No había espacio para dudas, ambos sabían lo que querían.Por eso, inmediatamente Bastián sacó su mano del delicioso punto con el que jugaba y con determinación, volvió a tomar a Carmen por la cintura, mientras que, por su parte, ella sostuvo el mástil con una mano y con la otra, se sostuvo del hombro de Bastián.Ambos se miraron a los ojos una vez más, exhalando profundamente, estaban listos.Bastián levantó a Carmen lo suficiente, acercándola más a su cuerpo y ella acomodó el mástil en la posición correcta entre sus piernas, al bajar, todo entró en el interior de ella, arrancándole a ambos un inevitable gruñido de placer, ligado entre la satisfacción y el alivio.Era como si finalmente hubieran conseguido la dosis del medicamento que necesitaban para sobrevivir.Así, luego de un segundo de respiración y acomodo, Carmen comenzó a moverse, sintiendo como todos los músculos de Bastián se tensaban, viendo como todas las venas se le brotaban al tiempo que apretaba la mandíbula.Ell
Carmen se quedó pasmada viendo como Bastián se alejaba hacia su oficina y toda esta situación, le dio un mal presentimiento.—Ven, vamos, Carmen, acompáñame… — Insistió Fernanda, sonriéndole con dulzura a Carmen.Aunque se sentía incómoda y temerosa de lo que esté regreso a la mansión podría significar, Carmen no quiso desplantar a su amiga y solo asintió, siguiéndola.De nuevo, Carmen estaba de regreso en su antigua habitación, ese pequeño lugar en el que había vivido por varios años, ese mismo lugar que vio nacer su clandestina relación con su jefe y que ahora le traía tantos recuerdos.Carmen suspiró pensativa, ella siempre amó a Bastián y todavía lo amaba, sin embargo, ese amor no cambiaría la vida que ella llevaría a su lado si se quedaba.Cómo la amante, para siempre.No quiso siquiera imaginarlo o pensarlo, era demasiado doloroso, por eso, Carmen sabía que no podía quedarse.—¿Está todo bien? — Fernanda interrumpió repentinamente los pensamientos de Carmen, notando a s
—Entonces… ¿Tú crees que está mal que un hombre como Marcus quiera casarse conmigo?, ¿por eso debo quedarme aquí y conformarme con ser la amante del gran señor Bastián? — Preguntó Carmen, herida, soltando las manos de su amiga.—¡No, no, claro que no, Carmen!… — Aclaró Fernanda de inmediato. — No es que crea que esté mal, solo decía que… Todos sabemos como es la familia Hidalgo, el mismo Marcus lo debe saber bien y la señora Mercedes no estará de acuerdo con esto, ni Carolina, mucho menos el señor Bastián… Y me parece muy extraño, que Marcus arriesgue todo, ya sabes, que esté dispuesto a quedarse sin nada… Por un repentino compromiso que vino de la nada…—Pues… Bastián también se comprometió de la nada y no dijiste nada… — Carmen arrugó el entrecejo, volteando la mirada con incomodidad.—Sí, con una joven rica, como se espera… El señor Bastián Hidalgo es un hombre con una familia poderosa y rica, este tipo de matrimonio es algo normal en su círculo… En cambio, nosotras… — Ferna
—Me dejaste botada para traer a esa mujer de clase inferior, ¡ella es la prometida de Marcus, tu sobrino!, ¡esa mujer no debería estar aquí! — Insistió Laura y se escuchó un fuerte golpe, el de un puñetazo sobre madera, lo que sorprendió a Carmen.—¡Pues vete tú!, ¡largo!, ¡sal de mi oficina, que ya me tienes harto y no respondo por lo que termine haciendo! — Voceo Bastián acompañando su grito con otro golpe más fuerte.—¡No te tengo miedo, Bastián Hidalgo, aunque todos hablen de lo malvado y cruel que eres, no me voy a quedar con esto, vas a pagar por esta humillación! — Se abrió la puerta de la oficina y de allí salió Laura resoplando, prácticamente tropezándose con Carmen de frente. — ¡Tú, bastarda, perra regalada, todo esto es por tú culpa!—¿Qué?—¡Yo soy la prometida de Bastián y cuando me case con él, como la nueva señora del jefe, nada me va a detener, tendré el poder de echarte de patitas de esta casa, de mi casa! — Amenazó Laura en un murmuro, acercándose a Carmen l
