UNA VISITA PRODUCTIVA
Camile
—Señorita Staton, es un placer al fin conocerla —dijo Daniel Adams, mientras caminaba hacia mí.
Era un hombre imponente en presencia, de unos cuarenta años por lo que sabía. Sin embargo, su aspecto dejaba lugar a dudas en relación a su edad. Se conservaba demasiado bien y aparentaba al menos unos diez años menos.
Sus ojos azules claros, casi grises, dejaban entrever la astucia en ellos. Él no se encontraba aquí por nada, porque un hombre así, siempre tenía razones para su proceder y me debía de andar con cuidado porque se rumoraba que, además de ser un genio en los negocios, también tendía a jugar sucio con tal de salirse con la suya.
—Señor Adams, no lo esperaba hasta el día de la junta —dije sorprendida, poniéndome de pie.
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PROBLEMAS—Es hora de que te lleve a casa. Vamos… —susurró luego de un momento y suspiré profundo, abrazándome a su cuerpo. Me tomó de los hombros, apartándome con lentitud y perforando mis ojos pardos con su intenso iris oscuro—. ¿Te encuentras bien? —preguntó y negué con la cabeza, porque era verdad. Por dentro no me encontraba para nada bien—. Perdona si fui tosco, lo lamento… —susurró, llevando un mechón de mi pelo tras mi oreja y cerré los párpados por las sensaciones que despertaba en mí todas sus atenciones, todos sus detalles. Henry era un caballero en todo el sentido de la palabra.—Estuvo bien, no es precisamente por lo que acaba de ocurrir que no me siento… digamos que bien.—¿Me dirás que está ocurriendo? —preguntó más calmado, frotando
TRANQUILIDAD TURBANTECamile Daniel Adams tenía muy bien fraguado ese plan. No había dudas de ello. Si no, ¿cómo se explica que hubiera venido preparado para imponerme a su hermana como avizora de nuestros pasos? ¡Era ilógico que lo supiera! Y lo peor de todo, me daba la ligera sensación de que Gina y esa mujer se conocían a la perfección.—No sabíamos que tenía una hermana, señor Adams —musitó mi amiga, completamente blanca y lívida, mientras sus intensos ojos azules repasaban a la pelirroja que la veía de igual manera. El señor Adams solo sonreía, como si sintiera placer y regocijo al habernos tomado desprevenidos de tal manera.—No era obligación que lo supieran, ¿o sí? —encaró la nueva subgerente y mi amiga solo bajó el rostro, mientr
TRANQUILIDAD TURBANTECamile Daniel Adams tenía muy bien fraguado ese plan. No había dudas de ello. Si no, ¿cómo se explica que hubiera venido preparado para imponerme a su hermana como avizora de nuestros pasos? ¡Era ilógico que lo supiera! Y lo peor de todo, me daba la ligera sensación de que Gina y esa mujer se conocían a la perfección.—No sabíamos que tenía una hermana, señor Adams —musitó mi amiga, completamente blanca y lívida, mientras sus intensos ojos azules repasaban a la pelirroja que la veía de igual manera. El señor Adams solo sonreía, como si sintiera placer y regocijo al habernos tomado desprevenidos de tal manera.—No era obligación que lo supieran, ¿o sí? —encaró la nueva subgerente y mi amiga solo bajó el rostro, mientr
PLANES MACABROSCristopher Williams Que Daniel me citara en su casa con tanta premura, me parecía de lo más raro.Además de ser parientes políticos, no teníamos nada en común. A menos que…No.Imposible.Conduje de manera impaciente hacia el Upper East Side, donde se había instalado junto con su nueva esposa, a la que por cierto, aún no conocía.Al anunciarme, de inmediato me guiaron al elevador, donde el propio encargado pasó una tarjeta magnética haciendo que en la pantalla apareciera «PH – Mr. Adams» con letras rojas.El tiempo que transcurrió en que subiera los cincuenta y dos pisos para llegar al ático, me parecieron eternos por la curiosidad que me causaba todo esto.Al llegar, el elevador se abrió dándome la
DESCUBRIMIENTO ATROZGinaEstaba enloqueciendo…Estaba a punto de volverme loca con todo el caos que yo misma había iniciado y que con mi lengua había provocado.Elle… o mejor dicho, Danielle, ha seguido llamando de manera insistente, dejando mensajes de disculpas por no haberme dicho la verdad durante estos tres largos meses desde que la presentaron en la junta.Me sentía decepcionada y por sobre todo, estúpida. Claramente me había utilizado y lo deseaba seguir haciendo seguramente, viendo su evidente insistencia en que le cogiera las llamadas o le diera paso a mi departamento.Sin embargo, a pesar de saber a la perfección que solo buscaba beneficiarse a mi costa, la quería… la quería demasiado como nunca lo había hecho con nadie, como para no soltar mis lágrimas cuando oía un mensaje suyo, leía
UNA MARAVILLOSA PROPUESTAHenryDespués de tres meses en los que tuve encima a Danielle Adams y de que las cosas hubieran salido bien, por fin Camile y yo pasaríamos tiempo juntos.Sin embargo, aquella mujer que vigilaba mis pasos, resultó ser todo lo contrario a lo que pensé.Era divertida y hasta me parecía muy buena persona, aunque eso solo podría afirmarlo una vez que nos deshiciéramos de todo este problema.Recogí algunas cosas y las metí en la pequeña maleta que llevaría conmigo. Busqué en uno de los cajones aquella cámara que había comprado con tanto esfuerzo hace un par de años y la guardé entre mi ropa.—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó mi madre desde la puerta y sonreí asintiendo.—Sí, mamá —afirmé&m
EL ÚLTIMO DÍA JUNTOSCamileVislumbré el anillo que hace instantes Henry había colocado en mi dedo y me sentí la mujer más afortunada del mundo.Permanecimos abrazados a la luz de la luna en el jardín trasero de aquella casa que sería parte de mis recuerdos por siempre, aspirando su aroma mientras mi rostro se hundía en su cuello.Sentí sus manos deslizarse a través de mi espalda desnuda, por el vestido blanco de escote trasero y lazo en el cuello que llevaba puesto. Su camisa azul noche, adherida a su perfecto torso, no era inconveniente para sentir la tibieza de su piel.Levanté mi rostro, llevando mi boca hasta la suya y nuestros labios se fundieron en un interminable beso. Tomé su mano y con una sonrisa traviesa, lo insté a correr tras de mi fuera del jardín, hasta llegar detrás de un peque&n
EL INICIO DE UNA PESADILLASentí como un olor agudo calaba mis fosas nasales al tiempo que suaves golpeteos en la mejilla me hacían volver de la oscuridad en la que estaba sumida.Aspiré una bocanada de aire y un intenso mareo sucedió a la inhalación de ese potente olor.Escuché de fondo a alguien susurrar mi nombre, pero se oía tan lejano que parecía un sueño… o más bien, una pesadilla por ese tono de voz que se me hacía familiar.Con lentitud y pereza, fui abriendo mis párpados despacio, topándome con unos iris que en el pasado había añorado me vieran por el resto de mis días de aquella manera.Los iris celestes de ese rostro conocido, me veían preocupado, y entonces me convencí de que todo se trataba de un maldito sueño del pasado y que seguramente al abrir mis ojos de aquella pesadilla, me