-Yo qué coño sé, si tampoco entiendo una mierda de lo que estoy escribiendo - soltó el bolígrafo de golpe, totalmente hastiada y mirando el folio como si fuese la persona que más odiaba sobre la faz de la tierra. - Es más fácil si le hago un dibujo, quizás el emoticono del WhatsApp con las piernas abiertas. -Sharon no existe ese emoticono. -Recuérdame demandar a la compañía de WhatsApp por no saber expresar bien nuestras emociones con emojis. -Ya estás entrando en tu modo reina del drama - anticipó viéndola apoyar la cabeza en la mesa soltando un largo suspiro, tal que parecía que la estaban torturando. - Tengo que irme. -¿Me dejas en mitad de mi sufrimiento? ¿Qué clase de amiga eres? - se quejó levantando la cabeza con rapidez y antes de que le contestase, comenzó a formar una sonrisa maliciosa. - Es miércoles, tú vas a ver a Abasi, que nos conocemos. -No he podido ir antes por el proyecto de tu eterno rechazo - respondió esquivando una goma que le lanzó Sharon, -
No sintió su cuerpo temblar por el frío hasta que la mano de Cristina se posó en su pecho, erizándole de nuevo la piel a pesar del calor que le transmitía. Mentiría si dijese que no estaba de nuevo nervioso, su cuerpo se tensó sintiendo el toque de Cristina pasearse por su torso con tranquilidad, memorizándolo. El deseo le ganó de nuevo la partida a la cordura, inclinó su cabeza levantando con rapidez la de Cristina besándola con fuerza, con todas las ganas contenidas de tantos días viéndola tras una mesa de escritorio con su posición de jefa. Seguramente todo estaba mal, pero se sentía demasiado bien como para parar. El calor que circulaba por todo su cuerpo aplacaba el frío del agua que les rodeaba, golpeando sus muslos en advertencia, sobre todo a Cristina que no estaba con su mejor ropa para la playa. El corazón de Juan dio un vuelco cuando escuchó un profundo suspiro de la rubia en sus labios en el instante en que sus manos consiguieron tocar la piel de su cadera bajo su c
La suerte no es más que la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables. - Orison Swett Marden Mentiría si dijese que no estuvo fastidiada toda la noche del viernes en su casa, viendo videos y artículos online sobre el pádel mientras Sharon asaltaba su frigorífico con la excusa de estar con ella ofreciéndole apoyo moral. No había podido asistir al Coderex para ver competir a Abasi, todo por su caprichoso orgullo que no la permitía perder ni un solo proyecto, metiéndola en problemas que no tenía. Contra todo pronóstico por su mal humor de ayer, una sensación de inexplicable anticipación la llenaba mientras conducía a la dirección que le había enviado Juan, aquel piso que compartía con sus otros dos compañeros de trabajo. Repasaba una y otra vez las normas del pádel que había aprendido, tal que cualquiera que la observase desde fuera, pensaría que estaba cantando dentro de su coche, nada más alejado de la realidad. Estoy abajo, Juan. Dos minutos, mi perro se ha llevado una
-Tienen que ser muchas cajas - murmuró. -¿Usted? -Corro, a veces por El Jardín de Turia, suelo ir con Jorge, solo que él se queda dibujando. Tiene un talento innato, como para la arquitectura. -Siempre habla maravillas de su hermano, se nota que le quiere muchísimo. -¿Por qué hablaría mal? Es uno de los pilares de mi vida. -También Sharon y cuando la conocí más formalmente me dijo que estaba loca y era una descarada, que debía tenerle paciencia al principio. Y que no tuviese miedo, que aunque lo pareciese no iba a matarme. -Pero fue con cariño - se defendió. - Le digo cosas peores a la cara. -Puedo imaginármelo. Cristina agradeció no ver a la señora White ni a su marido por los alrededores aún. Tiro de Juan hacia el pequeño campo de pádel que había alquilado, viendo un pequeño cartel con sus nombres donde ponía > junto a dos raquetas; bien preparado para la mentira de Cristina. -Aún no han llegado, a practicar - le dio una
