EL PRINCIPIO DE UNA PESADILLA SIN FIN
—¡Por supuesto que no! —dije asustada de que supiera la verdad en ese instante—. Es solo consecuencia de toda la tensión, de la situación… digamos que no es demasiado grato casarse por obligación —acoté con ironía mientras sus ojos me taladraban buscando algún atisbo de que mintiera. Sostuve su mirada inquisitiva, hasta que asintió poco convencido.
—Por tu bien, espero que estés diciendo la verdad, Camile, porque te juro que no toleraré algo así —amenazó de manera sutil y solo afirmé con la cabeza—. Ven… —extendió su mano hacía mí, y por salvar la situación, despacio la tomé—, algunos invitados quieren saludarnos antes de que nos marchemos a nuestra luna de miel —explicó un tanto burlón y solo asentí
UNA NUEVA VIDAAl llegar al aeropuerto más cercano al rancho, una camioneta color roja, aguardaba por mí para trasladarme a aquel lugar sitiado en el mismísimo fin del mundo. Bajo la luz clara de la soleada mañana, entre el infinito paisaje de árboles, perfiles de cerros y montañas, el vehículo fue andando por varias horas que me pareció la propia eternidad. El hombre que me trasportaba, de unos cincuenta o sesenta años, me veía de reojo de vez en vez intentando llamar mi atención para que emitiera alguna palabra. El silencio era lo único que respondía a sus miradas interrogantes y curiosas.Me perdí en mis pensamientos, mientras mis ojos se mantenían fijos en los follajes del camino boscoso que escoltaba mi trasporte. Un suspiro largo y cansino escapó de mi boca, al tiempo que pequeñas lágrimas descendían a través
Un año después…CristopherLa cabeza me pesaba. Eran apenas las diez de la mañana y Daniel me había ordenado estar aquí tan temprano. Y es que haber ido de fiesta toda la semana, le estaba pasando factura a mi cuerpo.Ingresé al despacho, pidiéndole de inmediato a mi sexy secretaria que trajera un analgésico para el dolor que atenazaba mis sienes. Me recosté en el mullido sillón, colocando los pies sobre el escritorio y cerrando los ojos.Las cortinas seguían cerradas y la penumbra al menos no empeoraba el ardor que sentía en los ojos.Oí la puerta abrirse, y sonreí de lado con la intención de llevar a cabo una de mis tantas travesuras con la bella rubia que había contratado de asistente.—Regresaste pronto. Deja los analgésicos en el tocador y ven que necesito
CamileEstábamos a punto de celebrar el año nuevo, mientras la nieve caía paulatinamente afuera. Mi pequeño jugaba feliz cerca de la chimenea con un juego de trenes que le había obsequiado en navidad, August.Verlo crecer de aquella manera, me inflaba el pecho de orgullo, pero también de tristeza. Me hubiera gustado que su padre lo viera, que supiera al menos que existía alguien que compartía sus genes y que apuntaba desde pequeño a que sería como él.Henry…Tres años sin saber nada de él… sin tener ninguna noticia.Treinta y seis malditos meses en los que he vivido con miedo, por enfrentar la vida sin él sosteniendo mi mano y acompañándome en esta difícil tarea de ser madre.Más de mil días en los que despertaba con el alma hecha pedazos, sin querer decirl
Camile ha pasado por mucho.Desde pequeña, ser la hija de George Staton, un magnate de la industria aeronáutica y automotriz, solo le ha dado puros dolores de cabeza y decepciones.Primero; todo el mundo la adulaba y buscaba su aprobación en todo, cosa que le fastidiaba. Y segundo; no había podido tener una relación normal y auténtica con ningún muchacho a causa de su fortuna. Siempre resultaba que estaban con ella por conveniencia y no por amor.Hasta que decide, que podría utilizar aquello a su favor...¡¿Y por qué no?!Hacer lo mismo que hacen los hombres de su círculo.Decidió que buscaría un acompañante masculino para satisfacer sus necesidades y el trato estaría estipulado a través de un contrato donde ella pagaba, mandaba e imponía, y la otra parte, como cualquier sumiso, debería de cumplir sus caprichos dentro y fuera de la cama. De aquella manera, simplemente se ahorraría unas cuantas lágrimas y millones de dólares al evitar que pusieran
