Zashirah suspiró, los nervios amenazaban con hacerla temblar sin reparos. Volvió a suspirar, debía hacerlo, era ahora o nunca, no podía seguir dándole largas al asunto, la necesidad de aclarar todo la estaba consumiendo. La puerta del pequeño salón estaba abierta, entró de manera sigilosa con el corazón golpeando contra su pecho. Allí estaba él, Shemir, estaba concentrado en los muchos papeles dispersos en la mesa. —Buenos días, Shemir— dijo suavemente, el joven levantó la cabeza de los papeles y la observó, un extraño brillo cruzó su mirada, no supo definir bien qué era. —Alteza, muy buenos días— odiaba que la llamara así, era claramente una barrera que levantaba entre ellos. El joven se puso en pie e inclinó levemente la cabeza— ¿Cómo se encuentra ésta mañana?—Gracias a Alá, gozando de buena salud. Espero tu también.—Así es. ¿Puedo ayudarle en algo?— preguntó seriamente. —Naiara, me ha dicho que podría encontrarte aquí— dijo intentando controlar sus nerviosas manos, para evitar
Ahtziry observó como el último paciente salía del consultorio con la mirada fija en los papeles que llevaba en las manos.—Es el último, ¿cierto?— preguntó a la enfermera sentada en el sencillo escritorio. —Así es, puede pasar— Ahtziry sonrió dulcemente, agradecía a Alá poder compartir aquella hora con Hassan, aunque él siempre aseguraba que no era necesario, no entendía todo lo que despertaba en ella. Llamó suavemente a la puerta y después de un "Adelante" se animó a entrar. Él escribía sobre unas hojas que contenían una carpeta, supo que sería un expediente médico. Parecía ensimismado en su labor, estaba hermoso, tan hermoso como siempre. Contuvo un suspiro.—Ha llegado la hora del almuerzo— dijo con una enorme sonrisa. —¡Ahtziry, que alegría verte!— se puso en pie. — No es necesario que aparezcas todos los días con el almuerzo.—Yo si lo creo necesario, Doctor— sonrió— me cuidaste Hassan, ahora yo solo quiero devolver el gesto.—Bien, bien. No volveremos a discutir sobre el tema,
Isabdiella hubiese querido negarse a la cena, la verdad no estaba de ánimos y no sentía tener fuerzas para enfrentarse a Drew, pero no podía hacerlo, sus padres ya estaban bastante preocupados por su salud ya que en los últimos días no hacía más que argumentar dolores de cabezas, migrañas, y cualquier cosa que se le ocurriera, pero no podría seguirlo haciendo, su familia comenzaba a preocuparse realmente al punto de querer llevarla con Hassan para hacerle un chequeo. Tampoco tenía fuerzas para ver a Hassan, no sabía que había pasado con su fuerte carácter, así que suspirando pesarosamente se dirigió al comedor, no tenía un buen aspecto, había estado llorando mucho y tenía los ojos hinchados a pesar de que se colocó bolsas de té fríos en los ojos para desinflamarlos un poco. —¡Tienes un aspecto terrible!— le dijo Zahiry sin reparos en cuánto entró al salón para la cena. —Gracias Zahiry, siempre tan dulce y amable— respondió con sarcasmo. ¿La gemela sencillamente no podía ignorarla?,
Durante la mañana Isabdiella se dedicó a la escuela para niñas, pintó con ellas, ayudándoles un poco a mejorar sus habilidades sobre el lienzo, una de las niñas las deleitó con una canción, tenía una voz suave y delicada. Luego compartió una rápida merienda con ellas para después marcharse. Armándose de valor decidió ir al hospital, no podía seguir huyendo a la situación, necesitaba aclarar todo. Decirle adiós definitivamente a Hassan en términos amorosos, le hacía sentir un vacío en el pecho. Pero era lo mejor, no podía seguir así, desde siempre supo que perder a alguno de ellos, le dolería demasiado, no sabía cómo enfrentar esa pena. —¡Isabdiella!— le dijo Hassan mientras la estrecha con fuerza contra su pecho, cerrando los ojos y disfrutando de la sensación de paz que ella le otorgaba, tenerla así, estrechada contra él le hacía ver lo afortunado que era. Ella respondió al abrazo y cerró los ojos intentando no desmoronarse, rogaba a Alá, que Hassan pudiese ser feliz con Ahtziry,
