El sol se colaba por la pequeña ventana de su departamento y el canto de las aves había logrado despertarla.Isabella se incorporaba mientras se tallaba los ojos antes de abrirlos a la luz de un nuevo día. La noche anterior, si tenía que describirla, en una palabra, había sido maravillosa. Mirando a su lado, Ferdinand aún seguía durmiendo tan plácidamente, que sentía pena por tener que despertarlo. Su hijo había pasado una gran noche jugando y comiendo como si no hubiese un mañana, y eso, la llenaba de satisfacción.Levantándose de la cama, la mujer se dio una ducha rápida y decidió comprar algo en el camino para desayunar, se había despertado un poco tarde y no le daría tiempo de preparar algo elaborado. Mirando su billetera, pudo ver su paga prácticamente intacta; el amable señor Harrington había pagado por toda la comida y atracciones, ella solamente había pagado su entrada y la de Ferdinand antes de encontrarse con el buen hombre.Mirándose en el espejo una vez que estaba cambiada
—Hola, ¿La tierra a Isabella? —Isabella salía de sus pensamientos de manera abrupta después de ser llamada por quinta ocasión por su compañera de turno.—Oh yo…lo siento, creo que estoy un poco distraída el día de hoy — dijo Isabella con sinceridad.—Ya lo creo que sí, cariño, dime, ¿Se trata de un hombre? Entendería si fuera por eso — respondió entre risas la mujer.Isabella tan solo sonrió. ¿Cómo decirle a su compañera que era nada mas y nada menos que el señor Harrington quien la tenia sumergida en pensamientos demasiado confusos?Aquella mañana la joven madre soltera había sido salvada por el amable señor Harrington de ser atropellada, aun recordaba aquella sensación de estar entre los brazos del hombre que tímidamente se había disculpado con ella por haberla tomado de manera tan abrupta. Un ligero sonrojo se mostraba en las mejillas de Isabella, aquel hombre tan apuesto le había salvado en mas de una manera desde que lo conoció, era casi como un sueño hecho realidad…aunque no un
La soledad es terrible. Aquel sentimiento de necesitar a alguien y no tener a quien recurrir, de tenerlo todo y no tener con quien compartirlo, de desear hablar con alguien y no haya nadie cerca que te escuche. La mayoría de las veces, las personas suelen estar solas por merito propio, cuando el orgullo gobierna y dicta que es mejor estar solo, sin embargo, en ocasiones, la soledad es la única alternativa que tienes, cuando el mundo entero y aquellos que siempre juraron acompañarte te abandonan y no se tiene mas remedio que abrazar aquello que tanto nos causa dolor.Charles Smith era como el primer tipo de solitario, pues había escogido el camino de la soledad para lograr aquellos objetivos que siempre había deseado tocar con las manos, por otro lado, Isabella Bianco había sido una solitaria por el mero abandono en que los que una vez amo la sometieron, aunque dejo de estar sola para siempre cuando sostuvo por primera vez a su pequeño Ferdinand en sus brazos. Joseph Harrington, era un
Aquella noche era diferente. El cielo nocturno estaba completamente despejado y las estrellas podían apreciarse mucho mejor que noches pasadas. El viento soplaba fresco, realmente delicioso y con el aroma típico de la brisa de mar. Palermo era una hermosa ciudad costera, un pequeño paraíso italiano en donde una hermosa historia de amor fácilmente podría dar comienzo.Isabella Bianco estaba recostada sobre su cama, mirando a aquel hermoso ramo de flores que había recibido de las manos del amable señor Harrington esa mañana.Camelias.Esas eran sus flores favoritas, aunque nadie se las había regalado jamás; aun cuando Charlie sí que sabía que eran sus predilectas, realmente nunca ponía empeño cuando decidía regalarle algo en aquel noviazgo que tan solo estaba destinado al fracaso.¿Cómo había sabido el señor Harrington que eran sus preferidas?Mirando las gotitas cristalinas iluminadas por la luz de la luna que se colaba en su ventana resbalar por los pétalos, sonrió como si fuera una a
