El hermoso día había llegado a su final, y la noche había caído de nueva cuenta sobre Palermo. Joseph había ido a dejar a Isabella y a Ferdinand a su hogar, y el se sentía muy dichoso por todo lo que había acontecido en ese par de días.Isabella había aceptado ser su novia, y él estaba más allá de la dicha por ello, aunque no terminaba de gustarle que viviera junto a su pequeño en aquel lugar tan expuesto. Había hecho un par de llamadas después de dejarlos, aun no era tiempo de pedirle a su musa que viviera con él, sabía que ella no aceptaría, no todavía, era una mujer con sus prioridades claras y aun cuando si estaba pensando en llevarlos a su mansión y decirle que no era necesario que siguiera trabajando ella no iba a aceptar aquello y el respetaba su orgullo y su independencia.Un par de hombres se quedarían a vigilar, esto solo para evitar que ese hombre hablador y corriente que era el ex novio de Isabella, volviera para molestarla. Había mandado investigar al hombre y estaba a la
El cielo azul de ese día se mostraba nuevamente despejado. En el área de albercas, los turistas que se hallaban alojados en el elegante Hotel Stella Inc., estaban pasando un rato de lo mas agradable. Isabella atendía a los nuevos huéspedes con amabilidad, aquella mañana Joseph había pasado por ella temprano y todo parecía indicar que ese sería un día perfecto.Le había contado a Miriam sobre su nueva relación, aunque había omitido los detalles subidos de tono que ocurrieron en la alcoba privada de Joseph. Aquello se sentía como un sueño, era casi como la historia de la Cenicienta y ella era la protagonista de aquel precioso cuento que recién daba comienzo. Había quedado de almorzar con Joseph y Ferdinand y ya todos los empleados hablaban de rumores sobre una relación entre ellos, aunque ella había decidido ni confirmarlo ni desmentirlo.Charles miraba a Isabella con aquella boba sonrisa de soñadora enamorada adolescente, el tambien había escuchado que la mujer estaba saliendo con el d
El ambiente en aquella oficina se sentía tenso, tan denso y tan incomodo que podría cortarse como una rebanada de pastel. Joseph miraba a Charles con evidente desprecio, así como este lo miraba a el con un deje de burla a cambio. Ambos sabían porque era que estaban allí, aquella razón tenia nombre y era Isabella.—Señor Smith, debe de saber que estoy saliendo con la señora Bianco y que mis intenciones hacia ella son serias, se bien sobre el pasado de ustedes, y como le deje ya en claro en una ocasión, no lo deseo cerca de Isabella, ella es una dama, una buena mujer que merecer ser tratada con respeto, y de ninguna manera voy a tolerar que un bruto barbaján como lo es usted, vuelva a incomodarla o irrespetarla de algún modo, así que, le pido que se marche ahora mismo de mi hotel, de lo contrario, llamare a las autoridades para que lo saquen por la fuerza, en Stella Inc., nos reservamos el derecho de admisión — dijo Joseph con evidente molestia.Charles se burló. — Por supuesto, me iré
Esa hermosa mañana se sentía especial. El sol bañaba con su luz dorada los jardines de la mansión Harrington y Isabella miraba a su pequeño hijo juguetear en ellos con aquella felicidad única de la infancia. Joseph había ordenado que se les sirviera el desayuno en el jardín y aquel momento se antojaba como intimo y de ensueño.La noche había sido larga, lo que Charles había hecho fue tan bajo y mezquino que naturalmente no podía haber habido una buena intención detrás. Isabella se preguntaba una y otra vez las razones que tuviera el hombre para hacer lo que había hecho, después de todo, por supuesto que resultaba extraño que en todo ese tiempo el no se hubiere preocupado por ella o Ferdinand y lo hiciera en ese momento.Eran ya casi tres años los que Ferdinand tenia de vida, y en ningún momento Charles Smith tuvo la cortesía de preguntar por él, ni siquiera sabía que era un niño pues desde que la abandono y ella se fue, nunca se intereso en comunicarse para saber si ella necesitaba al