-Lo siento mucho, de verdad - murmuró Juan pero al contrario de lo que esperaba, no parecía estar consolándola a ella, sino a los White. - He trabajado con ambas Castillo y es una pena que no podáis disfrutar de una reforma realizada por Cristina, todo lo que crea es una maravilla. Respetamos su opinión aunque yo al menos, no la comparta. Cristina miró a Juan con sorpresa y quizás un poco avergonzada por el despliegue de confianza en ella tan a la vista frente a los White. Él no la miraba de vuelta, su vista estaba fija en la señora White sin disimular apenas su desagrado y decepción, sosteniéndole la mirada mientras su marido trataba de sacar algún tema de conversación. Cristina no sabía si realmente el enfado de Juan era por haber perdido el tiempo o de verdad le molestaba que la rechazasen sin darle una oportunidad. -¡Señorita Castillo! El cruce de miradas se rompió cuando desde el otro lado de las pistas, un chico levantaba la mano saludándola desde lejos y comenzaba a
-Intolerante a la lactosa - informó Miguel cuando Sharon empezó a decirle qué contenían sus platos favoritos del restaurante. -¿No puedes comer queso? - el chico hizo una mueca para luego decir que algunos sin lactosa sí. - ¿Qué haces así? Con ganas de vivir, digo. El queso lo es todo. -Comer sin lactosa. -¿Tu fantasma cuando mueras tampoco podrá comer queso? -No lo sé, espero que pueda comer alimentos con lactosa - murmuró en voz baja sin enfrentar la mirada de Sharon. Tenía algo de carácter, apenas habían hablado un poco de su jefa y el chico siempre salía en su defensa, le tenía mucha estima, pero cuando Sharon desviaba la conversación hacia él, ya sean sus gustos o trabajo, se volvía inseguro y nervioso. -No te voy a matar, parece que vas a sufrir un infarto. -Nunca como acompañado, solo con Nore o con Gabriel cuando viene - dijo en tono de disculpa. - No estoy acostumbrado. -Vale, bien, pero no voy a matarte, puedes respirar - intentó bromear aunqu
-Dijiste que hoy pasabas a buscar el contrato... - murmuró Sharon despegando su atención de su vas y mirando a Cristina con una sonrisa filosa. - Hermana, mi querida y dulce hermana, ... -López no, déjalo ya. Solo la fastidiarás - se negó Jorge. -Nore es un manjar que no pienso desaprovechar - respondió con socarronería. - Además tú aquí no tienes ni voz ni voto. Cristina, hermana... -Estoy de buen humor, puedes ir en mi lugar - cedió Cristina llevándole la contraria a su hermano y Juan fue el único que tuvo los reflejos suficientes de sujetar la botella antes de que cayese al suelo por el brinco que pegó Sharon levantándose de la silla dándole las gracias. - ¡Aún falta una hora, Sharon! -No te oigo, no te escucho - canturreó apurando su vaso tomándose todo el contenido en un trago. - Me largo. -No me caerá de sorpresa si vuelve diciendo que acabamos de perder el proyecto - dijo Jorge cuando Sharon abandonó el despacho. -Confía en Sharon - apoyó Juan. - Nore ya
Dio un pequeño tirón a su americana negra cuando el agudo pitido informando de la planta se escuchó y las puertas se abrieron. Una corriente de seguridad inundó a Sharon, alejando todos los nervios y focalizándose como siempre en aguantar más de cinco minutos de conversación con Nore antes de que, de una manera educada, la mandase a la mierda. Casi dos meses y medio y su récord personal eran seis minutos treinta, Miguel Nakamura ayudó a contabilizarlo. Ese chico disfrutaba viendo a Sharon salir del despacho de su jefa con cara de perro mojado. -Sospechaba que si venía Cristina, tu también lo harías, pero jamás pensé que te dejaría sola - comentó Miguel como saludo. -Puedo ser altamente persuasiva. -Falta un cuarto de hora - la frenó cuando hizo el amago de ir hacia el despacho de la CEO. - Te has adelantado, aún no tenemos que entrar. -¿Tu también? - le preguntó y Miguel le dio una mirada obvia. Claro, había olvidado cómo en Tacarigua, Juan siempre estaba pegado al cul