—¡Mira papi! ¡Es un perrito! —Todas las luces de aquella mansión estaban ya apagadas, y tan solo podía apreciarse la penumbra en cada rincón del lugar.—Cariño, no corras, vas a caerte —Todos los sirvientes, como era habitual desde hacia varios años, se habían retirado a sus hogares; era una regla que no debía de haber nadie en aquella mansión después de las nueve de la noche.—Tristán, Genoveva, es hora de regresar —El ambiente siempre lúgubre, se sentía además demasiado triste, como si la esperanza se hubiese perdido para siempre, como si en aquellos rincones nunca más volvería a entrar la calidez de la luz del sol.—Pero papi, quiero ver a los perritos —Los ojos grises de tormenta miraban con pesar a aquellos azules tan similares al color del mar, añorando regresar a esos tiempos felices en donde todo parecía ser perfecto.—Vamos mi niño, volveremos mañana, lo prometo —Congelando la imagen de aquella reproducción de video que Joseph Harrington miraba en completa soledad, pudo
La noche había caído enteramente sobre la ciudad, cubriendo con su manto de penumbras cada calle, avenida o rincon de Palermo. No se escuchaba una sola alma, las calles estaban casi enteramente desiertas y solo algún par de ocasionales amantes que se ocultaban en la oscuridad para entregarse a los instintos más pasionales. La madrugada y sus secretos, envueltos en el más profundo silencio, eran testigos de aquel elegante automóvil clásico que se estacionaba frente a aquel complejo de apartamentos.Aquello era, quizás, una acción demasiado atrevida. Eran horas meramente inadecuadas y la persona de su particular interés, ya debería encontrarse durmiendo. El hombre respiraba de manera apacible, sin embargo, su corazón se encontraba latiendo a mil por hora aún cuando cualquiera que lo viese pudiera pensar que se encontraba en completa calma.Joseph Harrington se pregunto mil veces más que era lo que hacía allí frente al departamento de Isabella Bianco, sin atreverse a subir aquellas esc
Las gotas de lluvia caían finas sobre el cristal de aquel automóvil deportivo de lujo que se hallaba parado a unas calles de aquel complejo de departamentos. El cielo estaba muy nublado, presagio de la tormenta que se desataría mas tarde.Ojos claros miraban hacia aquel cuarto que alcanzaba a divisarse desde la comodidad de su asiento de cuero dentro de su Lamborghini; justamente allí era en donde su investigador privado le había dicho que vivía Isabella Bianco junto a su pequeño hijo. No era un lugar costoso, era mas bien un lugar de esos que solo la gente con graves problemas económicos se atrevería a rentar, la zona tambien no era perfecta, se consideraba una de las peligrosas de Palermo, aunque Charles iba bien armado para cualquier cosa.Había un auto de lujo mas allí, seguramente de algún adinerado que estaba buscando diversión diferente con una prostituta, sea lo que fuese no era su problema. Eran exactamente las 5:15 am, en cualquier momento debía de amanecer y entonces segura
¿Quien es ese hombre? Charles nuevamente se preguntaba por la identidad del elegante hombre que llevaba a Isabella y su hijo en aquel lujoso auto clásico. El investigador privado que había contratado le había asegurado que Bella no tenía ninguna relación con nadie más; incluso le aseguro que ni siquiera tenía amistades. Se sentía molesto, muy frustrado, ya que no esperaba que su ex novia estuviese con alguien y menos aún con alguien que parecía tener dinero. Sin que se percataran, se decidió a seguirlos para ver a dónde era que se dirigían, y su sorpresa fue mayúscula cuando miro a la pareja entrar al hotel en dónde aquel investigador le dijo que Isabella trabajaba como parte del personal de limpieza. Molesto, los observó sonriendo y compartiendo un rato agradable; aquel hombre inclusive llevaba a su hijo en los brazos y el niño parecía demasiado a gusto con el, aquello tan solo logro enfadar aún más a Andrea que ya se sentía enteramente frustrado. Tomando su celular, marco con rap