Capítulo 3

La intranquilidad comienza a hundir mi cuerpo, ahora mismo siento como si alguien estuviese ahogando.

Es una pesadilla… estoy en una pesadilla, de nuevo.

—Tranquila —ella me sonríe y yo grito en desesperación, ¡va a matarla!

¡Noooooo! ¡No mamá!, ¡quédate aquí!, quédate conmigo….

Una vibración repetitiva y constante hace que me despierte, me siento de golpe sudando hasta ver que la camiseta que llevo está pegada a mi pecho.

—¡Mierda! —pronuncio un poco alterada. 

Otra pesadilla

Busco mi celular entre las sábanas y lo tomo rápidamente sin leer de quien se trata.

—¿Sí?

—¡No puedo creer que estés levantándote hasta ahora! —dice Kerem casi en grito.

Miro rápidamente la hora y son las once de la mañana.

No puede ser, entonces carraspeo mientras aprieto los ojos.

—Es sábado, tengo el derecho —repongo de manera perezosa—. ¿Cómo estuvo la cena?

—Como siempre, ya sabes… te estuve llamando ayer hasta muy tarde, y nunca contestaste —me habla de manera cortante, como si yo debiera darle excusas.

—Sí, dejé mi celular, por cierto, tengo a mi cita de anoche aquí a mi lado, así que no tengo mucho tiempo —rio de puro chiste.

—Deja la bobada Ale, te llamo porque necesito hoy me acompañes a un evento —noto en su tono cierta preocupación.

—¿Está todo bien? ­—pregunto con cautela.

—Sí…. Debes ir algo formal, tú sabes, te busco a las siete de la noche, no tardes, sabes que detesto esperar —de esa manera cuelga la llamada sin dejar que yo diga nada.

Ok adiós. Y me vuelvo a dormir

A las seis de la tarde tomo una ducha, Millie me ayudará con el cabello, quiero recogerlo porque lo tengo largo, aunque ella insiste en dejarlo de caída, y no me queda de otra que rodar los ojos. Me coloco un vestido color crema largo estilo griego, con una abertura en la pierna derecha y con espalda algo escotada, pero recatado, calzo mis sandalias doradas de tacón de punta y listo.

Me veo al espejo retocando el maquillaje, colocándome una esclava de oro que me dio mamá, mientras veo el reloj que dan las seis cincuenta de la tarde, y por algo extraño mi pulso se acelera de manera brutal.

—Ale —dice Millie y yo volteo en su dirección. Ella está asomada en la ventana—. Creo que tu príncipe ya está abajo.

Un escalofrío tibio recorre mi espalda.

—Es solo trabajo, Millie —resoplo, creo que ya dejaré de excusarme cada vez que ella se inventa un cuento mío con Kerem.

Me despido de ella, tomo mi billetera plana y bajo al estacionamiento, y al llegar, veo como Kerem se baja de su auto Maserati de manera galante.

De cierto modo siempre he admirado a ese hombre, Kerem es… tan increíble en su persona, un hombre honesto y aunque nadie lo creería, es muy bondadoso, y muy casca rabias. No sé cómo después de mi descripción, también logra verse imponente, jodidamente hermoso con ese traje que parece irreal. Así que no me queda de otra que tomar una bocanada de aire mientras él se dirige a mí…

Tengo la respiración agitada, pero trato de controlarla y hacer como si esta noche fuera otro día de rutina.

Lo único que no puedo ocultar es la sensación de ardor en mi mano derecha, porque Kerem la tomó de forma inadvertida para llevarme al auto; no puedo doblarla, la mantengo firme mientras mi mente procesa el por qué él hizo ese contacto conmigo.

Llegamos en quince minutos al hotel donde quizás habrá una convención; Kerem no me ha explicado muy bien qué estamos haciendo aquí, pero la mayoría de veces es para conocer a inversionistas y pautar negocios. Los Sadik están invitados a todas partes todo el tiempo, porque el dinero llama al dinero.

Él baja del auto, entrega las llaves al ballet parking y se direcciona a abrir mi puerta. Toma mi mano y yo me impulso para salir, pero veo que él no me da espacio para moverme, entonces cuando me pongo de pie frente a él quedo completamente pegada a su cuerpo.

—Ale… —pronuncia con un tono pesado, y yo alzo la mirada para ver su expresión.

Esta es de incomodidad, de pesadez, de confusión, no entiendo la verdad qué está pasando.

—Necesito que puedas confiar en mí esta noche —suelta en tono preocupado—. Yo te explicaré todo, te lo prometo, solo confía en mí.

Quiero preguntar muchas cosas, aparte la sensación de inseguridad comienza a martirizarme, sin embargo, solo asiento colocando mi mano en su brazo, y de esta forma comenzamos a entrar al hotel.

La recepción es bastante amena, hay varias mesas en círculos y gente de renombre, lo sé porque trabajando con Kerem he podido conocer a varios de ellos.

Nosotros estamos sentados con el señor Bremer y los esposos Kennan; una pareja joven de recién casados amigos de Ángelo, empresarios por supuesto.

—¿Cómo va todo Alexandra? —pregunta el señor Bremer con un puro entre sus dedos.

—¡Estoy muy bien, gracias! ¿Y usted? —pregunto en tono despreocupado.

—Estoy muy bien linda, cada día mejor —suelta con una sonrisa sincera en su cara, mientras yo le devuelvo el gesto.

—Imagino que debes estar muy entusiasmada —ahora habla Natalia Kennan desde su esquina—. Próximamente serás toda una profesional en finanzas con muchas ofertas a la puerta ¡Realmente lo has hecho muy bien!