—Entonces, ¿cómo podía una simple sirvienta cuestionarte, dejarte y salir huyendo?, ¿no es cierto?, algo imperdonable, algo intolerable… — Continuó Carmen con una pizca de ironía ligada a la rabia. — Ese era tu verdadero dolor, ¿o no?, ¿cómo una persona como yo, podía dejar al millonario, atractivo y poderoso Bastián Hidalgo, al hombre al que nadie le niega nada, el hombre al que todos temen?…—¿Quién te dijo que…? Tú no entiendes nada… — Gruñó por lo bajo Bastián.—Entonces es cierto, no lo niegas… — Asintió Carmen, con algo de tristeza en la mirada. — Eres el jefe de una mafia.Bastián la soltó, volteando la mirada con una tenue sonrisa irónica, y caminó hacia los ventanales de la oficina, como si todo ya estuviera dicho.—¡Vamos, dímelo, dime la verdad a la cara…! — Voceo Carmen, sorprendida.—La verdad es… Que ese no es tu problema… Vete, vuelve a tu habitación… — Gruñó Bastián sin voltear a verla.—¡¿Qué no es mi problema?! Eres… Eres un mafioso, un asesino, un cruel
Carmen sintió como se le aceleró el pulso, algo malo iba a suceder, ella lo presentía, algo terrible podía hacer Bastián si ella no lo detenía, pero qué podía hacer, estando atrapada.—Oh, vaya… — Se escuchó la voz de una mujer desde atrás, Laura se acercaba.El escolta parecía atento a la señorita que comenzó a pasearse por el salón, la prometida del jefe, sin embargo, el hombre estaba más enfocado en la acción que se escuchaba afuera de la mansión, donde se podían oír las armas siendo cargadas, los motores de autos rugiendo y también algunos gritos.—¿Qué quieres, Laura?, ahora no estoy para tus juegos… — Gruño Carmen de mala gana, cruzándose de brazos en su asiento.—Es una pena… No pareces muy contenta del lugar que te han dado en esta casa… — Murmuró Laura con un tono lleno de sarcasmo, mientras que seguía paseándose cerca de Carmen, con una sonrisa burlona.—¿De verdad crees que estoy feliz de estar aquí? Si pudiera, yo… — Carmen se contuvo, tragándose un nudo en la gar
Pero en ese minúsculo segundo de descuido, en el que Laura apuntó el arma hacia Carmen, el escolta aprovechó su oportunidad para arrebatarle el arma a la joven prometida y en medio de un sobresalto, Carmen se abalanzó hacia la salida, todo lo que le quedaba para salvarse.Nunca jamás Carmen pensó encontrarse con el escenario frente al que estaba, una hilera de hombres de Bastián, frente a toda la mansión, armados, apuntando a los tres autos de hombre que acompañaban a Marcus.Su prometido con las manos en alto y, ¿el disparo que sonó? Aunque sí olía a pólvora, no parecía haber nadie herido.—¡Basta! — Voceo Carmen, asustada y todos voltearon hacia ella.—¡Carmen, gracias cielo! — Exhaló Marcus desde las escaleras que llevaban a la entrada de la mansión.El hombre estaba al frente de los autos, desarmado, mientras que más atrás, tres autos llenos de escoltas sin armas, también lo acompañaban.Mientras que, tanto Bastián, como sus hombres, los apuntaban sin recelos.—¿Qué hace
De nuevo, apareció el recuerdo de Carmen con esa expresión cruda y llena de rabia, la mujer que él amaba, hablándole con odio.La sangre de Bastián seguía hirviendo, el dolor que él sentía en el pecho se sentía incurable.Trago tras trago, el licor en la botella seguía disminuyendo, pero parecía que el whisky nunca haría su efecto, de hacerlo olvidar, de borrarle la consciencia y calmar el ardor que lo quemaba por dentro.Con la rabia intacta, Bastián volvió a recordar el momento en el que Carmen se fue junto a su prometido, Marcus y con esa imagen pegada en la mente, el sentido de impotencia y frustración colmó a Bastián.Él terminó lanzando el pequeño vaso que estaba usando para servirse el whisky contra una pared, para luego tomar del licor directamente de la botella.Tragó tras trago, los pensamientos de Bastián comenzaron a dar vueltas, llevándolo hasta los más antiguos recuerdos con Carmen, como el día en qué la conoció.Un día único e inolvidable, pues en ese entonces, Ba