Amor, un sentimiento profundo, el origen de todos los demás que existen. Amor, aquello a lo que todos aspiran alcanzar algún día y que todos sentimos en algún momento dado de nuestras vidas. Amor era lo que Joseph Harrington estaba sintiendo en aquellos momentos dentro de la intimidad de su oficina.Aquella mujer, aquellos besos, aquellas caricias…Isabella Bianco era una mujer hermosa, una que comenzaba a desear como un loco. Habían llegado juntos nuevamente, y el, como ella, habían notado las miradas de todos en el lugar; estaba convencido de que los rumores comenzarían al poco tiempo, aunque realmente aquello no le preocupaba.Había declarado sus afectos a la hermosa madre soltera, y mantenía la esperanza de que ella le diera un sí. Isabella era una verdadera dama, no importaba lo que hubiese dicho aquel imberbe desalmado de su ex pareja, ella era una dama en toda extensión de la palabra.¿Qué estaría pensando ella en esos momentos? Quería averiguarlo, saber a ciencia cierte que era
—Dime algo, ¿Estas saliendo con el señor Harrington? — Miriam le preguntaba a Isabella por aquellos rumores que se habían estado esparciendo como línea en polvorín y que no tardaban en estallar en un chisme aun mayor.Isabella suspiro, el cotilleo de chismosos aún no había parado, llevaba todo el día respondiendo a aquella pregunta.—No…solo digamos que nos estamos conociendo — añadió solo para su amiga.Miriam sonrió. — No me malinterpretes, creo que el señor Harrington es un hombre encantador y muy respetuoso, pero tambien solitario y en ocasiones demasiado triste, creo que merece una segunda oportunidad en el amor, ya lo sabes, todos lo merecemos — terminó de decir.Isabella sonrió. — Tienes razón, es un buen hombre…el mejor que he conocido jamás, el es tan…atento, tan noble y tan bueno, como si su corazón estuviese hecho de oro, me hace sentir tan viva…tan especial…no se ni como describirlo, pero somos tan diferentes que no creo que algo entre los dos funcione en realidad — admiti
Isabella se coloreaba los labios de rojo, se miraba en el espejo de los baños para empleados mientras se acomodaba aquel elegante uniforme. Su hora de almuerzo había terminado y en solo un rato más terminaría su turno. Había estado pensando en las palabras de su amiga, y realmente, no sabia si estaba lista para tener una nueva relación. Meditando en aquello, pudo ver algo que sobresalía cuando regresaba al mostrador de la entrada, sonriendo, pudo ver un precioso ramo de orquídeas rojas y blancas, así como rosas de esos mismos colores. Hacía años que había leído el lenguaje de las flores, y sabia lo que simbolizaban: amor, deseo, pasión y pureza. Acomodándose en su lugar, tomo la nota que venia escrita en aquel ramo. “Permíteme mi musa llevarte a mi castillo, permíteme llevarlos a ti y tu encantador hijo a conocer el lugar en donde vivo, al terminar tu turno pasaré por ti. Humildemente te lo ruega tu más ferviente admirador J. H.” Isabella sonrió, nuevamente se sentía como en las n
Joseph miraba a Isabella regresar, había tardado mas tiempo del esperado, pero estaba seguro de que la charla con Miriam debía de haber sido buena, después de todo, su empleada y amiga siempre decía lo que tenia que decir en el momento adecuado. Había estado jugando con Ferdinand, quien se mostraba realmente entusiasmado con todo.— Por un momento pensé que habías huido por la puerta trasera — dijo Joseph sonriendo hacia la hermosa mujer.— Yo no huyo jamás, ni siquiera de ti, Joseph Harrington — dijo Isabella con una sonrisa de determinación dibujada en sus labios.— Ven aquí — dijo Joseph besando los labios de Isabella con el debido recato que exigía la presencia de un pequeño inocente.Ferdinand sonrió al mirar aquello, el amable señor Harrington había besado a su madre en los labios como lo hacían los papás de sus amiguitos.—Mamita, ¿etonces ya etes novia del señor Hadigton? — pregunto el pequeño con emoción inocente.Isabella sonrió, y mirando a Joseph, no dijo nada.—Solo si t
