Finalmente sonreí y asentí.Lo que nunca imaginé fue que Jorge me encontraría en Santa Clara.Apenas salíamos Néstor y yo de probarnos los trajes de boda cuando lo vi, de pie bajo un árbol frente a nosotros.Vestía una simple camisa blanca, su cabello desordenado, el rostro pálido, sin brillo alguno en sus ojos.Su mirada se posó brevemente en nuestras manos entrelazadas antes de desviarla.Jorge esbozó una sonrisa forzada:—Mariana, he venido a llevarte a casa.—No esperaremos hasta el año que viene. Volvamos a casarnos ahora, ¿te parece?Dio unos pasos hacia nosotros.Néstor instintivamente quiso interponerse, pero lo detuve.Mientras le arreglaba la corbata ligeramente torcida, le dije con voz suave:—Espérame en el coche.—Volveré pronto. Mi madre ha preparado tu comida favorita, regresaremos juntos más tarde.Néstor bajó la mirada hacia mí, con una ligera sonrisa en los labios, y respondió:—De acuerdo.Finalmente, tras lanzar una breve mirada a Jorge, se dirigió hacia el estacion
En mi vida anterior, al final ya no distinguía si seguía amando a Jorge o si solo era una obsesión.Tras una pausa, comenté con ironía:—Jorge, en realidad pedía muy poco, pero ni eso pudiste darme.—Yo también soy la niña mimada de mis padres. ¿Por qué permitiría que me pisotearas así?—Así que mejor dejémoslo.Al terminar de hablar, aparté la mirada y cuando estaba a punto de irme, Jorge, desesperado, me agarró del brazo.Su alto cuerpo casi tropezó, mientras sus pálidos labios temblaban:—No estoy de acuerdo.—No podemos terminar así.—Mariana, eres mi esposa, no puedes abandonarme...Su voz temblaba al final.Me reí suavemente mientras retiraba mi brazo:—Ya estamos divorciados, Jorge.—Me obligaste a firmar los papeles del divorcio, me amenazaste para que asistiera a la rueda de prensa, y me vigilaste hasta el registro civil para asegurarte de que se completara el trámite.—Todo eso lo hiciste tú, no puedes negarlo, ¿verdad?—Yo... —Jorge quedó sin palabras.Cuando intentó seguirm
En una sola noche, la opinión pública se dividió en dos extremos, pero ya nada tenía que ver conmigo.Algunos decían que Emilia había aprovechado una deuda de gratitud para destruir mi matrimonio con Jorge, causando nuestra ruptura.Otros afirmaban que Jorge había sido hipócrita: si realmente quería pagar la deuda con el padre de Emilia, ¿no habría bastado con dinero y recursos? No tenía por qué maltratar a su esposa hasta el punto de obligarla a divorciarse por desesperación.La reputación de Jorge quedó dañada.Las acciones del grupo empresarial se tambalearon.Poco después, también salieron a la luz pruebas de que Emilia había orquestado todo: había contratado a alguien para fotografiarla con Jorge entrando y saliendo del hotel, y había pagado a trolls para que la insultaran como "la otra".Las redes sociales estallaron en caos.Jorge estaba abrumado. Pensó en enviar a Emilia al extranjero, pero cuando vio estas revelaciones, casi la estrangula en plena calle.Interrogó a Emilia:—¿
—Mariana, ¿qué te parece si nos volvemos a casar cuando todo esto pase?Estaba sentada en el banco de piedra del jardín de la mansión, perdida en mis pensamientos, cuando Jorge apareció frente a mí con Emilia a su lado.Apenas tres horas antes, los paparazzi habían publicado fotos que sugerían que Emilia era la amante de Jorge. Toda la red ardía. Los internautas escarbaban en su pasado, insultándola como «la tercera en discordia» que se había entrometido en nuestro «dulce amor». Una intrusa.La imagen de Jorge como esposo ejemplar se había desmoronado por completo y las acciones del Grupo Echeverría empezaban a tambalearse.En mi vida anterior, cuando Jorge se acercó con los papeles de divorcio, me dejé llevar por el dolor, y enloquecida, arranqué con furia todas las rosas que él había plantado para mí en el jardín, mientras le gritaba, histérica, pidiéndole explicaciones sobre su relación con Emilia.Porque, siendo honestos, si solo era la hija de su mentor, había miles de formas
