—¿Qué puedo decir?— dijo burlona—ni siquiera tú que eres hombre' recalcó con sorna— Sabes organizar tu negocio.—Tienes una lengua muy afilada— tomó una daga y la desenvainó acariciando el filoso borde, intentando intimidarla— serías un insulto al Emir. Pero a uno de los jefes de clanes quizás le agrade domarte, serías una prostituta muy problemática, aunque nada que unos golpes no puedan resolver. —¡Maldito!— le dijo en un amenazador susurro.—Así me han dicho antes— rio burlón— aunque pensándolo bien, creo que sentiría placer domándote yo mismo. ¿Te apetece ser tomada ahora en el piso?, ¿con tu piel expuesta al frío del desierto? —Es algo que se esperaría de un ser despreciable como tú— escupió.—Me encantaría escucharte gritar por auxilio, llorar de miedo y rogar por piedad— se puso en pie y se acercó como un depredador acechando a su presa. Ahtziry, sintió terror pero se negó a demostrarlo. Ni un músculo de su cuerpo se movió. Ni siquiera cuándo él la tomó del cabello con fuerza
En Palacio se mantenía la tensión, ninguno había dormido absolutamente nada. Vanessa se mantenía rodeada de los fuertes brazos de su padre, quien le brindaba apoyo y un desmedido consuelo. La habían enviado a dormir infinidades de veces pero la Soberana se negaba a descansar. Zashirah reposaba entre los brazos de Ivette, Zahiry mantenía la cabeza en el hombro de Isabella. Isabdiella estaba sentada entre Suseth y Drew, él la rodeaba por los hombros. —¿Hasta cuándo esperaremos?, me mata la angustia— dijo Ivette con voz ahogada. —Sólo espero que todo se solucione de la mejor manera— Naiara, estaba sentada junto a su hijo Shemir y Haimir. El sol comenzaba a brillar en el horizonte y no habían noticias de nada. Luego de dos horas, el desespero comenzaba a ser mayor.—No podre soportarlo por mucho más tiempo— dijo Isabdiella con los ojos llorosos. —¡Han vuelto, los hombres han regresado!— anunciaba una agitada Azhohary que entraba al salón. —¡Gracias a Alá!— fue la exclamación general
Los siguientes cuatro días pasaron rápidamente. A la sepultura de Rav asistió mucha gente del pueblo y Ahtziry agradeció el apoyo. Ahtziry, se dedicó los primeros tres días a llorar a su padre en absoluta soledad, sintiéndose abatida al encontrarse sola en casa, al cuarto día se dijo que no más, y se dedicó a ocuparse de la tienda de su padre jurándose que lo haría un negocio próspero y reconocido. Ella era Ahtziry, la tormenta de arena, así le llamaba su padre por ser firme, decidida, por arrasar con todo con tal de conseguir sus sueños. Norusakistan le brindaba su apoyo, y estaba muy agradecida con todos, con la familia Real. Las tres Princesas le visitaron y se sintió sorprendida, pero abrumada estuvo cuando su actual Reina, la antigua Soberana y la Princesa Ivette fueron a verles, eran sin duda gente maravillosa y humilde. Tres Inglesas adoptadas por el ardiente calor de Norusakistan; tres Norusakistanas, si bien no nacidas bajo el ardiente sol, se habían ganado con esfuerzo y d
—¡¿MATRIMONIO?!— aquello fue un comentario único por todos los presentes, el asombro brillaba en la pregunta. —Matrimonio— reafirmó— propuso una unión entre ambos pueblos. —Eso es ridículo— Isabdiella respondió de inmediato.—Obviamente es ridículo ¿Qué podrían ofrecernos?— se burló Zahiry— Ese viejo bueno para nada ya tiene esposas, y el pretender obtener una Norusakistana de nuestro pueblo. . .—Una de la casa Real, de Palacio— los rostros de las mujeres fueron de terror, la de Drew, de ira pero solo se escuchó la carcajada de Zahiry.—Eso no parece ser un trato para lavar la ofensa, parece un insulto para nosotros o un castigo. Viejo degenerado, ni crea que nos someternos a eso, Nael, él ya tiene tres esposas, es un hombre estúpido. —Realmente su ofrecimiento no es directamente para con él. Tiene un hijo al cual cederá el gobierno pronto.—No creerá qué. . .—Si padre, ha ofrecido la mano de su hijo para que contraiga matrimonio con Isabdiella.—¡NO!— gritó Zabdiel de inmediato