El sudor resbalaba de su frente mientras levantaba aquellas pesas y enfocaba su vista hacia la nada. Todos sus pensamientos iban dirigidos hacia el mismo asunto: Isabella y Ferdinand, quienes no habían regresado a su departamento la noche anterior y, además, el mismo se encontraba fuertemente custodiado por algunos hombres que seguramente habían sido enviados por Joseph Harrington. El tiempo seguía pasando veloz, tan veloz como un guepardo persiguiendo a su presa y el aun no lograba avance alguno con respecto a su hijo. Esa tarde hablaría con un abogado para forzar a las cosas a darse; no podía darse el lujo de perder demasiado tiempo antes de que su padre perdiera la cabeza. Él tenía acceso solo a una parte de esa cuantiosa herencia, sin embargo, en su proyecto de vida mas grande necesitaba mucho mas de lo que se le permitía obtener de aquello. Se había arrepentido enormemente de haber abandonado a Isabella, pues no solo era lo que ella y Ferdinand podrían asegurarle, la soledad mi
El sudor resbalaba de su frente mientras levantaba aquellas pesas y enfocaba su vista hacia la nada. Todos sus pensamientos iban dirigidos hacia el mismo asunto: Isabella y Ferdinand, quienes no habían regresado a su departamento la noche anterior y, además, el mismo se encontraba fuertemente custodiado por algunos hombres que seguramente habían sido enviados por Joseph Harrington.El tiempo seguía pasando veloz, tan veloz como un guepardo persiguiendo a su presa y el aun no lograba avance alguno con respecto a su hijo. Esa tarde hablaría con un abogado para forzar a las cosas a darse; no podía darse el lujo de perder demasiado tiempo antes de que su padre perdiera la cabeza. Él tenía acceso solo a una parte de esa cuantiosa herencia, sin embargo, en su proyecto de vida mas grande necesitaba mucho mas de lo que se le permitía obtener de aquello.Se había arrepentido enormemente de haber abandonado a Isabella, pues no solo era lo que ella y Ferdinand podrían asegurarle, la soledad mism
Las cosas parecían estar en aparente calma. Aquellos días habían sido soleados y felices, los cielos azules y tardes calurosas habían pasado con cierta tranquilidad a pesar de tener la amenaza de Charles Smith encima.Isabella atendía a los clientes como era ya lo habitual mientras Ferdinand se hallaba en la guardería jugando con los demás niños que resguardaban allí mientras sus padres estaban trabajando. Ya no era un secreto que ella y el amable señor Harrington estaban saliendo, y contrario a lo que había imaginado en un comienzo, todos parecían estar contentos con aquella noticia.Sin embargo, a pesar de que todo aparentemente marchaba de viento en popa, Isabella aún se sentía tremendamente intranquila por la incertidumbre de no conocer cual sería y cuando sería el siguiente paso de Charlie con respecto a Ferdinand; sabia que aquel hombre no se quedaría con los brazos cruzados y que aquella calma era algo meramente pasajero, debía de estar preparada para cuando el hombre comenzara
Los gemidos entrecortados y los suspiros exacerbados, se dejaban sentir en la oscuridad de aquella enorme habitación. Las sensaciones que despertaban a la mas dormida libido, le hacían experimentar a Isabella un momento único como eran todos los que pasaba al lado de su Joseph Harrington.Aquella noche no quería recordar nada, no quería saber nada, tan solo deseaba perderse en la intimidad de aquella habitación cerrada en la que se estaba ocultando del mundo al menos por ese instante. El cuerpo de Joseph se apretaba sobre el suyo, desnudos ambos y disfrutando del otro en aquel acto de intimidad que era solo de ellos dos.Joseph se sentía vivo sintiendo la estreches del cuerpo de Isabella. Besaba sus labios con verdadera ansiedad mientras sentía como cada parte de el mismo respondía a las caricias de ella. Aquel era más que solo un momento de intimidad, aquel acto no era puramente carnal, iba más allá de solo eso. Sintiendo como su propia alma parecía unirse a la de Isabella,