Mientras hablo con mis amigas, Nati recibe un mensaje en su móvil. Frunce el ceño al leerlo y luego me mira.—Mi ginecóloga me acaba de escribir. Le han anulado una cita, por si quieres pasarte ahora, te atenderá encantada.Suspiro, sin muchas ganas de ir, pero Jud y Nati insisten.—Vamos, Mía, es importante —murmura Jud, tomándome del brazo.Resignada, me dirijo al baño. Me doy una ducha rápida y me pongo un pantalón de chándal y una camiseta corta blanca. No tengo ánimos para maquillarme, así que decido ir al natural.Llamamos a un taxi y, en poco tiempo, las tres estamos montadas y en camino a la cita con la ginecóloga.Llegamos a la consulta. La doctora nos recibe con una sonrisa cálida, y nos hace pasar a la sala de espera. —Mía, por favor, pasa al consultorio —pide amablemente. Antes de entrar, me giro hacia mis amigas.—Chicas, esperen aquí. Necesito hacer esto sola.Jud y Nati se miran con preocupación, pero respetan mi decisión. Después de media hora, abro la puerta del con
William se queda completamente inmóvil, con los ojos abiertos como platos. No dice una palabra, ni siquiera parpadea. Sorprendida por su reacción, paso mi mano por delante de sus ojos, pero él no reacciona en absoluto.—William, ¿estás bien? —pregunto, agitando mi mano más cerca de su cara.Nada. Ni un parpadeo.Trato de aliviar la tensión, y decido hacer una broma.—Bueno, al menos no soy la única sorprendida —digo, riendo nerviosamente.De repente, William se levanta de un salto, como si hubiera despertado de un trance.—William, estoy igual de impactada que tú. Si no quieres a este bebé, no pasa nada. Yo lo voy a tener y si no quieres involucrarte, estás en todo tu derecho.William finalmente parpadea y me mira confundido.—¡Voy a ser papá! —grita, con una mezcla de alegría y pánico en su voz.—Sí, William, vas a ser papá —digo, sonriendo.William comienza a caminar de un lado a otro, murmurando para sí mismo.—Necesitamos una cuna… y pañales… y… ¡Oh Dios, necesito aprender a cambi
Respiro hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. William espera mi respuesta con ansiedad, lamento tener que decirle lo que siento por él, lo aprecio y lo quiero, pero como amigo.—William, eres un hombre maravilloso —comienzo a decir—. Me has apoyado en los momentos más difíciles y te debo mucho por todo lo que has hecho por mí.Williams sonríe, pero la sonrisa no le llega a sus ojos. Sabe que hay un “pero” en camino.—Sin embargo, no puedo casarme contigo. No estoy enamorada de ti. Te quiero, pero no de la manera en que tú me quieres a mí.La mandíbula de William se tensa, y puedo ver el dolor en su rostro. Aprieta los puños, tratando de mantener la compostura.—Entiendo —murmura finalmente—. Gracias por ser honesta conmigo, Mía.He hecho lo correcto, pero eso no hace que sea menos doloroso.—Mía, hay otro asunto que quiero comentarte. He estado pensando en el bebé y en todo lo que viene. No quiero perderme nada del embarazo y, cuando nazca, quiero estar todo el día con
Qué alivio haber escuchado la conversación. Desde que me enteré de este secreto, me ha estado consumiendo por dentro. Jud necesita saber la verdad; no puede vivir en una mentira. Prometí a James guardar el secreto, pero ahora que he pillado a Max, ya no tengo que ocultarlo más. Es hora de enfrentar la realidad y permitir que la verdad salga a la luz.De repente, la puerta cruje y Max se acerca sigilosamente y, con un movimiento rápido, abre la puerta de golpe.—¿Qué haces ahí detrás de la puerta escuchando? —pregunta Max.—Sé lo que has estado haciendo —digo, mirándolo directamente a los ojos—. Sé que has estado engañando a mi amiga.—No sé de qué estás hablando.—¿Cómo has podido? Jud te ama, daría su vida por ti —no puedo contener las lágrimas.—Yo también la amo.—Mentiroso. He escuchado la conversación. Tienes otra mujer y otro hijo —lo miro con furia.—Ssshhh, cállate Mía —Max se acerca rápidamente, intentando silenciarme.—No voy a guardar este secreto, o se lo dices tú o se lo
