Capítulo 2
En una sola noche me convertí en una adúltera desvergonzada, soportando toda clase de críticas públicas.

Mientras tanto, Jorge y Emilia eran retratados como las víctimas inocentes de mi supuesta traición.

—Puedo firmar, pero con una condición —dije finalmente, tras un largo silencio.

Jorge me miró brevemente, antes de asentir y pasarme el bolígrafo.

Sin pensarlo, lo tomé y firmé el acuerdo de divorcio con una expresión impasible.

—¿No quieres revisar el acuerdo? —preguntó Jorge, frunciendo el ceño, al ver que no lo leía.

—No es necesario —me apresuré a responder, esbozando una ligera sonrisa.

Ya sabía cuál era su contenido. Él prácticamente me cedía su fortuna. Me dejaba su patrimonio completo, solo por Emilia… por cumplir una deuda de gratitud.

—Mañana, en cuanto tengas tiempo, iremos al registro civil.

—Bien —respondí, sin titubear.

Su mano, la que sostenía los papeles del divorcio, se detuvo por un instante, mientras me miraba con cierta confusión. Sin embargo, no dijo nada.

Al marcharse, Emilia giró la cabeza para lanzarme una mirada burlona, mientras sus labios finos articulaban con claridad: «Has perdido.»

Y así era. Había perdido.

Había perdido toda una vida, pero ahora no pensaba seguir haciéndolo.

Poco después, la pantalla de mi teléfono se iluminó cuando recibí un mensaje de Jorge:

«Lamento haberte hecho pasar por esto hoy, Mariana. Lo siento.»

«Cuando todo esto pase, te daré una gran boda y nos casaremos de nuevo.»

«No puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo empeora la depresión de Emilia. Puedes entenderme, ¿verdad?»

Al leer aquellas palabras, no pude evitar soltar una risa amarga, con los ojos llenos de lágrimas.

En mi vida anterior había sido igual.

Para forzarme a divorciarme de él, Jorge se había aliado con sus amigos para urdir un plan, mientras él se embriagaba hasta perder la conciencia.

Sin embargo, había olvidado que sus amigos también eran los míos, por lo que, Carlos Zelaya, mientras aconsejaba a Jorge que no arruinara su matrimonio por Emilia, también intentaba convencerme a mí, pidiéndome que comprendiera a Jorge, alegando que era un hombre leal. Que, si no hubiera sido porque el padre de Emilia había apostado por él, invirtiendo en su talento, Jorge no tendría nada.

En aquel entonces, yo lloraba y protestaba, desesperada:

—Jorge podría solucionar esta situación de mil maneras diferentes… ¿Por qué tiene que hacerlo divorciándose de mí?

Carlos no había sido capaz de responderme, por lo que, decidió preguntárselo a Jorge. Sin embargo, su respuesta fue escalofriantemente fría:

—Alguien tiene que salir perjudicado, y solo puedo hacerle esto a Mariana. Ella me ama. Podrá entenderme.

Me estaba sacrificando a mí, porque yo lo amaba.

¿Qué clase de lógica era esa?

Afortunadamente, ahora tenía otra oportunidad y ya conocía el juego.

***

Tratándose de asuntos relacionados con Emilia, Jorge siempre actuaba con extraordinaria rapidez.

La misma mañana que firmamos el divorcio, él ya había organizado una rueda de prensa para esa noche, por lo que envió a su asistente para pedirme que asistiera a «aclarar la situación».

Antes de que pudiera responder, el asistente, anticipando que me negaría, repitió el mensaje que Jorge le había encargado que me diera:

—Señorita Suárez, debería asistir a la rueda de prensa. Si no lo hace por el señor Echeverría, al menos hágalo por su propia reputación.

Me quedé atónita por un segundo… antes de soltar una carcajada desdeñosa.

¡Jorge me estaba amenazando! De nuevo.

Intentaba usar las mismas tácticas que en mi vida anterior para obligarme a ceder, manchando mi nombre y dejándome luchar contra la opinión pública, hasta que finalmente me viera obligada a agachar la cabeza.

Nunca entendí si Jorge me veía como su esposa o como su enemiga...

Pero, ahora quería aclarar públicamente nuestra relación, y yo no podría librarme.

La rueda de prensa se celebró en el vestíbulo del hotel más lujoso de Montealegre, donde fueron invitados los periodistas más influyentes del sector. Por lo que, cuando Emilia apareció del brazo de Jorge, con su elegante vestido, las cámaras y micrófonos se abalanzaron sobre ellos como una avalancha.

Jorge, de manera instintiva, colocó a Emilia detrás de él, protegiéndola, y, con una encantadora sonrisa, comenzó a apartar los micrófonos:

—Esperen, responderé a todas sus preguntas en un momento. Por favor, ¿podrían darme un poco de espacio? —dijo con voz suave.

Justo en ese instante, alzó la vista, encontrándose conmigo, que también rodeada de periodistas.

Y, cuando nuestros ojos se encontraron, a pesar del dolor, la traición y el desprecio… me sorprendí a mí misma deseando, en lo más profundo, que Jorge también viniera a rescatarme.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP