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Capítulo 4. Esos ojos

DAVID

Me siento confundido, o tal vez decepcionado, no lo sé. Tal vez debería sentirme molesto. Trato de entender por qué la vida se ensaña conmigo ¿A quién hice tanto daño? He estado con algunas mujeres, pero no tantas como para considerarme un promiscuo. Tampoco recuerdo que alguna de ellas se enamorara de mí, o por lo menos no que yo supiese.

Voy en el auto aún consternado por la manera en que conocí a mi compañera. Manejo sin rumbo, no he decidido hacia dónde me dirijo.

Hace un calor de los mil demonios, es 2 de Julio y este verano ha sido uno de los más calientes que recuerdo. Y no en el sentido que me gustaría. Sin embargo, sigo sintiendo las manos heladas por la impresión de haberla visto. 

Es una mezcla de emoción, ilusión, miedo y esperanza, junto a la incertidumbre de no saber cómo abordar la situación. Ella no quiere saber nada de su compañero (o sea de mí ). Si se lo digo, en el mejor de los casos sentirá la misma necesidad de estar conmigo, como yo lo sentí desde que la ví, pero ¿Qué pasa si sucede todo lo contrario, si se aferra a su filosofía y me rechaza? Me vetará de su vida para siempre y ya no tendré la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente, una en la que ella no se sienta presionada a aceptarme.

Su olor delicioso se quedó impregnado en mi mente y esos ojos... 

«¡Joder! esos ojos...»

Sigo conduciendo como en piloto automático, con las ideas yendo de una a otra en segundos. Si tuviese un accidente en este momento no sabría ni como reaccionar.

Sin saber muy bien cómo lo hice, he llegado a casa de mis padres. Aparco el auto y bajo de él. Toco el timbre de la entrada y espero un momento hasta que unos pasos se acercan. Aunque tengo llave, desde que me independicé, no suelo usarla. Siento que irrumpo la privacidad de mi familia. La puerta se abre y Carmen me saluda efusivamente.

—¡Mi niño! Que milagro que pasas por aquí. —Me abraza y pellizca mis mejillas con cariño.

—No exageres, nana, tenía solo dos días sin venir. —Le recuerdo mi última visita aceptando su abrazo. 

Carmen es una mujer ya entrada en sus 60 años, es humana y está con nosotros desde que mis padres se casaron. Ayudó a mi madre a cuidar de mí y de mis hermanos y ahora solo se encarga de labores pequeñas; le gusta sentirse útil (según sus propias palabras). A pesar de que hemos crecido, no pierde la ilusión de un día cuidar de mis hijos o los de Vicky. Como veo las cosas no me sorprendería que mi hermana se case antes que yo.

—Lo sé, cariño, pero no me acostumbro a verte solo una o dos veces por semana. Pasa, no te quedes en la puerta. —Me suelta para que pueda avanzar al interior de la casa. 

Caminamos juntos, mientras me cuenta que mi madre está terminando de prepararse para ir a su consultorio ( es doctora y ama servir a los demás) y mi padre se encuentra en su despacho como de costumbre.

—Gracias, nana. Hablaré con mi padre. —Le doy un sonoro beso en su sien, y subo las escaleras hasta llegar a dicho lugar.

Abro la puerta sin tocar, y encuentro a mi padre mirando a través de la ventana que da hacia el jardín lateral. No se sorprende al verme, debió escuchar cuando llegué.

—Encontré a mi pareja. —Es lo primero que digo sin antes saludar—. Es un desastre —concluyo, arrojando mi corbata al sofá con frustración.

No me importa que no esté en su mejor momento, necesito un consejo y no confío en nadie más que en él para estas cosas. Sé que cuando le cuente a Omar, me dirá que vaya tras ella, pero no es una decisión que deba tomar a la ligera.

Mi padre se queda absorto con la noticia, abre la boca para decir algo pero lo interrumpo...

—Es una niña, tiene apenas 17 años. Es hermosa —Me desvío un poco recordando la belleza de Azul—, pero ese no es el problema; no quiere tener nada que ver conmigo. —Termino de decir.

—¿Ella te lo dijo? —habla por primera vez mi padre.

—No directamente. Escuché una conversación que tuvo con sus amigas. —Bajo la cabeza algo avergonzado al pronunciar la última parte.

—¿Qué dijo específicamente? —pregunta papá, y me agrada el interés que está mostrando a mis preocupaciones. 

Me imaginaba una conversación más como un monólogo, en el que yo hablo y él escucha; como las que tenemos últimamente.

—Digamos que no cree mucho en la idea de enamorarse de alguien que no conoce "solo por el hecho de ser algo predestinado". —Hago una mala imitación de su voz.

» ¿Qué se supone que haga? Pensé en decírselo y ver cómo reacciona, pero tengo el temor de empeorar las cosas. No quiero que huya de mí.