Zashirah suspiró, los nervios amenazaban con hacerla temblar sin reparos. Volvió a suspirar, debía hacerlo, era ahora o nunca, no podía seguir dándole largas al asunto, la necesidad de aclarar todo la estaba consumiendo. La puerta del pequeño salón estaba abierta, entró de manera sigilosa con el corazón golpeando contra su pecho. Allí estaba él, Shemir, estaba concentrado en los muchos papeles dispersos en la mesa. —Buenos días, Shemir— dijo suavemente, el joven levantó la cabeza de los papeles y la observó, un extraño brillo cruzó su mirada, no supo definir bien qué era. —Alteza, muy buenos días— odiaba que la llamara así, era claramente una barrera que levantaba entre ellos. El joven se puso en pie e inclinó levemente la cabeza— ¿Cómo se encuentra ésta mañana?—Gracias a Alá, gozando de buena salud. Espero tu también.—Así es. ¿Puedo ayudarle en algo?— preguntó seriamente. —Naiara, me ha dicho que podría encontrarte aquí— dijo intentando controlar sus nerviosas manos, para evitar
Ahtziry observó como el último paciente salía del consultorio con la mirada fija en los papeles que llevaba en las manos.—Es el último, ¿cierto?— preguntó a la enfermera sentada en el sencillo escritorio. —Así es, puede pasar— Ahtziry sonrió dulcemente, agradecía a Alá poder compartir aquella hora con Hassan, aunque él siempre aseguraba que no era necesario, no entendía todo lo que despertaba en ella. Llamó suavemente a la puerta y después de un "Adelante" se animó a entrar. Él escribía sobre unas hojas que contenían una carpeta, supo que sería un expediente médico. Parecía ensimismado en su labor, estaba hermoso, tan hermoso como siempre. Contuvo un suspiro.—Ha llegado la hora del almuerzo— dijo con una enorme sonrisa. —¡Ahtziry, que alegría verte!— se puso en pie. — No es necesario que aparezcas todos los días con el almuerzo.—Yo si lo creo necesario, Doctor— sonrió— me cuidaste Hassan, ahora yo solo quiero devolver el gesto.—Bien, bien. No volveremos a discutir sobre el tema,
Isabdiella hubiese querido negarse a la cena, la verdad no estaba de ánimos y no sentía tener fuerzas para enfrentarse a Drew, pero no podía hacerlo, sus padres ya estaban bastante preocupados por su salud ya que en los últimos días no hacía más que argumentar dolores de cabezas, migrañas, y cualquier cosa que se le ocurriera, pero no podría seguirlo haciendo, su familia comenzaba a preocuparse realmente al punto de querer llevarla con Hassan para hacerle un chequeo. Tampoco tenía fuerzas para ver a Hassan, no sabía que había pasado con su fuerte carácter, así que suspirando pesarosamente se dirigió al comedor, no tenía un buen aspecto, había estado llorando mucho y tenía los ojos hinchados a pesar de que se colocó bolsas de té fríos en los ojos para desinflamarlos un poco. —¡Tienes un aspecto terrible!— le dijo Zahiry sin reparos en cuánto entró al salón para la cena. —Gracias Zahiry, siempre tan dulce y amable— respondió con sarcasmo. ¿La gemela sencillamente no podía ignorarla?,
Durante la mañana Isabdiella se dedicó a la escuela para niñas, pintó con ellas, ayudándoles un poco a mejorar sus habilidades sobre el lienzo, una de las niñas las deleitó con una canción, tenía una voz suave y delicada. Luego compartió una rápida merienda con ellas para después marcharse. Armándose de valor decidió ir al hospital, no podía seguir huyendo a la situación, necesitaba aclarar todo. Decirle adiós definitivamente a Hassan en términos amorosos, le hacía sentir un vacío en el pecho. Pero era lo mejor, no podía seguir así, desde siempre supo que perder a alguno de ellos, le dolería demasiado, no sabía cómo enfrentar esa pena. —¡Isabdiella!— le dijo Hassan mientras la estrecha con fuerza contra su pecho, cerrando los ojos y disfrutando de la sensación de paz que ella le otorgaba, tenerla así, estrechada contra él le hacía ver lo afortunado que era. Ella respondió al abrazo y cerró los ojos intentando no desmoronarse, rogaba a Alá, que Hassan pudiese ser feliz con Ahtziry,