—Muchas gracias, de verdad…

—Ella no necesita otras ofertas, Natalia —corta Kerem de manera un poco irrespetuosa—. Alexandra tiene asegurado su puesto en empresas Sadik, así que no tiene que buscar más ofertas.

¡¡¡Qué!!!

 Estas son cosas que me molestan de “Míster Olafo”, siempre lo comparé con este personaje de caricatura por sus rabietas permanentes y su estado de ánimo tan cambiante; pero por supuesto solo yo y mi subconsciente saben que le digo así.

—¡Lo siento, Kerem!, no quise decir que Alexandra se fuera de tu empresa, solo estaba halagando su trabajo, además ¿Quién se iría de un emporio como el tuyo? —responde Natalia en tono conciliatorio.

—No hagas caso, Natalia —le sonrió en manera de disculpa—.  En todo caso, puedes enviarme una propuesta y yo con gusto lo pensaré.

Natalia ríe de manera sutil, pero en su cara se le nota las ganas de soltar carcajadas al aire, y yo le guiño el ojo, por consiguiente.

Sé que obtendré un reclamo de Míster Olafo, pero voy a tratar de disfrutar la noche.

—Me encanta cuando me llevas la contraria en todo —su voz se imparte en todo mi cuerpo, noto de manera inmediata su cercanía, me separo un poco solo para ver que su cara es de puro enfado y que está siendo sarcástico—. Dennos su permiso —dice nuevamente para levantarse de la mesa, ofreciéndome su mano.

Me levanto lentamente, dejo que él me direccione hacia dónde quiere ir, pero, nada más me coloco a su lado él suelta mi mano.

Estamos caminando por el salón cuando en una pequeña plataforma, un hombre vestido de blanco menciona a Kerem y todos comienzan a aplaudir. Me doy cuenta de que hay un pendón enorme que habla sobre un centro de beneficencia para niños en desnutrición y se me encoge el corazón.

—Ven… —dice jalándome a su lado tomando mi cintura.

Está llevándome con él al centro de la plataforma, comienzo a sentir pánico escénico, no quiero ir allí, no quiero ser centro de atención de la gente. No quiero.

— Kerem, por favor ¡No! —Digo aterrada de pura defensa—. La gente… no quiero que…

—Entendí —expone soltándome de inmediato siguiendo su camino hacia donde está el hombre de blanco alentándolo a subir.

Que desastre soy, por más que pasa el tiempo sigo siendo la misma, con un sinfín de mierdas en la cabeza, con un montón de inseguridades, en estos momentos es cuando aquella belleza que dicen que tengo me importa un carajo, porque no puedo contra esto que me atormenta, que me marca cada puto día.

Hago el mismo gesto que acostumbro cuando me abrumo de esta manera, paso mis dedos por la cicatriz de mi muñeca.

Kerem toma el lugar y da unas palabras de agradecimiento con una sonrisa en los labios comenzando su discurso.

Tengo vergüenza con él, necesitó de mi apoyo y yo me negué a ayudarlo, pero quiero compensarlo, quiero explicarle que tengo pánico a que la gente me vea, a las habladurías, que quiero pasar desapercibida, que me aterra pararme frente a muchas personas.

Quiero que me entienda, tengo esa necesidad

Al terminar su discurso se da un abrazo con el presentador, pero contrario a mi pensamiento, su cuerpo se dirige a otra parte y no hacia mí.

Está molesto y yo tengo la culpa.

Muévete, me ordeno a mí misma.

Con una convicción diferente camino en su dirección; desde otro punto de vista podría verse como si él huyera de mí y yo iría tras de él.

Alejo todo pensamiento de inseguridad y logro alcanzar su mano.

Es un gesto que no debería tomar a la ligera, pero yo le atrapo sin siquiera dejar que los pensamientos puedan invadirme.

— Kerem —trato de sonar tranquila, pero no logro conseguirlo, ya que mi voz se entrecorta un poco—. Quiero que me disculpes y que entiendas que no es por ti, en realidad yo…

Me retracto y detengo mi conversación al ver su pálido rostro mirando en otra dirección. Quiero ver, quiero saber qué pasa, entonces giro lentamente en trayectoria a su mirada.

Una mujer de tez blanca y cabello rubio un poco más baja que yo, está mirándolo a él y su expresión es parecida a la de Kerem, abrumada, perturbada, como si verlo fuera lo que más hubiese esperado.

Una punzada de esas que te retuercen el estómago me golpea de inmediato, las emociones se disparan sin control sobre mí y una oleada de calor puro, inunda mi rostro.

¿Qué pasa aquí?

—Ale —pronuncia Kerem de manera cautelosa y baja mientras que enreda sus dedos entre los míos, doy gracias a Dios porque tengo unos huesos que sostengan mi cuerpo, porque ahora mismo tengo un palpitar tan extremo que amenaza con salirse de mi pecho—. Yo he querido hablar contigo sobre algo importante, bueno, al menos para mí; necesito tu ayuda.

Ahora estoy frente a él detallando sus palabras.

Siento un ambiente pesado, se dé entrada que no me gustará lo que va a decirme,  que algo cambiará.

Asiento y le miró fijamente motivándole a seguir con lo que quiere decirme.

—Hace un tiempo, 5 años aproximadamente, terminé una relación muy seria, es una etapa de mi vida que prefiero no compartir con nadie —dice mirándome de manera cautelosa sin apartar su mirada—. Esa mujer que viste, es mi ex prometida —mi corazón vuelve a dar un vuelco duro y voraz y un sabor amargo se gesta en mi boca.

Ex prometida…

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