UNA ALOCADA IDEA—Gina, por favor encárgate de buscarme una nueva asistente;ya sabes cuales son mis condiciones —dije, mientras caminaba a toda prisa desde el elevador hasta mi oficina.Gina era mi mano derecha, pero siempre teníauna secretaria privada que se encargaba de todos mis asuntos particulares.—Sí, señorita Staton —respondió, caminando a mi lado ytratando de seguirme el paso mientras anotaba todo en una tableta—. Si cumple con los requisitos;¿puede ser un asistente varón?—En absoluto, Gina —negué—.Los hombres no toleran que las mujeres les den órdenes y no me veo pidiéndole a un tipo, que me haga cita con la depiladora —repliqué burlona y Gina simplemente asintió. Tenía apenas mi edad, pero parecía mucho mayor. Tanto por aquellas gafas enormes que ocultaban sus bellos ojos azules y el traje de abuela que disimulabalaenvidiable figura que tenía.—Perfecto —habló, mientras ingresamos a mi despacho y amb
¿QUIÉN ES HENRY ROSS?Henry RossDespués de haber chocado con aquella menuda mujer que creó cierta tensión en mi cuerpo, me había marchado de Staton Company directamente a la oficina contable donde laboraba desde hace dos años.La paga no era mala, y la experiencia que adquirí a lo largo de ese tiempo no tenía precio. Mi jefe era bastante considerado con mis problemas personales por lo que no se me había cruzado la idea de buscar otro trabajo. Sabía que podría encontrar uno mejor con un sueldo más elevado, pero por mi situación, necesitaba estar en un ambiente donde comprendieran lo que pasaba en casa y me dieran los permisos que necesitaba.Las cosas seguían el curso habitual, hasta que una semana después, George, mi jefe, me comunicó que ya no podría seguir trabajando para su empresa.Al momento, no comprendí nada. Las razones que me daba, eran meras excusas, pero no podía ni quería entrar en conflicto con él
LA PROPUESTACamileCuando vi a Henry enfundado en aquel traje Dolce azul cielo de tres piezas, y la camisa blanca a medio abotonar, bajo la chaquetilla que definía su estrecha cintura y su torso amplio, sonreí de manera estúpida sintiéndome la mujer más afortunada del mundo.Por su semblante, pude adivinar que no estaba para nada a gusto, pero con el correr de los minutos y un poco de champagne de por medio, fue aflojando la tensión que tenía su cuerpo.Mentiría si no dijera que disfrutaba como mis ex amigas me veían con envidia por andar del brazo del hombre más atractivo del evento. No había dudas de aquello. Henry era demasiado guapo para su propio bien y aquellas mujeres lo veían de la misma manera en que lo hacía yo: con deseo.Todo iba de maravilla. Henry intercedió en varias ocasiones por mí, cuando conversamos con el inversionista español y conseguí que aceptara reunirse conmigo la siguiente s
LA DECISIÓNHenrySalí como alma que lleva el diablo de la oficina, y ni que decir de Staton Company.¿Pero qué carajos tenía en su cabeza aquella mujer?Se había chiflado por completo al proponerme semejante barbaridad, semejante estupidez.¿Cómo se le ocurrió que yo fuera precisamente la persona a quién le ofreciera aquello?¡Ahhh! Tenía ganas de retorcerle el pescuezo a esa insufrible mujer que para variar, me atraía locamente.Desde que había compartido la cama con ella, en mi interior se instaló un extraño sentimiento que me hacía añorarla. Pero como bien había aprendido a lo largo de mi vida, las cosas nunca eran color rosa y la vida siempre golpeaba de manera cruel a los que se descuidaban de la realidad. Por esa razón, jamás me perm