LILIAN
La despedida de Richard me dejó un mal sabor en la boca. Quizás estaba siendo paranoica, pero la sensación de miedo se instaló en mi pecho desde que cruzó la puerta.
Bajé las escaleras y caminé hasta la cocina, donde estaba Lissy dándole una papilla a Charlotte. No quería angustiarla con mis absurdos miedos, pero necesitaba hablar con alguien o iba a explotar.
—¿No te parece exagerada la actitud de Richard?
—Charles mencionó lo mismo. ¿Qué crees que suceda?
—No lo sé, Lissy, pero tengo una angustia clavada en el alma. Presiento que algo malo va a pasar.
—¿Por qué no lo llamas? Quizás eso te dé tranquilidad.
—Está volando a Londres y no hay forma de hablar con él ahora.
¡Estúpidas re
8 MESES DESPUÉS Encendí la video cámara, como cada día, para grabarle un mensaje a Richard, quería que lo viera cuando volviera. Lissy decía que no era bueno que me hiciera ilusiones, pero había algo en mí que gritaba ¡sigue esperándolo!Lo amaba tanto que no concebía un mundo sin él.—Hola, amor. Aquí estamos de nuevo Aarón y yo. Ya tiene ocho meses. Saluda a papá, amor —Moví su manita delante de la cámara y él sonrió—. Como ves, es todo un galán, igual que tú. Y bastante inquieto, además. Creo que en eso también salió a ti porque yo era todo un angelito, según decía mi papá.»Te extraño tanto, mi capitán. No hay nada más que deseé en el mundo que tenerte en mis brazos. Te am
RICHARDSEIS AÑOS DESPUÉS. —Creo que ya tenemos todo lo que hace falta. Cerré el maletero de la camioneta cuando el equipaje estuvo dentro. Cada año, en el verano, hacíamos un viaje en familia y cuando digo familia es toda, incluyendo a Charles y a Elizabeth. Ese año iríamos a mi tierra, Puerto Rico. Troté hasta la entrada y grité que saldríamos en cinco minutos. Nos mudamos a Texas seis años atrás; Lil quiso que fuese así, dijo que lo mejor era estar cerca de la familia y me gustó la idea. Aunque, hice hincapié que guardáramos cierta distancia, con dos hectáreas sería suficiente, no quería tenerlos de vecinos.—Mam&aa
Estaba acostado, con las manos debajo de la cabeza, en un asqueroso colchón polvoriento con los resortes vencidos.Me concentré en la luz incandescente que colgaba del techo, tratando de olvidar el olor a humedad y el frío, que habían sido mi compañía durante nueve largos meses.Cada pensamiento de mis días y mis noches estaban con ella… con los dos. Anhelaba tenerlos a mi lado, borrar el tiempo que nos mantuvo alejados y nunca más apartarme de su lado. Su amor era lo único que me daba fuerzas para continuar.Dos golpes impactaron la puerta de hierro, que me mantenía encerrado en aquella mazmorra. Me levanté de la cama de un salto, con las manos empuñadas para estar alerta. Muchas veces el desgraciado de Benito mandaba a sus matones a golpearme para que, según él, aprendiera la lección por haber intentado escapar varias veces.Hab&ia
A Dios mi creador y mi fortaleza durante cada etapa de mi vida.A mis padres y hermanos por creer en mí, por empujarme adelante cuando creo que no puedo más. Los amo.A mis amigas virtuales quienes espero conocer un día cara a cara. Las quiero. A mis lectoras cero, quienes son también mis amigas. Iris Urdaneta, Rossi Urdaneta, Elsa Cabrera, Loli Deen, Isabel Sierra, Roxy González y Betsy Bustos. Gracias por apoyarme desinteresadamente, las quiero.A todos los grupos de lecturas que me dan la oportunidad de promocionar mis historias. Divinas Lectoras, Zorras Literarias, La Caja de los Libros, El Rinconcito de Minny, Libros y Autoras, Almas novel… y muchas más.A mis compañeras autoras, por el apoyo durante el proceso de escritura y promoción. Siempre estaré agradecida y, sobretodo, feliz por la forma en que nos apoyamos unas con otras. En especial a las del club de lectura
RICHARDCinco minutos, ¿para qué alcanza ese tiempo? El día que la conocí me bastó para desearla en mi cama. Y con ese mismo margen de tiempo, arruiné lo que pudo ser lo mejor de mi vida.¿Quieres conocer nuestra historia? Todo inició así…Esa mañana me levanté con el pie derecho. Al fin me habían ascendido a capitán y mi vida era perfecta. Leyeron bien: era. ¿Qué cambió? La conocí a ella, a la sexy castaña de piernas kilométricas, cuerpo esbelto, trasero ardiente y dos poderosas razones. ¿Qué tiene eso de malo?, se estarán preguntando. Mejor se los cuento desde el inicio.Llegué al club Seven sobre las diez de la noche. Era un día especial —como ya dije—, porque celebraría mi ascenso como capit
RichardLa lujuria ardía en sus ojos, en sus mejillas ruborizadas, en sus respiraciones temblorosas… No lo resistí más. Me puse un preservativo y volví a subirla a mi regazo.No hubo espera, ni pausa, me introduje en ella en un solo movimiento. Estaba tan apretada que hizo flaquear mis piernas por una milésima de segundo. Me recompuse y comencé a empujar dentro y fuera de su centro de placer. Sus uñas se clavaban cada vez más profundo en mi espalda, a través de mi jersey, a medida que mis acometidas se hacían más profundas.La tenía como quería: jadeando, suplicando que no me detuviese, ardiendo como el fuego que había encendido en mí. Aunque, ella me tenía peor. ¿Por qué? Una palabra: rendición. Y Richard Hernández nunca se rendía ante una mujer. Yo era libre, u
LILIAN ¡Es increíble! —Pensé—. Estaba vomitando en el inodoro de Richard “Playboy” Hernández. Y, para colmo, él estaba ahí, sosteniéndome el cabello. Quería que lo nuestro fuera un encuentro casual y luego adiós —como acostumbraba ser para él—. Pero no, tuve que ser tan estúpida al beber sin haber comido. Debí aceptar el sándwich que me ofreció mi amiga Lissy antes de salir del apartamento.Y, no conforme con la escena del exorcista que hice en su lujoso baño de miles de dólares, me desmayé en el suelo. Tuvo que ser así porque, al abrir los ojos, estaba en un jodido hospital, usando una estúpida bata de hospital, con una vía de suero en mi vena, con el cabello apelmazado y el aliento a vómito. Pero esperen, que no termina ahí, el sexy y ardiente
LILIANDOS AÑOS ANTES —Hoy inician sus estudios para formarse como azafatas. Muchos piensan que es algo fácil, no lo crean más…. —Miré a todas las chicas a mi alrededor, haciéndome una pregunta: ¿Había sido difícil para alguna de ellas llegar hasta ahí? Quizás sí, pero no me atrevería a preguntar. Saber su historia significaba hablar de la mía y era algo que no quería compartir.La puerta del auditorio se abrió en pleno discurso de Diana Lorentz, una de nuestras entrenadoras. Todas miraron hacia la entrada, donde estaba una mujer de cuerpo esbelto y cabello dorado, que brillaba como el sol. Las murmuraciones no se hicieron esperar, se escuchaban tanto que Lorentz tuvo que intervenir.El lugar estaba atestado y había pocos asientos disponibles. Pero a mi lado ha