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La mañana se abrió paso rápidamente ante nosotros. Los rayos del sol iluminan toda la habitación, doy vuelta en la cama y me encuentro sola, toda la casa está sumida en un silencio sepulcral.Cubro mi cuerpo con la sábana, me levanto y al ver la cama hay unas pequeñas manchas de sangre en ella. Eso significa que he dejado de ser virgen y que me he entregado a un hombre que apenas conozco. Una sonrisa estúpida se asoma en mis labios al recordar la manera en la que hicimos el amor, este hombre tiene el poder de deshacerme y rehacerme entre sus magníficos brazos.Me dirijo al baño algo incómoda, pues mi parte íntima está sensible. Quiero asearme, pero al entrar al baño llama mi atención una nota junto a una rosa blanca en el lavamanos. Tomo la nota y la leo.«Una rosa blanca para la más “Preciosa” entre ellas. La Rosa blanca es símbolo de pureza, inocencia y perpetuidad… Eres todo eso para mí y mucho más. Volveré pronto quedas en tu casa, Mi Preciosa».Releo una y otra vez “Mi Preciosa” A
Se estaciona y me ayuda a bajar, besa el dorso de mi mano y me mira fijo a los ojos.—Ha sido un placer estar contigo, Preciosa.Yo todo lo que hago es perderme en ese mar profundo que tiene por ojos y asiento como una tonta, más ninguna palabra sale de mi boca y es cuando debería decirle…«¡Sí, papi...!, me encantas, me enloqueces. Hazme tuya una vez más aquí mismo si así lo deseas. O mejor subamos a mi departamento para estrenarlo como es, antes de entregarlo»—¿Me prestas tu celular, por favor?—yo le paso mi teléfono, aún sigo hechizada por él.Anota su número en mi teléfono.«Yo estoy que no me la creo. Aprieto las nalgas para ver si estoy soñando y efectivamente estoy más despierta que nunca», hace una llamada perdida para él y me extiende el teléfono nuevamente.—Ya está, tienes mi número y yo el tuyo. Avísame cuando hayas terminado de hacer tus cosas estaré esperando por ti. Cuídate mucho por favor, cualquier cosa no dudes en llamarme, preciosa.—Está bien, te llamaré. Ve con c
Al llegar al lugar al que me ha traído quedo boquiabierta, es hermoso. Aunque hay oscuridad, la luna está radiante y permite apreciar un poco la silueta de la isla, de día debe ser una maravilla. Estos detalles de él conmigo me matan y aunque no quiera enamorarme ya estoy hasta los tuétanos, no sé que es lo que tenemos, solo sé que hay algo entre nosotros, pero ninguno de los dos se atreve a hablarlo. —Tú y yo tendremos una cena a la luz de la luna. ¿Qué te parece? «Alucinante» Este hombre está muy guapo así vestido. —Me encanta la idea. —Quiero que te relajes, te noto tensa y pensativa desde la mañana. ¿Segura de que todo está bien? —Sí, no te preocupes— no quiero mentirle, pero no tengo opción. Son mis problemas, no los de él. —Bien, entonces vayamos a cenar. Muero de hambre. Mañana podrás apreciar la maravilla de esta isla. Nos dirigimos a unas escaleras y subimos por ellas. Al llegar arriba veo que es una terraza toda cerrada con grandes ventanales de vidrio y dónde está sit
Escucho como Edward me pide despertarme, abro los ojos con pesadez y noto que aún está algo oscuro. Le digo que me deje dormir, hicimos el amor tres veces y no tengo energía. Me habla al oído y me dice palabras hermosas disipando mi mal humor entre mimos, decido abrir los ojos al mundo, él está vestido con un short playero y una camisa deportiva, me extiende un vestido corto amarillo pastel con estampado de flores.—¿Lo escogiste tú?—Sí, ¿te gusta?—Es precioso, gracias.—Te espero afuera, no tardes, por favor. No querrás perderte las maravillas que Dios nos regala.—Ya salgo.Apurada voy al baño, hago pipi y me cepillo rápidamente. Sujeto mi cabello en un moño alto y desordenado ya que lo tengo todo enmarañado, me coloco el vestido que me ha dado y este se ajusta perfectamente a mi cuerpo.Ruedo el ventanal para salir a la cubierta, Edward se voltea, pasea su mirada por mi cuerpo y me regala una sonrisa matadora de esas que me enamoran aún más. Me extiende su mano para guiarme coloc
Mi fin de semana junto a Edward fue maravilloso. Compartimos mucho, nos conocimos un poco más y no paramos de explorar nuestros cuerpos, es increíble todo lo que me hace sentir ese hombre con su boca, sus manos y su cuerpo. Me excito de solo pensar en él. Es que hasta su nombre es morboso... «¡Edward, Edward, Edward...!» Me pone como una moto recordar todo lo que hemos hecho. La realidad me golpea, aquí estoy atendiendo paciente tras paciente. Edward es muy profesional, ni siquiera voltea a mirarme y ni un guiño me lanza, me molesta que ni disimulado, me manda alguna señal de humo. Las pacientes a las que ha operado y proporcionado enormes tetas vienen a restregárselas, a ofrecérselas en mi presencia y me hierve la sangre, quisiera agarrarlas de los cabellos y sacarlas del consultorio a patadas. Me pone enferma tan solo de pensar que eso mismo que me da a mí... se lo dé a otra. Trato de disimular, juro que hago el esfuerzo, pero los celos me comen viva. A veces veo un atisbo
Mi teléfono está vibra que vibra, lo saco del bolso y es Edward el que me llama. Aunque no quiera que se entere, no tengo a nadie más a quien acudir, así que dejando mi vergüenza y orgullo a un lado le contesto. —Preciosa acabo de terminar voy a buscarte… ¿Preciosa me escuchas?—¿Puedes venir por mí a otro lugar, por favor?—el llanto no me dejaba pronunciar palabra.—¿Qué ocurre? ¿Estás bien?—Sí, pero por favor ven por mí. Te explico luego. —Mándame tu ubicación y no te muevas de donde estás, por favor. A los veinte minutos llega y estaciona el auto en la cafetería, cuando veo que se baja voy a su encuentro no quiero estar un minuto más aquí. Está preocupado, lo veo en su rostro y sus espectaculares ojos me escanean de arriba abajo. —¿Qué pasó? Estás temblando. Me abraza y me aprieta contra él, sentirlo conmigo me tranquiliza y me da paz. Me abre la puerta del auto y una vez adentro le explico lo que me ocurrió, veo como aprieta el volante hasta quedar sus nudillos blancos, su
Edward me deja en el suelo, agarra la copa de champaña y se sienta en la orilla de la cama, le da un trago a la misma y con su voz extremadamente ronca me dice:—Aún no es momento preciosa. Primero quiero que me calientes.Pestañeo varias veces ante lo que me dice de repente siento la boca seca, yo también le doy un trago a mi copa y sonrío nerviosa.«¡Esto va en serio...! ¿¡En qué lío me metí con este hombre!?».—Sabes hacerlo, te he enseñado. Quiero que lo hagas tu sola ahora, déjate llevar. Desnúdate, siéntate allí—señala el diván que está cerca del jacuzzi—. Y caliéntame.¡Oh por Dios! Me bebo toda la copa de un solo trago y me sirvo otra, Edward me observa con sus profundos ojos azules. Quiero verlo loco por mí, quiero ser su locura, su pasión, su lujuria, que... en cada momento que sienta deseo piense y me desee solo a mí. Quiero adueñarme de su cuerpo, de su mente, de su alma... de todo su ser.Sé lo que le gusta, lo que lo vuelve maniático. Totalmente desinhibida y cómoda con
Edward habla de su profesión, de su familia y con el simple hecho de hacerlo se le ilumina rostro, le cambia el semblante. Se ve que los ama mucho y que son muy unidos.—Me has hablado de tus dos hermanos Garret y Anthony, pero casi no hablas de tu padre.Tras darle un trago a la copa de vino que tiene al lado, responde:—Richard, mi padre, es algo rígido e intratable, pero una vez que lo conoces lo llegas a querer. Aunque no es para nada fácil llegar a conocerlo tal cual es. Lo que ocurre es que hemos pasado por muchas situaciones bastante difíciles y eso lo ha hecho desconfiar demasiado de las personas. Mis hermanos son iguales, mi madre es la única que sabe llevar todo tipo de situaciones sabiamente. Cuando habla de su mamá se le iluminan los ojos, «¡qué bello!» Esboza una tremenda sonrisa que me deja cardiaca y me llega al alma…Dicen que si un hombre ama a su madre, la respeta y la valora, pasará lo mismo con su novia o esposa.No sé por qué, siento tanta seguridad cuando estoy