La calle está llena de vida. El bullicio de la gente nos rodea y los vendedores ambulantes ofrecen sus productos, pero nada nos puede distraer. Nuestras miradas están entrelazas, pero James nota mi expresión sombría, poco después aparto la mirada de él, sintiéndome culpable. Me toma suavemente del brazo, obligándome a mirarlo a los ojos.—Mía, ¿qué te pasa? —pregunta con preocupación—. Deberías estar feliz. A mi padre ya lo han detenido y ya no hay nada que nos separe.Bajo la mirada, evitando el contacto visual.—Lo sé, James —respondo en un susurro—. Pero ya no podemos estar juntos. James suspira y me abraza, tratando de ofrecerme consuelo en medio del caos de la ciudad.—Entiendo que sea difícil y que tengas miedo. Pero yo estoy aquí y jamás me iré de tu lado.—James, tenemos que hablar, pero este no es el momento ni el sitio adecuado.James frunce el ceño, preocupado por mi tono de voz.—¿Qué pasa, Mía? —pregunta, tomando mis manos—. ¿Qué sucede?Respiro hondo, tratando de reunir
—¿Qué dijiste? —pregunta James.—Lo que escuchaste. Mía y yo vamos a tener un bebé —informa William.—¡No puede ser verdad! ¡Mía no haría eso! —sus ojos están llenos de una mezcla de incredulidad y furia—. Mía, ¿es cierto lo que dice William? —La desesperación en su voz es evidente.Me quedo en silencio por un momento, mi rostro seguramente refleja culpa y tristeza. —James, yo… Estoy embarazada —al contarle la verdad a James siento como si el suelo se desmoronara bajo mis pies. Sin decir una palabra, James sale corriendo del restaurante, incapaz de procesar lo que acaba de escuchar.Destrozada por lo que acaba de suceder, sin pensarlo dos veces, salgo corriendo tras él. El sol ha desaparecido y mis lágrimas se mezcla con la lluvia que empieza a caer. James se aleja rápidamente.—¡James, espera! —grito, con la voz quebrada por el dolor. Pero él no se detiene. Ahora, la calle está desierta, y el sonido de mis pasos resuenan en el pavimento mojado. Tropiezo, pero me levanto de inmedia
Tengo un dolor punzante en mi cabeza, intento centrar mi mirada en Max, pero no puedo. Todo me da vueltas, solo escucho los gritos de él, no está dispuesto a dejarme en paz, así que continúa con los golpes, uno tras otro. Mi cuerpo no tiene fuerzas para luchar y me quedo tumbada en el suelo y con mis brazos intento protegerme.—¡Max! —la voz de Jud llega hasta mis oídos antes de desmayarme.Abro los ojos lentamente, parpadeando contra la luz blanca y brillante que llena la habitación. Mi cabeza late con un dolor constante, y todo a mi alrededor parece borroso y confuso. Intento moverme, pero no tengo fuerzas, como si estuviera atrapada en un sueño del que no puedo despertar.A medida que mi visión se aclara, puedo distinguir las formas familiares de los equipos médicos y las paredes blancas del hospital. El sonido de un monitor acompañado del suave murmullo de las voces en el pasillo.De pronto, empiezo a recordar cómo he llegado hasta aquí. Una enfermera entra en la habitación, sonr
James se acerca a William con expresión seria pero amable. —William, ¿podrías dejarnos solos un momento? Necesito hablar con Mía.William frunce el ceño, dudando por unos segundos. Me mira, y ve que estoy visiblemente nerviosa, y luego de nuevo a James. Finalmente, asiente con la cabeza. —Está bien, pero no tardes mucho.¿Qué demonios...? ¿Por qué narices tiene William el derecho de decidir cuánto tiempo puede estar James en mi habitación? Clavo la mirada en William, en cuestión de segundos me altero, si se piensa que puede decidir en mis asuntos está muy equivocado, pero me muerdo la lengua, porque no quiero decir alguna palabra que después me tenga que arrepentir. Cuando él se da la vuelta lo fulmino con la mirada. Al salir de la habitación dejo escapar un suspiro de alivio. Ahora, centro la mirada en James. Me asalta el pánico. Siento que mi corazón late con fuerza. No puedo creer que James quiera hablar conmigo después de todo lo que ha pasado. Nos habíamos despedido para siemp