-No debería hacer sol, es invierno - se quejó Juan apurando su helado. -Y aun así tú has comprado helado - completó Cristina con sorna. - Aquí todos con termos de café y nosotros potenciando la hipotermia. -Ayer me hiciste echarle un hielo a tu café, vas al revés del tiempo - le recordó en Tacarigua, donde mientras Ricardo pasaba con un gorro rosa de Miranda con un pompón en la punta, Cristina bebía un café más frío que la CEO de Trivio. -Sabe mucho mejor, más en invierno. De todos los años que llevaba en Venecia, jamás se había recorrido Jardín del Turia del todo, tampoco lo había intentado, no era algo que le atrayese por la gran cantidad de gente que lo visitaba a cada hora del día. Juan siempre fue más de ir a su aire, como buen canario que es, pero ahora, junto a Cristina, se sentía capaz de visitar todo el parque con tal de seguir a su lado. -Es uno de mis libros favoritos, por las frases, más que por la historia en sí - reveló Cristina hablándole sobre Alici
Juan seguía percibiendo el cariño de Cristina hacia su hermano tras esas declaraciones cargadas de culpabilidad y arrepentimiento. Confiaba en el criterio de Cristina, pero siempre ha creído en que cada persona podrá alcanzar las metas que se proponga, con mucho esfuerzo. Le gustaría ver a Jorge triunfar y que Cristina estuviese equivocada, pondría la mano en el fuego a que a la ojigris le encantaría estar equivocada sobre su hermano, pero parecía tan segura que hasta hacía dudar levemente a la forma de pensar de Juan. Quizás vivía en un mundo de fantasías como Alicia. Juan nunca había soñado en grande, al menos lo que el resto consideraba como tal. Nunca tuvo esa ambición por el reconocimiento ni ese orgullo por demostrar su valía. No podía comprender lo que le supondría a una persona luchar, soñar y pelear en vano, con una derrota incluso antes de empezar; por un sueño que jamás iba a cumplirse y que solo seguiría idealizado en su mente hasta el finde sus días. Cristina pare
-Estoy orgulloso de ti - le sonrió levemente. - Lo conseguiste, después de muchos años repitiéndome el proyecto para esas personas. -Constancia, simplemente. Incluso Nathan se sorprendió a ver a Gabriel entrar al despacho sin llamar a la puerta, con un molesto Miguel que parecía ser el único en recordar que existían los modales. -Le dije que estabas ocupada, pero no me ha hecho caso. -No importa, Miguel, está bien - cedió viendo al igual que Nathan el rostro levemente contraído de Gabriel. - ¿Ha pasado algo? -¿Te has acostado con mi hermana? Había perdido la cuenta de cuántas iban ya. Miguel detrás del rubio hizo una gesto de susto, bajó la cabeza en señal de despedida antes de dejar a los tres solos, Gabriel aún esperando una respuesta por parte de Nore. -No veo cómo esa pregunta es útil para el trabajo - se recostó en la silla sin quitar la atención del rubio. - Limítate a centrarte en lo que es verdaderamente importante. -Acepté que ignorases mi p
-Eso es mentira, la culpa siempre recae en el jefe - se mostró seguro aunque Cristina vio cómo ya no sonreía. -Los documentos del acuerdo, firmados - levantó unas cuantas hojas frente a él. - Entiendo tu tranquilidad inicial, es muy fácil agarrarse al discurso de que te extorsionó tu jefe, pero Dédalo se ha cubierto las espaldas, orientado por mí. Ahora fue su turno de sonreír, viendo cómo la seguridad del chico se iba por el desagüe y mostraba esa misma expresión que recordaba de cada uno de sus antiguos empleados cuando les dio la noticia del despido. -¿Quieres leerlos? - se los ofreció y el chico negó. - Venga lee, mi parte favorita es donde pone tu condena por atreverte a manchar nuestro nombre. -De verdad lo siento mucho - Cristina sonrió al verle comenzar a arrastrarse. - Me equivoqué, estaba enfadado y... dioses perdóneme. No puedo... no sabía lo que hacía, estoy seguro de que usted también habrá hecho algo sin pensar. O quizás no, porque es muy inteligente y...