Hay ocasiones en que es posible ver el fuego abrasador de un alma, mucho se habla sobre ello, que los ojos son el espejo que refleja todo cuanto somos y sentimos en nuestro interior, y, en aquella muy particular situación, Isabella estaba mirando aquel fulgor ardiente y cargado de pasión que en los hermosos ojos de tormenta de Joseph Harrington se estaba reflejando.Se sentía perdida, como hechizada, y no quería estar en ningún otro sitio en esos momentos. Su corazón estaba latiendo de prisa, la sangre en sus venas parecía circular mucho más rápido de lo normal, aquello estaba pasando.Aquella mirada en sus ojos, apasionada, tan ardiente como brasas ardientes, la hizo guardar silencio de inmediato, su corazón se aceleró aún más, la temperatura de su cuerpo de nuevo se elevaba, frente a ella, sin camisa, y dejando ver todos los músculos de su torso desnudo, Joseph la miraba con la misma intensidad del fuego.El era un caballero, siempre lo había sido y siempre lo seria, pero en aquello
sabella se quedó boquiabierta al notar que aquel apasionado hombre estaba ya completamente desnudo, no solo era su torso y espalda, sus piernas y pelvis también estaban completamente marcados, era hermoso, demasiado hermoso, además, su longitud, era mucho mayor a lo que había imaginado, quizás, si Joseph se lo proponía, podría partirla por la mitad sin problema alguno, su miembro está completamente alzado, y ella, se sintió nerviosa, solo una vez había hecho lo que Joseph acaba de pedirle, ella no era una experta, y no quería decepcionarlo.— Yo…solo una vez…tú sabes, no soy experta — dijo Isabella avergonzada, ciertamente no tenia demasiada experiencia en aquello, pues solo con aquel innombrable había yacido.— Eso lo sé, se nota a kilómetros, pero, no importa, solo quiero sentir tus labios, el calor de tu lengua — dijo Joseph acercándose a ella.Isabella se acercó para hacer aquello, tomando la longitud de aquel seductor hombre entre sus pequeñas manos, comenzó primero a masajearlo,
El mundo parecía repentinamente haberse vuelto mas brillante. Esa era la percepción que Isabella y Joseph experimentaban esta mañana. Joseph había llamado al hotel avisando que ni el ni Isabella Bianco se presentarían durante ese día; quería dedicarlo enteramente a su bella musa que le sonreía con ternura.Habían hecho el amor durante toda la noche y tambien, parte de esa mañana. Todo parecía mucho más iluminado, incluso su lúgubre, triste, y solitaria mansión, parecía haber sido besada por la luz de un cálido y nuevo amanecer. Las risas de Ferdinand inundaban aquel espacio que durante demasiados años había permanecido en el peor de los silencios.Los sirvientes que habían llegado a cumplir sus habituales obligaciones, se habían quedado perplejos al mirar a aquella mujer y a aquel niño pequeño que corría por todas partes haciendo demasiado ruido. No sabían que era lo que había pasado, pero aquella era la primera vez en demasiado tiempo, tanto que había parecido una eternidad, en que m
Esa mañana había amanecido soleada y hermosa, un clima perfecto para la ciudad perfecta y cada turista y persona en Palermo estaba disfrutando de tan hermoso día. Sin embargo, en medio de la radiante felicidad que se percibía en el ambiente, Charles Smith se sentía furioso, algo que comenzaba a pasarle demasiado a menudo desde que había llegado a la ciudad de los sueños.Se sentía como un gato fiero y enjaulado. Aquella mañana ni el dueño del hotel ni la bella recepcionista habían llegado, alguien más había ocupado el lugar de Isabella en su turno. Le resultaba mas que obvio que esos dos se encontraban juntos, seguramente amaneciendo de una noche placentera que tanta rabia e ira incontenible le provocaba el imaginar.¿Por qué un hombre tan adinerado e importante se había fijado en una mujer sencilla como lo era Isabella? Habiendo miles de hermosas modelos y mujeres mucho mas esbeltas y con clase, Joseph Harrington había volteado a ver a una sencilla limpiadora con manos ásperas y rost