LXXXIX Un poco de luz

Una vez más el personal completo de la mansión Sarkov se preparaba para el regreso de uno de sus más jóvenes habitantes. Una vez más la incertidumbre hacía del corazón de Sam su territorio. Esperó en la entrada con el resto de miembros de la familia. Anya, parada junto a Tomken y con Ingen en el medio estaban frente a ella. Con los pulcramente podados pinos tras ellos eran la postal soñada de la familia perfecta.

No había familias perfectas, pero le hubiera gustado fotografiarlos.

El auto negro con Vlad en su interior por fin llegó. Era el mismo modelo del que se había desbarrancado. Markus bajó y enseguida le abrió la puerta a Vlad.

La primera mirada que el hombre les dio echó por tierra todas las esperanzas de Sam. Era la cara de estar sufriendo el peor caso de hemorroides del mundo.

—¡Vlad, querido! —Anya fue hacia él con los brazos abiertos.

Vlad se detuvo de golpe, mirándola como si s

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