y calmar el ardor que lo quemaba por dentro.Con la rabia intacta, Bastián volvió a recordar el momento en el que Carmen se fue junto a su prometido, Marcus y con esa imagen pegada en la mente, el sentido de impotencia y frustración colmó a Bastián.Él terminó lanzando el pequeño vaso que estaba usando para servirse el whisky contra una pared, para luego tomar del licor directamente de la botella.Tragó tras trago, los pensamientos de Bastián comenzaron a dar vueltas, llevándolo hasta los más antiguos recuerdos con Carmen, como el día en qué la conoció.Un día único e inolvidable, pues en ese entonces, Ba
Bastián volvió en sí de sus recuerdos, inhalando profundo al evocar esa sensación, ese miedo que sintió al escuchar por primera vez sobre la mafia.Era joven e ingenuo, por lo que, en ese entonces, Bastián no sabía absolutamente nada sobre la realidad de su familia.Como todos, él siempre pensó que la gran familia Hidalgo, a la que pertenecía, eran respetables empresarios, pero a partir de ese día, Bastián tuvo que aprender a los golpes que había otra realidad escondida tras las sombras de su prominente familia.Luego de tomar un largo trago directo de la botella de whisky, Bastián volvió a caer en otro recuerdo.*Flashback*— Padre… ¿Qué haces? — Preguntó Bastián, cansado, con los brazos encadenados por encima de la cabeza, con unos grilletes. — Por favor, padre, déjame ir… Yo… Yo no soy esto, yo no nací para esto…—Esto es bueno para ti, Bastián, y espero que algún día entiendas que no lo hago por hacerte una maldad, castigarte o por querer hacerte sufrir, esto me duele más a
En medio de ese minuto de silencio, como si estuviera hipnotizado, Bastián comenzó a acercarse a Carmen, inclinándose lentamente hacia ella, sin dejar de observarle rostro, pero sobre todo, sin dejar de detallar sus rosados, tentadores y pulposos labios.—¿Dónde has estado? — Preguntó Carmen, repentinamente, nerviosa.—¿Qué? — Bastián se detuvo abruptamente, ante la repentina pregunta.—Es que no te había visto desde hace tiempo, desapareciste y ahora que volviste, que por fin te veo de nuevo, parece que tienes algunos moretones… — Carmen señaló un cardenal que se marcaba en el brazo de Bastián. — Espero que no hayas estado metido en algún problema…—No, es que, yo… — Bastián se enderezó, incómodo, intentando cubrirse el brazo, bajando la manga de la camisa arremangada. — Había estado tomando algunas clases extras, muchas clases extras de hecho, y esto… Debió ser en las clases de defensa personal o de lucha…—Eso es bueno, supongo, que aprendas de todo… — Carmen se encogió d
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.