DEL CIELO AL INFIERNO
Henry
Con el corazón galopando a mil por hora, dejé a Camile en la cama y fui de camino al aeropuerto para regresar a Nueva York.
Un raro presentimiento de que algo malo ocurriría, no dejaba de rondar por mi cabeza y de turbar a mi corazón, y la verdad es que temía que, lo que me aguardaba en la ciudad, fuera más complicado y peligroso de lo que imaginaba.
Las horas no pasaban en mi reloj y las ansias por volverla a ver me carcomían por dentro.
Ya era imposible para mi sistema pasar un solo día sin verla, sin abrazarla y besarla… sin que mis ojos constataran que se encontraba bien, que era feliz y sonreía sin preocupaciones.
Necesitaba confesarle cada día, apenas la veía, que la amaba. Decirle al oído que ella fue como el ángel que entró a mi vida para curar tanto resentimie
DESPRECIADOLo que acababa de oír tenía que ser una broma. Una estúpida, cruel y vil broma.No podía ser cierto lo que escuché pronunciar a esa boca de la que bebí el elixir de una nueva vida, la ambrosía más deliciosa que había probado.Simplemente no podía creer lo que aquella mujer, a la que amaba más que a mi propia vida, a la que apenas hace poco más de veinticuatro horas había propuesto ser parte de mí por el resto de nuestra existencia, me estuviera restregando en mi cara que no se casaría conmigo porque lo haría con el hombre que la había traicionado y utilizado en el pasado.Sencillamente, me negaba a siquiera pensar en tomar en serio aquellas malditas palabras que habían pronunciado sus labios.Tragué con fuerza, intentando que el nudo que atoraba todas las palabras que quería lanzarle
BUSCANDO PELEACaminé por varios minutos con la vista nublada por las lágrimas. Deseaba arrasar con el mundo si era posible, para tragarme todo el dolor que llevaba en la piel y en el alma.Ella simplemente me hizo a un lado. Me botó sin más, sin importarle todo lo que le había entregado en todo este tiempo.¿Por qué me mintió?¡Por qué, maldita sea!Parecía estar tan o más enamorada que yo… parecía que sentía todas las cosas que me había confesado las incontadas veces que la hice mía.La sentí tan entregada siempre, tan sincera que jamás se me había cruzado por la mente que estuviera fingiendo o jugando.«¡¡¡AHHH!!! ¡¿Qué carajos pasó, Camile?!», grité con furia a la nada, mientras seguía caminando.
RENDIDACamile Mi cuerpo había temblado, había tiritado cuando vi aparecer a Henry en el restaurante. Y fue cuando entendí que decirle tantas mentiras, sería prácticamente imposible.Sabía con solo ver esos ojos, que debería superar la prueba más dolorosa de mi vida, aunque pensaba que no podría porque me moriría en vida en ese mismo momento.Además, mentirle diciendo que no era amor lo que sentía, significaba renunciar a todo lo que amaba, a vivir marchita entre cuatro paredes y un techo. Simplemente creí que no saldrían las palabras que tanto había repasado en mi cabeza durante parte de la madrugada y la mañana, para que él me creyera y para que no sufriera la ira de esos dos hombres que prácticamente ya habían arruinado nuestras vidas.Pero Cristopher, con una sutil amena
ADIOS PARA SIEMPRESus labios bajaron de mi boca a mi cuello, mientras sus manos se metían dentro de mi pantalón deportivo. De pronto, se fue incorporando y tirando de la prenda a través de mis piernas, desarropándome a la vez en el proceso, aunque no hacía falta que lo hiciera con sus manos, ya que con esos ojos fuego, me había desnudado hasta el alma.Mi camiseta también desapareció bajo la acción desesperada de sus dedos. Mi pecho subía y bajaba por la impaciencia que mi cuerpo sentía de verse fundida a la del hombre que me convertía en fuego, de mis propias cenizas.Había quedado simplemente con el sostén color marfil y la braga a juego, con los ojos expectantes ante el siguiente movimiento de Henry. Sus ojos eran pura efervescencia, y con sus dedos comenzó a recorrer mi cuerpo, desde mi garganta, pasando por el relieve de mis pechos, cre
EL PRINCIPIO DE UNA PESADILLA SIN FIN—¡Por supuesto que no! —dije asustada de que supiera la verdad en ese instante—. Es solo consecuencia de toda la tensión, de la situación… digamos que no es demasiado grato casarse por obligación —acoté con ironía mientras sus ojos me taladraban buscando algún atisbo de que mintiera. Sostuve su mirada inquisitiva, hasta que asintió poco convencido.—Por tu bien, espero que estés diciendo la verdad, Camile, porque te juro que no toleraré algo así —amenazó de manera sutil y solo afirmé con la cabeza—. Ven… —extendió su mano hacía mí, y por salvar la situación, despacio la tomé—, algunos invitados quieren saludarnos antes de que nos marchemos a nuestra luna de miel —explicó un tanto burlón y solo asentí
UNA NUEVA VIDAAl llegar al aeropuerto más cercano al rancho, una camioneta color roja, aguardaba por mí para trasladarme a aquel lugar sitiado en el mismísimo fin del mundo. Bajo la luz clara de la soleada mañana, entre el infinito paisaje de árboles, perfiles de cerros y montañas, el vehículo fue andando por varias horas que me pareció la propia eternidad. El hombre que me trasportaba, de unos cincuenta o sesenta años, me veía de reojo de vez en vez intentando llamar mi atención para que emitiera alguna palabra. El silencio era lo único que respondía a sus miradas interrogantes y curiosas.Me perdí en mis pensamientos, mientras mis ojos se mantenían fijos en los follajes del camino boscoso que escoltaba mi trasporte. Un suspiro largo y cansino escapó de mi boca, al tiempo que pequeñas lágrimas descendían a través
Un año después…CristopherLa cabeza me pesaba. Eran apenas las diez de la mañana y Daniel me había ordenado estar aquí tan temprano. Y es que haber ido de fiesta toda la semana, le estaba pasando factura a mi cuerpo.Ingresé al despacho, pidiéndole de inmediato a mi sexy secretaria que trajera un analgésico para el dolor que atenazaba mis sienes. Me recosté en el mullido sillón, colocando los pies sobre el escritorio y cerrando los ojos.Las cortinas seguían cerradas y la penumbra al menos no empeoraba el ardor que sentía en los ojos.Oí la puerta abrirse, y sonreí de lado con la intención de llevar a cabo una de mis tantas travesuras con la bella rubia que había contratado de asistente.—Regresaste pronto. Deja los analgésicos en el tocador y ven que necesito
CamileEstábamos a punto de celebrar el año nuevo, mientras la nieve caía paulatinamente afuera. Mi pequeño jugaba feliz cerca de la chimenea con un juego de trenes que le había obsequiado en navidad, August.Verlo crecer de aquella manera, me inflaba el pecho de orgullo, pero también de tristeza. Me hubiera gustado que su padre lo viera, que supiera al menos que existía alguien que compartía sus genes y que apuntaba desde pequeño a que sería como él.Henry…Tres años sin saber nada de él… sin tener ninguna noticia.Treinta y seis malditos meses en los que he vivido con miedo, por enfrentar la vida sin él sosteniendo mi mano y acompañándome en esta difícil tarea de ser madre.Más de mil días en los que despertaba con el alma hecha pedazos, sin querer decirl