En una sola noche me convertí en una adúltera desvergonzada, soportando toda clase de críticas públicas.Mientras tanto, Jorge y Emilia eran retratados como las víctimas inocentes de mi supuesta traición.—Puedo firmar, pero con una condición —dije finalmente, tras un largo silencio.Jorge me miró brevemente, antes de asentir y pasarme el bolígrafo.Sin pensarlo, lo tomé y firmé el acuerdo de divorcio con una expresión impasible.—¿No quieres revisar el acuerdo? —preguntó Jorge, frunciendo el ceño, al ver que no lo leía.—No es necesario —me apresuré a responder, esbozando una ligera sonrisa.Ya sabía cuál era su contenido. Él prácticamente me cedía su fortuna. Me dejaba su patrimonio completo, solo por Emilia… por cumplir una deuda de gratitud.—Mañana, en cuanto tengas tiempo, iremos al registro civil.—Bien —respondí, sin titubear.Su mano, la que sostenía los papeles del divorcio, se detuvo por un instante, mientras me miraba con cierta confusión. Sin embargo, no dijo na
Pero al instante siguiente... desvió la mirada con indiferencia. Sonrió, tomó a Emilia de la mano y subió al escenario, como si nunca me hubiera visto. Esbocé una sonrisa irónica.El periodista más cercano a mí parecía ser un pasante, ya que se acercó el micrófono a mí con timidez y preguntó:—Señorita Suárez, ¿es cierto que usted y el señor Echeverría se han divorciado?—Así es —respondí sonriendo, mientras asentía con la cabeza.El joven se acomodó las gafas, antes de continuar:—Pero ustedes se conocieron en la preparatoria, fueron novios durante siete años y estuvieron casados cinco. —Hizo una breve pausa, antes de añadir, como si esperara que eso me hiciera dudar de mi respuesta—: El mes pasado, de hecho, el señor Echeverría gastó una fortuna para comprarle una isla, a la cual le puso su nombre. Seguí sonriendo, aunque la sonrisa no llegaba a mis ojos.—Eso era algo que me debía —dije con calma.«Un regalo para compensar mi cumpleaños, al que faltó por cuidar a Emilia cu
—Jorge, espero que nunca más vuelvas a aparecer en mi vida.Cuando Mariana terminó de hablar con una sonrisa y se perdió entre la multitud, Jorge se quedó paralizado, incapaz de reaccionar.Por un instante, sintió un pánico inexplicable, como si estuviera a punto de perder lo más importante para él.Como aquel día en que Mariana firmó con calma los papeles del divorcio, provocándole una inquietud interna.No hubo gritos ni escenas; parecía que ella ya había anticipado todo el desenlace.Sin embargo, apenas unas semanas antes, Mariana había armado un escándalo porque él olvidó su cumpleaños, incluso llegó a abofetearlo.Él había pensado que al proponer un divorcio falso, ella reaccionaría como loca, y ya estaba preparado para enfrentarlo.Pero no fue así. Tomó el bolígrafo con una expresión tan serena como un estanque sin viento.En ese momento, consideró detenerla, pero finalmente no hizo nada.Pensó que no importaba, que Mariana lo amaba profundamente, que solo era un divorcio fingido
Emilia se mordió el labio:—Estaba asustada sola en el hotel, así que vine a buscarte.—¿Acaso...? —continuó, bajando la mirada—. ¿Te estoy molestando?Jorge frunció ligeramente el ceño, pero respondió:—No pasa nada, ya es algo tarde.—Le diré a Xiomara que prepare una habitación de invitados para ti. Quédate esta noche.Cuando estaba a punto de llamar a Xiomara, Emilia dio un paso adelante y entró en la habitación, mirando a Jorge con ojos llenos de ternura.—Jorge, no quiero quedarme en la habitación de invitados.—¿Puedo? —preguntó en voz baja, tanteando su reacción.Jorge frunció aún más el ceño y estuvo a punto de negarse, pero al ver sus ojos ligeramente enrojecidos, cedió.Cuando el avión aterrizó en Santa Clara, fue Néstor quien vino a recogerme.A los dieciocho años, Néstor había salvado a una joven, pero ella lo acusó falsamente de agresión sexual. Lo condenaron a tres años de prisión.Por sus antecedentes penales, ninguna empresa quería contratarlo.Lo conocí en una exposic