—¿Quién va a huir de ti? —pregunta Omar desde la puerta. Avanza hacia mi padre dándole un abrazo y un apretón de manos.

—Mi compañera —respondo secamente.

—¿Qué? ¿Encontraste a tu pareja? —cuestiona Omar en una mezcla de sorpresa y emoción—. ¡Felicidades hermano! ¿Quién es? ¿Cómo reaccionó cuando se lo dijiste?¿Cuándo es la boda?... —Me ataca el idiota a preguntas que no me deja responder.

—¿Me vas a dejar hablar, o vas a seguir haciendo preguntas? —Lo interrumpo—. No salió bien. —Exhalo mirando al piso.

—¿Qué pasó? —cuestiona con preocupación.

—¡Tienes que decírselo! —declara mi padre con notable ansiedad en su rostro.

—Creo que debo darle tiempo. Un año o dos, por lo menos que sea mayor de edad. Tal vez entonces cambie de opinión. Ella no duda de ser capaz de enamorarse, lo que le molesta es el hecho de no ser ella quien elija a su pareja; en cierto modo la entiendo —reflexiono en voz alta.

—¡NO! ¡Tienes que decírselo ya! —increpa mi padre exaltado.

—Padre... —Trato de explicarme cuando grita...

—¡Díselo! No pierdas tiempo ¡Ve y díselo! —Me toma de los hombros con fuerza y desespero. Me sobresalto con su acción.

—¿Qué está pasando? Arturo ¿Qué son esos gritos? —Se acerca mi madre asustada y corre hacia mi padre.

—Arturo... hijo, tienes que hablar con esa chica. Hazme caso por favor, aún no es tarde —suplica papá, pero algo se rompe en mi interior al escucharlo pronunciar el nombre de mí hermano.

—Papá, soy David —formulo con agobio.

—Salgan de aquí hijo, yo me encargo —espeta mi madre. Omar me ayuda a salir de mi pasmo y me lleva con él fuera de la oficina.

No sé qué fue lo que pasó ahí dentro, jamás había visto así de alterado a mi padre desde que murió Arturo. Suele ser menos expresivo que antes, como si ya nada le causara gran emoción, pero nunca lo noté fuera de sí mismo. Me llamó Arturo... ¿Por qué se alarmó tanto? ¿Qué lo hizo mencionar a mi hermano?...

—Vamos a la cabaña y te cuento con lujo de detalle. Necesito una copa... O una botella mejor —propongo a mi amigo ansiando salir cuanto antes de aquí.

—Eso fue intenso hermano —parlotea Omar como si no lo supiera ya.

—¿Crees que no lo sé? —digo irritado—. Tengo la sensación de que me estoy perdiendo de algo y no sé si quiero averiguarlo —aseguro, mientras nos dirigimos a mi auto.

****

Estamos dentro de la cabaña sentados cada uno en un sofá, con vaso en mano. Pego un trago a mi Bourbon, tratando de sobrellevar el jodido día de m****a que he tenido hoy, pensando cómo pase de un problema en la oficina, la emoción de encontrar a Azul y terminar con mi padre fuera de sus cabales confundiéndome con mi hermano muerto.

«Y apenas son las 4:00 p.m.»

Solo quiero que el día termine, enterrarme en las sábanas y dormir una semana completa. Tengo el temor de que algo más pueda suceder. Por hoy ya fue suficiente.

—Si pides mi opinión...

—Por favor, adelante —insisto a mi amigo para que continúe.

—Creo que debes acercarte a la chica, haz que te conozca y poco a poco se enamore de ti. Una vez que la tengas loquita de amor, solo le confiesas las cosas y asunto arreglado —reitero que Omar todo lo ve desde el lado positivo, pero esto es absurdo.

—¡Oye! Gracias ¿cómo no lo pensé antes? —cuestiono con sarcasmo exagerado.

Le cuento a Omar mi día hasta el momento con lujo de detalle. Me desahogo con él y al final me siento un poco más ligero. Tres horas después pasa Lucía por mi amigo, conversamos un poco más y se van juntos, hoy tienen su cena de aniversario y deben prepararse. 

No me encuentro de ánimos de asistir, pero Omar se merece mi esfuerzo, quiero acompañarlo en su felicidad como él siempre está cuando lo necesito. Espero un día me toque celebrar a mi también.

En cuanto al asunto con Azul, ya lo tengo decidido; esperaré un tiempo para decirle. Es muy arriesgado, lo sé, puede que encuentre a alguien más y se enamore, o que en unos años siga pensando igual, pero no quiero forzarla a amarme. Quiero que explore el mundo, que sea libre y tenga experiencias nuevas. Quiero que, si un día me acepta, no sienta que le hizo falta vivir nada.

«El tiempo pasa rápido»

O eso espero...

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