Aún trataba de calmar su respiración, los estragos del esfuerzo comenzaban a notarse mientras notaba cómo pesadamente Cristina alejaba su cuerpo también sudado y acelerado del suyo. Ya no la veía con interés para saber quién se ocultaba tras su máscara, menos entablaban conversación, solo venía como cada persona que entra al Coderex a desfogar y dar rienda suelta a sus más primitivos deseos. Cristina a sus ojos parecía haberse convertido en una experta cliente del Coderex, mientras Juan volvía a sentir el corazón hundido, pesando en su pecho ante la desagradable combinación entre deseo y amor. Nunca pensó que odiaría esa mezcla, pero ahora, acostándose con Cristina cuando de verdad él la ama y desea, era una sensación altamente horrible que chocaba con el deseo e indiferencia de la rubia. -¿Agotado? - interrumpió Cristina sus pensamientos mirándole a medio vestir. Se obligó a apartar la vista de su cuerpo, no lo sentía correcto, él no podía contemplarla solo como una preci
Juan quería esa estabilidad con Cristina, sin ningún rastro de mentiras que le carcomiesen por dentro a cada segundo como un virus. Notaba el esfuerzo de ambos por hacerle reír más de lo normal, tratando de despejarle aún más la cabeza. Comprendía que las palabras de ánimo estaban contadas con los dedos, la situación de Juan con Cristina cada vez que mejoraba, empeoraba también, al menos a sus ojos. No veía una salida próxima. Algo tan asfixiante como la carrera de la vida. Quería avanzar, descubrir, disfrutar, pero a cada segundo su tiempo disminuía. Una carrera contrarreloj donde hasta permanecer quieto era sentir la arena del reloj deslizándose por tu cuerpo. Nunca fue de su agrado dejar pasar el tiempo, pero ahora solo parecía la única solución aparente. Se sentía como en un laberinto pero sin la opción de decidir que camino tomar, y aunque solo tuviese un único sentido, cada vez se sentía más perdido. -La llevó a ver a su equipo preferido y Cristina fue quien tuvo
-Como sea - le restó importancia. - Tú ocúpate del idiota con la tensión baja que es más fácil. Cristina parecía haber captado la indirecta, ya Sharon había superado su propia paciencia en hablar sobre temas que le ponían de vuelta arriba la cabeza. No esperaba que la llegase a comprender, ni la misma Sharon se entendía realmente. Prefería ir a tres juicios seguidos en un día que pensar qué hacer con su vida, era mucho más sencillo. Se mantuvo ausente en el resto de conversación con Cristina, la duda le asaltaba. No tenía ni idea de cómo reaccionaría Nore, tampoco lo que pensaba, no era para nada fácil leerla. -Igualmente tengo que volver ya a Tacarigua - se levantó Cristina cuando vio en la puerta a la secretaria del padre de Sharon esperando. - Estoy cogiendo tu mala manía de faltar al puesto de trabajo. -Ten cuidado, la libertad es adictiva. Nadie podía decirlo mejor que Sharon, si su jornada normal eran seis horas, en una época normal y sin problemas en Tacarig
Nunca disfrutó de estar en el punto de mira, durante toda su vida siempre deseó tener un perfil bajo, observando desde un segundo plano y en silencio todo lo que le rodeaba para evitar que le salpicase. Siempre fue de esos chicos que le entraba algo parecido a un ataque de ansiedad en el colegio cuando tenía que hablar en alto, obligado por un profesor que si bien su objetivo parecía ser aumentar la confianza en Nathan, solo conseguía crearle aún más pavor a la atención externa. Podía considerarse el ejemplo perfecto de un marginado social, pero un marginado voluntario, algo que le hacía sentir cómodo, al menos eso había conseguido ser la mayor parte de su vida y no se arrepentía para nada. Tener compañía y socializar jamás fue su punto fuerte, seguramente por eso encontró un agradable refugio en la fotografía, donde él nunca era el protagonista y se sentía a salvo tras el objetivo. Cómo siempre, observando. -No se te van a caer los anillos si sonríes, hermana - escuchó a Nata