Isabdiella, logró mantener su temple hasta cerrar la puerta de la habitación. Al hacerlo se recargó en ella y se deslizó hasta quedar sentada en el piso. Elevó sus rodillas y las abrazó con fuerza, para luego colocar allí su cabeza y derramar silenciosas lágrimas de profundo dolor. Comenzaba a sospechar que pronto se quedaría sin ellas, era imposible llorar tanto.¡Oh, Alá!Lloró mucho, hasta quedar sin fuerza y prácticamente arrastrarse hasta su cama, sólo quería dormir, dormir por días, quizás hasta que ese dolor desapareciera. Abrazó una almohada, aferrándose a ella, buscando encontrar algo de fuerza, cerró los ojos y la imagen de aquel beso volvió a ella. Drew, Drew la estaba besando y parecía disfrutarlo sobremanera. ¿Y Mishah?, Ella parecía cada día, más entregada a lo que Drew despertaba en ella. ¿Se podría alguien sentir tan miserable?, Aparentemente sí. Nuevas lágrimas aparecieron y no supo cuánto lloró hasta quedarse profundamente dormida. Despertó después de varias horas
Drew, contemplaba la puerta abierta, aquella que Mishah no terminaba de cerrar, le pareció escuchar otra voz, la de Isa. Luego Mishah entró mirándolo con sus ojos muy abiertos. —¿Qué sucede?—La Princesa venía, supongo que a hablar con usted, pero me vio salir y se fue corriendo hecha un mar de lágrimas, creo que ya ha tenido suficiente, de verdad no quiero que su padre me despelleje viva. . .Drew no siguió escuchando, ella había ido a buscarlo, quería decir que estaba claudicando. Y con eso en la cabeza, salió corriendo de la habitación, debía buscarla hablar con ella y explicarle todo. Corrió por los pasillos como si estuviese demente, con el corazón acelerado y la respiración agitada. Llegó a la habitación de ella y ni siquiera llamó, giró la perilla y entró, la imagen le destrozó el alma. Isabdiella estaba tendida sobre la cama, abrazada a una almohada que intentaba inútilmente ahogar sus gritos de dolor, lloraba como si alguien muy querido hubiese fallecido y su delgado cuerpo
No pudo imaginar jamás una peor manera de despertar. Aquel grito la devolvió a la realidad. Isabdiella y Drew se miraron un poco asustados de haber sido hallados en una situación tan íntima. —¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ?— de acuerdo, su padre estaba enojado. No, su padre estaba realmente furioso. Ambos jóvenes bajaron de la cama para enfrentarse a un Zabdiel que mantenía su ceño fruncido, sus manos empuñadas y las aletas de su nariz dilatada. Nunca lo había visto así. Daba terror. Estaba mal, muy mal. Su rostro daba mucho miedo.—Papito, tranquilízate— pero al observar la corta bata de seda que era pijama de su hija, Zabdiel perdió los estribos, observó con furia a Drew. —Tío, debemos hablar. . .— No, el no hablaría. Había profanado el lecho de su hija, ¡debía pagar!. Sin pensarlo se arrojó contra él descargando con fuerza su puño sobre el joven, quién no pudo prever la situación y fue arrojado violentamente contra el suelo, de inmediato el sabor metálico inundó su boca. Zabdiel, dio o
—¡Esto es el colmo!— Suseth estaba nuevamente enfurecida. —Mi hijo no es menos que nadie y tan merecedor como cualquier otro— dijo un ceñudo Matt. —Voy a casarme con Drew— dijo Isabdiella llorona pero firme. —No, no lo harás—dijo su padre. —¡NO SOY UNA NIÑA, PADRE, NO PUEDES MANEJAR MI VIDA!— dijo con voz quebrada y lágrimas deslizándose de sus ojos.—Zabdiel mi amor— dijo Isabella— se aman, tienen derecho a estar juntos si así lo desean. —Cuentan con mi apoyo— dijo Nael firmemente, tal como le había prometido a su hermana días antes se enfrentaría a cualquiera con tal de que ella fuese feliz— incondicionalmente— Zabdiel tensionó la mandíbula.—No veo nada malo en que se quieran, hermano deberías darles una oportunidad— dijo Zahir.— también les apoyo. — Yo tampoco veo el problema— Iveth parecía realmente angustiada— mi sobrino es bueno. Yo les apoyo. —Y yo lo que más quiero es la felicidad de mi pequeña— agregó Isabella— y si su felicidad es Drew, voy a apoyarla. . . aunque te